viernes, febrero 13, 2009

Blogs con pseudónimo

La semana pasada estuve en la presentación del libro de Rubén Lardín titulado “Imbécil y desnudo. Esto es la descojonación”. El debate posterior, en un tono jocoso, nos hizo pasar un rato agradable. Rubén aclaró al público el origen del título y del subtítulo. El título proviene de la cita de un escritor clásico, pero no recuerdo ahora su nombre. El subtítulo, de una frase que dice Luis Ciges en “El anacoreta”. “Imbécil y desnudo” es el compendio de los post que escribió en uno de sus dos blogs. Dicha bitácora ya no existe. En Club Leteo les pareció una buena propuesta trasladar ese material al papel. Aproveché para comprar un ejemplar, pues hacía unos días que lo estaba buscando por las librerías madrileñas.
Traigo todo esto a colación porque Lardín dijo, entre otras cosas, algo que me pareció muy interesante: que la mujer que vive con él no supo de la existencia de ese blog hasta unos tres meses después de inaugurarlo. Contó que ella, tras enterarse y preguntarle él qué le parecía, su chica dijo que al menos así se ahorrarían las sesiones de psicoanálisis. Esto de empezar un blog como a escondidas es más frecuente en la red de lo que parece. Una persona decide volcar sus sentimientos mediante las palabras. Antes se hacía en esos diarios con formato de cuaderno o de libreta, en los que alguien anotaba, casi siempre de noche, un poco antes de acostarse, lo que le había sucedido durante el día: sus cabreos, el acoso de la soledad, sus deseos, sus sueños frustrados, sus logros, su rutina y cuanto fuese digno de ser mencionado. Es un método de consuelo. Ya sabemos que escribir sirve como terapia. Uno se autoanaliza, vomita, descarga, se apacigua. Y además se lo cuenta a alguien, aunque sea al papel. Aunque luego, con el tiempo, sirva para que un tercero descubra las claves de su vida, como sucede en “El curioso caso de Benjamin Button”. Antes se hacía en esos diarios de papel y hoy se hace en los blogs. Va con los tiempos. Algunas personas prefieren proteger su intimidad (frente a sus seres queridos: amigos y familiares) y abren un blog con pseudónimo y sin apenas enlaces donde escriben sus historias, y nadie puede saber quiénes son. Lo mismo sucede con el chat. Los internautas se cuentan sus problemas unos a otros, y todos, alguna que otra vez, le hemos deslizado confidencias a quien está al otro lado de la pantalla sin apenas conocerle.
Habrá quien piense que esto, escribir un diario anónimo en un blog público, no tiene sentido. Yo opino que sí lo tiene. En primer lugar, y como ya hemos dicho, va de la mano con los tiempos. Casi siempre se escribe en el teclado del ordenador. A una persona, en un rato de asueto en la oficina, le resulta más discreto abrir un diario en la computadora que sacar del cajón un cuaderno y escribir a mano, con el riesgo añadido de que el jefe o los compañeros lo descubran. En segundo lugar, casi toda escritura requiere de unos ojos ajenos que lo lean. Nos gusta que lean nuestras cosas, aunque sólo lo haga una persona. En el caso de un blog anónimo, el bloguer necesita que lo comprendan desconocidos y no necesariamente quienes viven con él. Luego están quienes optan por quemar sus textos sin que nadie los haya leído. Y, en tercer lugar, el diario en forma de blog con pseudónimo es la manera perfecta de no dejar rastro. Un cuaderno puede descubrirlo la pareja y leerlo. Un documento de word queda en el disco duro. Pero las reflexiones directamente escritas en tiempo real en el blog, con los consabidos pseudónimos, no suponen una prueba. Salvo que alguien investigue la ip del bloguer y averigüe la procedencia, pero esa es otra historia.