Ser de mierda
Si a una persona le apetece dejar su país o ciudad y trasladarse a otro sitio se transforma automáticamente en alguien “de mierda”, salvo que vaya forrado, claro. Uno parece estar condenado a quedarse en el sitio donde lo han parido para tener unos mínimos derechos. Da igual si debe pasarse la vida entre las cabras, o soportar una dictadura o morirse sin saber qué hay más allá de sus narices.
Y, más aún, si es negro.
A Festus Uwumagbe se le ocurrió dejar su pueblo de Nigeria e ir a Madrid para llevar otro tipo de vida. Poco después se dio cuenta de que se había convertido en un “negro de mierda”. Hasta tal punto que se le obsequió con la más inhumana de las muertes. La de la falta de atención médica en un país supuestamente desarrollado. Un paro cardiaco-respiratorio se encargó de que hubiera un negro menos apestando las civilizadas calles españolas.
En todas partes hay gente “de mierda”. Los negros, moros, gitanos y sudacas son “de mierda” en Europa. Un andaluz en Cataluña es un “xarnego de mierda”. Y un catalán en Andalucía es un “polaco de mierda”. Cualquier español es “de mierda” en Europa. Y el que no lo sea es un “guiri de mierda” en España.
¿Qué ocurre? ¿Cuál es la tara?
En realidad, yo tengo la ligera sospecha de que todo el mundo es “de mierda”. Porque todos la llevamos dentro y cagamos y luego tenemos que limpiarnos con el papel del váter. Lo malo es cuando se queda atascada en nuestras mentes y es imperiosa la necesidad de un laxante neuronal para que queden limpias y, además de crueles, nos impidan ser idiotas y cerriles.
Si de algo somos, es de agua. Así que me pregunto si no sería más preciso llamarle a un africano “negro o moro de agua”. Y no dejarlo morir sin asistencia médica, aunque sea profesor de filosofía en su país o analfabeto.
Y el tiempo pasa. Y el hombre no es capaz de evolucionar. Y se sigue mirando con el recelo al que no haya nacido en la misma calle, aunque provenga del pueblo más cercano.
La muerte de Festus Uwumagbe será inútil, como tantas otras, pese a haber tenido una cierta trascendencia en la prensa. De nada servirán las manifestaciones, ni la ayuda de las “entidades humanitarias”, ni la indignación que puedan sentir quienes han estado cerca de él en sus últimos momentos.
Es algo más profundo lo que debe ocurrir. Sólo un cambio en el corazón del hombre será la única solución. Pero, mientras tanto, seguiremos siendo “de mierda”.
Raúl Núñez, Diciembre de 1990
Si a una persona le apetece dejar su país o ciudad y trasladarse a otro sitio se transforma automáticamente en alguien “de mierda”, salvo que vaya forrado, claro. Uno parece estar condenado a quedarse en el sitio donde lo han parido para tener unos mínimos derechos. Da igual si debe pasarse la vida entre las cabras, o soportar una dictadura o morirse sin saber qué hay más allá de sus narices.
Y, más aún, si es negro.
A Festus Uwumagbe se le ocurrió dejar su pueblo de Nigeria e ir a Madrid para llevar otro tipo de vida. Poco después se dio cuenta de que se había convertido en un “negro de mierda”. Hasta tal punto que se le obsequió con la más inhumana de las muertes. La de la falta de atención médica en un país supuestamente desarrollado. Un paro cardiaco-respiratorio se encargó de que hubiera un negro menos apestando las civilizadas calles españolas.
En todas partes hay gente “de mierda”. Los negros, moros, gitanos y sudacas son “de mierda” en Europa. Un andaluz en Cataluña es un “xarnego de mierda”. Y un catalán en Andalucía es un “polaco de mierda”. Cualquier español es “de mierda” en Europa. Y el que no lo sea es un “guiri de mierda” en España.
¿Qué ocurre? ¿Cuál es la tara?
En realidad, yo tengo la ligera sospecha de que todo el mundo es “de mierda”. Porque todos la llevamos dentro y cagamos y luego tenemos que limpiarnos con el papel del váter. Lo malo es cuando se queda atascada en nuestras mentes y es imperiosa la necesidad de un laxante neuronal para que queden limpias y, además de crueles, nos impidan ser idiotas y cerriles.
Si de algo somos, es de agua. Así que me pregunto si no sería más preciso llamarle a un africano “negro o moro de agua”. Y no dejarlo morir sin asistencia médica, aunque sea profesor de filosofía en su país o analfabeto.
Y el tiempo pasa. Y el hombre no es capaz de evolucionar. Y se sigue mirando con el recelo al que no haya nacido en la misma calle, aunque provenga del pueblo más cercano.
La muerte de Festus Uwumagbe será inútil, como tantas otras, pese a haber tenido una cierta trascendencia en la prensa. De nada servirán las manifestaciones, ni la ayuda de las “entidades humanitarias”, ni la indignación que puedan sentir quienes han estado cerca de él en sus últimos momentos.
Es algo más profundo lo que debe ocurrir. Sólo un cambio en el corazón del hombre será la única solución. Pero, mientras tanto, seguiremos siendo “de mierda”.
Raúl Núñez, Diciembre de 1990