martes, enero 06, 2009

La magia de sobrevivir

Que no te vengan con cuentos. El mundo está mal repartido. Aquí soportamos una crisis, lo cual significa que hoy muchos niños recibirán menos regalos por el Día de Reyes. Pero en otras partes, por ejemplo, no hay crisis de bombas y de pólvora. Si la crisis ha logrado que los Reyes traigan menos paquetes a tus muchachos, no te preocupes. Considérate afortunado. En otras partes, en Gaza por ejemplo, les han traído muchos paquetes. Pero sin lacito ni papel de colores. Muchos paquetes de bombas. En nuestras calles ha llovido y la lluvia era de caramelos y de confeti, aunque también de lamentos por los tiempos que se avecinan. En otras partes ha caído una lluvia de bombas que deja ríos y lagos de sangre. Pinchas en una noticia y lees sobre los preparativos de la Cabalgata de Reyes. Pasas página y ves la foto de tres niños palestinos con sangre en los ojos, con sangre en la frente, con sangre en los labios, con sangre en las mejillas y en las manos. Con sangre. Esa es su Navidad. Ves un vídeo en el que colocan cadáveres de bebés en el suelo y tienes que detenerlo porque si sigues asistiendo al espectáculo del horror se te van a saltar las lágrimas, y tú no eres de los que lloran. El mundo está mal repartido, pero no te quejes: siempre hay otros que lo pasan peor. Parece una carrera de tópicos. No lo es. Es lo que hay.
Toca apretarse el cinturón, dicen. Considérate afortunado: siempre es mejor que tengas que apretarte el cinturón a que te aprieten la soga al cuello. Al menos tienes cinturón y no una cuerda. Que no te vengan con cuentos de magos y de milagros. A la vista está: no existen. Está el tipo que parece mago, pero en realidad es un inmigrante que cobra por una tarde de trabajo y hoy tiene suerte porque antaño su papel lo hacía un blanco teñido de negro. Los niños notaban que no había betún en el cuello ni tras las orejas. Está ese padre que habrá hecho horas extras para que los sueños de su chaval se vean cumplidos. Está esa madre que, entre el trabajo fuera de casa y las labores domésticas, ya no se tiene en pie. Eso puede que sí sea magia, muchacho. Romperte los cuernos para llegar a fin de mes. Las veo en el Metro, a menudo: mujeres de más de cuarenta años, gruesas y prematuramente envejecidas, que sostienen el bolso mientras se adormecen. Son las que luego salen en los reportajes de televisión diciendo que reparten su tiempo entre dos curros y, aún así, no pueden enviar al otro lado del charco todo el dinero que quisieran. Hoy, a unos cuantos niños no les habrán traído lo que pidieron. O les habrán traído menos de cuanto ponía en la carta. A otros, en tierras lejanas, les habrán traído la muerte. Esto es así. El milagro, la magia, está en sobrevivir. De modo que no te quejes y dales a tus chavales lo poco que tengas entre manos, lo poco que hayas conseguido entre un trabajo de más de ocho horas y tus sueños que se evaporaron. Por lo menos que unos cuantos sean felices. Ya crecerán y tendrán tiempo, entonces, de discernir el odio del mundo. Tiempo de recibir golpes.
Y que no te vengan con cuentos. ¿Quiénes son los Reyes Magos? No son los padres, chico. Tampoco los hijos. Los Reyes Magos están representados por la sociedad de consumo, que hace magia a su manera: logra que, a pesar de la que está cayendo, a pesar de la crisis, seamos capaces de comprar. ¿Dónde están los Reyes Magos cuando de verdad un muchacho los necesita? No te creas el cuento. No creas en milagros cuando un niño recibe una caja con lazo y otro recibe una bala. ¿Dónde estaba el dios que el segundo necesitaba? A los adultos no nos entusiasma este día porque hace tiempo que nos robaron la infancia. Y, con ella, la inocencia.