domingo, febrero 15, 2009

La mañana del viernes, 13

Las mañanas suelen traer malas noticias. Casi todas. Otras, en cambio, nos dejan nuevas que nos instalan en la felicidad mientras desayunamos. Me levanto descansado y habiendo dormido bien, aunque no mucho, y eso agrada: creo que lo importante del sueño es la calidad y no la cantidad. Abro el periódico de mi ciudad y leo un titular: “Aparecen restos de un osario en las excavaciones de la iglesia de San Frontis”, y veo a uno de mis primos en la foto que acompaña a la noticia. Quienes viven en Zamora no pueden entender esto, porque se cruzan a diario y se saludan con desgana y están hartos de verse. Pero desde la distancia es distinto. Cuando vives lejos de tu tierra y en el periódico sale alguien de los tuyos, te alegras. Es como si pudieras verle desde una ventana, una ventana tintada desde la que los otros no pueden verte a ti. Y eso es, más o menos, internet (si careces de webcam, y yo no tengo).
Más. Paso a la prensa nacional y me atrae la atención un titular que dice algo de “Los Soprano”. Ser fan de esa serie es igual que pertenecer a un culto religioso y todo lo que uno lea sobre el particular le sirve de provecho. Y entonces me entero de dos o tres cosas que no sabía. Primera, que un actor de la serie ha fichado a la banda española Los Coronas para su sello discográfico. Segunda, que ese actor es Steve Van Zandt, quien interpreta a Silvio Dante en “Los Soprano”, léase el “consigliere” de Tony, y uno de mis personajes favoritos, sobre todo por su manera de sostener el cigarro y de moverse, con sus trajes brillantes y su peinado mazacote. Grandísimo, el tal Silvio. Tercera, que Van Zandt es uno de los guitarristas de Bruce Springsteen desde hace tres décadas. Y busco fotos de ambos y, en efecto, ahí están en el escenario: tocando juntos, codo con codo, y Silvio/Van Zandt lleva un pañuelo en la cabeza, un pañuelo negro del estilo al que usa mi colega Carlos Salem, escritor y poeta. Y recuerdo que sí, que cuando estuve en el concierto de Bruce en Madrid tocaba un tipo con pañuelo negro y era él. Pero yo sé poco de la banda y en aquellos días no había visto “Los Soprano” y, en fin, sé que no tengo justificación. Que a veces me entero el último.
Pero la mañana no acaba ahí. Llaman a la puerta y es un tío de Seur, que me trae unas películas tiradas de precio de John Carpenter, maestro a ratos. Películas que salen a unos tres euros cada una porque en cierta tienda están de oferta. Uno se pasa la vida comprando películas en vhs o en beta y luego se cargan el formato y pasamos al dvd y en breve éste será un formato inservible, lo mismo que nos hicieron con los casetes, los vinilos y luego el compacto. Pero así es la vida. ¿Y qué vas a hacer? ¿Renunciar a tus películas favoritas hasta que salga el formato definitivo? Imposible. Porque el formato definitivo ya se inventó hace tiempo y es la pantalla de cine, y no habrá nada igual, pese a los pelmazos y los cabezones que a veces se te sientan delante. Es viernes, 13, y vuelvo a ver el teaser de “Inglourious Basterds”, la nueva de Quentin Tarantino. Lo suyo no son películas, sino acontecimientos. Rubén Lardín decía que no se puede criticar a Tarantino sólo porque tire de referencias antiguas y estoy de acuerdo. Encuentro una web donde Q.T. comenta este avance del filme y me gusta cuando dice que le ha dado un look diferente a cada capítulo de la peli. Y, en concreto, alude a la escena de apertura, que es “como un spaghetti western, pero con la iconografía de la Segunda Guerra Mundial” y me fijo en la foto y es cierto, es un cuarto calcado a una de las secuencias de “El bueno, el feo y el malo”, sólo que en vez de pistoleros barbudos hay soldados nazis. De esa magia sólo es capaz Tarantino y ya está.