Las mañanas suelen traer malas noticias. Casi todas. Otras, en cambio, nos dejan nuevas que nos instalan en la felicidad mientras desayunamos. Me levanto descansado y habiendo dormido bien, aunque no mucho, y eso agrada: creo que lo importante del sueño es la calidad y no la cantidad. Abro el periódico de mi ciudad y leo un titular: “Aparecen restos de un osario en las excavaciones de la iglesia de San Frontis”, y veo a uno de mis primos en la foto que acompaña a la noticia. Quienes viven en Zamora no pueden entender esto, porque se cruzan a diario y se saludan con desgana y están hartos de verse. Pero desde la distancia es distinto. Cuando vives lejos de tu tierra y en el periódico sale alguien de los tuyos, te alegras. Es como si pudieras verle desde una ventana, una ventana tintada desde la que los otros no pueden verte a ti. Y eso es, más o menos, internet (si careces de webcam, y yo no tengo).
Más. Paso a la prensa nacional y me atrae la atención un titular que dice algo de “Los Soprano”. Ser fan de esa serie es igual que pertenecer a un culto religioso y todo lo que uno lea sobre el particular le sirve de provecho. Y entonces me entero de dos o tres cosas que no sabía. Primera, que un actor de la serie ha fichado a la banda española Los Coronas para su sello discográfico. Segunda, que ese actor es Steve Van Zandt, quien interpreta a Silvio Dante en “Los Soprano”, léase el “consigliere” de Tony, y uno de mis personajes favoritos, sobre todo por su manera de sostener el cigarro y de moverse, con sus trajes brillantes y su peinado mazacote. Grandísimo, el tal Silvio. Tercera, que Van Zandt es uno de los guitarristas de Bruce Springsteen desde hace tres décadas. Y busco fotos de ambos y, en efecto, ahí están en el escenario: tocando juntos, codo con codo, y Silvio/Van Zandt lleva un pañuelo en la cabeza, un pañuelo negro del estilo al que usa mi colega Carlos Salem, escritor y poeta. Y recuerdo que sí, que cuando estuve en el concierto de Bruce en Madrid tocaba un tipo con pañuelo negro y era él. Pero yo sé poco de la banda y en aquellos días no había visto “Los Soprano” y, en fin, sé que no tengo justificación. Que a veces me entero el último.
Pero la mañana no acaba ahí. Llaman a la puerta y es un tío de Seur, que me trae unas películas tiradas de precio de John Carpenter, maestro a ratos. Películas que salen a unos tres euros cada una porque en cierta tienda están de oferta. Uno se pasa la vida comprando películas en vhs o en beta y luego se cargan el formato y pasamos al dvd y en breve éste será un formato inservible, lo mismo que nos hicieron con los casetes, los vinilos y luego el compacto. Pero así es la vida. ¿Y qué vas a hacer? ¿Renunciar a tus películas favoritas hasta que salga el formato definitivo? Imposible. Porque el formato definitivo ya se inventó hace tiempo y es la pantalla de cine, y no habrá nada igual, pese a los pelmazos y los cabezones que a veces se te sientan delante. Es viernes, 13, y vuelvo a ver el teaser de “Inglourious Basterds”, la nueva de Quentin Tarantino. Lo suyo no son películas, sino acontecimientos. Rubén Lardín decía que no se puede criticar a Tarantino sólo porque tire de referencias antiguas y estoy de acuerdo. Encuentro una web donde Q.T. comenta este avance del filme y me gusta cuando dice que le ha dado un look diferente a cada capítulo de la peli. Y, en concreto, alude a la escena de apertura, que es “como un spaghetti western, pero con la iconografía de la Segunda Guerra Mundial” y me fijo en la foto y es cierto, es un cuarto calcado a una de las secuencias de “El bueno, el feo y el malo”, sólo que en vez de pistoleros barbudos hay soldados nazis. De esa magia sólo es capaz Tarantino y ya está.