Paseando al mediodía por Père Lachaise,
con esa tristeza sonámbula de los años,
buscando las tumbas de Morrison y Proust,
de Oscar Wilde, Paul Eluard, Modigiliani,
Edith Piaf, Chopin, Molière,
entre las hojas caídas y un cielo extraño
como de mantequilla,
yo me acordaba de Malcom Lowry:
Oscura como la tumba donde yace mi amigo.
Me besaste, cogiste de la mano al niño
pávido y deslumbrado
ante el bestiario de piedras calientes,
estatuas desnudas sin pudor,
escenas de carga, caballos desbocados,
cabezas de lobo, héroes yacentes, obeliscos,
musas de rostros apacibles,
víctimas de campos de concentración,
ciegos con los ojos en blanco,
que a golpe de cincel aún deliraban…
Y en la tumba 66, división 44, de Père Lachaise,
mienras enfocabas, tu timidez se disparó:
Dormir es olvidar,
quiero que nos entierren juntos,
dormir en el silencio de tu espíritu,.
He mezclado mis cenizas con las tuyas,
mi sangre con tu sangre, mi saliva,
mis lágrimas, mi sudor con el tuyo.
Túmbate junto a mí, túmbate,
hagámonos los muertos, quedémonos aquí
al lado de Yves Montad y Simone Signoret,
hasta que salgas las estrellas.
Entonces, de tu mano,
melancólicamente feliz,
le di gracias a ese cielo extraño
de mantequilla, por regalarte a mí
y llenar con tu música mi corazón container,
y hacerme la vida fácil y deseable
como el juego de las siete y media…
Supe, con esa tristeza sonámbula de los años,
que en mi próxima vida,
aunque tú fueses gacela y yo león,
aunque yo fuese paria y tú rajá,
no me separaría ni una décima de tu ser,
y bajo las estrellas me tumbaría junto a ti
tumba mía, para dormir, estatua.
Ángel Petisme, Buenos días, colesterol