Henry Selick, director de Pesadilla antes de Navidad y James y el melocotón gigante, adapta la novela de Neil Gaiman y, a mi juicio, la mejora. Cuento enfocado más para adultos que para niños, ofrece dosis de imaginación desbordante. Una especie de homenaje a Alicia en el país de las maravillas, con un mundo paralelo al nuestro en el que los gatos hablan, los humanos tienen botones cosidos en los ojos, hay ratones-canguro y padres que esconden monstruos en su interior. Como en las primeras películas citadas, está hecha mediante la técnica de stop-motion.