Así es, amigo. Busque usted esas ciudades, esos pueblos, esa gente orgullosa de su mar y de sus tradiciones. Mézclese con ellos, viva con ellos y empápese de ellos por un tiempo. Recordará cientos de paisajes y muchas personas. Ganará incluso amigos que acudirían a su ayuda con sólo una llamada de teléfono. Sin prisa, usted es joven, unos días aquí, unos meses acá. Unos años si está tan a gusto que piensa que ha encontrado su dorado. Y no deje de leer, y de visitar tantos museos como tascas y teterías, y tantas ciudades como mercados, y sorpréndase cuando, de noche, acostado sobre alguna de sus playas, descubra miles de estrellas brillando como nunca fue capaz de imaginar. Y recuerde siempre que, si en una ciudad se siente agotado, como exprimido, habrá otra que le esté esperando al amanecer, con sus calles recién regadas y sus lonjas y bazares a punto de abrir.