Una noche de la semana pasada volví al Bukowski Club de Malasaña para leer un fragmento de un libro ajeno: “El laberinto de Noé”, de Esteban Gutiérrez Gómez. Tras la barra estaba Carlos Salem, como es habitual. Hace poco agotó la edición de la premiada “Matar y guardar la ropa”, su segunda novela en Salto de Página tras “Camino de ida”. Carlos no para. Me contó mientras nos servía unas cervezas que, en breve, va a publicar un poemario. Noticia que me agrada, pues hace meses me envió por correo electrónico algunos de sus poemas y puedo decir que son como puñetazos o como lingotazos de whisky a palo seco. Me fijé en un cartel que anunciaba la presentación de otro libro de su cosecha para este viernes por la noche, en el mismo Buko (así lo han bautizado sus parroquianos): “Yo también puedo escribir una jodida historia de amor”. Me dijo que era un libro de relatos del que acaban de salir de imprenta los primeros ejemplares. Le pregunté si tenía uno tras la barra para vendérmelo. Lo tenía. Lo compré y voy a intentar leerlo antes del viernes, aunque no prometo que pueda asistir.
Esteban Gutiérrez ya había presentado “El laberinto de Noé”, una novela de estupendos relatos, en otra ocasión. Pero esta vez quiso hacer algo especial: que los lectores acudieran al bar y leyeran su fragmento favorito. Algunas personas anunciadas en el cartel no acudieron. Yo leí el monólogo de un personaje sobre las ciudades, sobre los mercados matutinos y el embrujo propio de las calles, los bares y los edificios. En mi blog colgué otro fragmento del libro, y merecía una reseña. Pero los últimos días de la semana pasada han sido de locos, con un montón de visitas, compromisos, tensiones y otras historias. El fin de semana tuve que renunciar a invitaciones de comidas, de cenas y hasta de fiestas de cumpleaños, pero no se puede estar en todo y en Madrid existe una desventaja: no se pueden hacer planes previstos con una hora de antelación, como por ejemplo sí se pueden hacer en Zamora. Lo que no tuve tiempo (ni fuerzas) para decir del libro de Esteban lo digo aquí y ahora: es una novela muy diferente a todo lo que hayan leído. Dos personajes tejen una red de historias mientras intentan desentrañar el misterio del abuelo de uno de ellos. El abuelo no sale, pero su nombre aparece en el título. Esos dos personajes deciden retarse mediante la escritura. Escogen un tema, se dan un plazo y presentan sendos cuentos sobre ese tema. La gran virtud de Esteban es que, en cada ocasión, los dos relatos son muy diferentes entre sí, como si detrás de las páginas hubiera, en efecto, no un escritor, sino dos.
Admito que me gustan las presentaciones del Bukowski, aunque a menudo me da pereza desplazarme hasta Malasaña. Me gustan porque, al tratarse de un bar, con iluminación poco intensa, ruido de fondo y el personal tomándose un chisme, la gente está menos tiesa que en las presentaciones al uso; está menos nerviosa, más a gusto. Y, como no hay butacas, no se corre el peligro de tener a esos fulanos que van a las presentaciones a dormir. De este bar salió hace poco una antología sobre las jam sessions poéticas que suelen celebrarse los miércoles por la noche. La presentaron en Fnac, pero tampoco pude acudir. Es una buena guía para conocer numerosas muestras de la poesía joven y alternativa que se está cociendo en estos momentos. Una buena guía para descubrir autores. Nunca he ido a las sesiones de los miércoles. Prefiero no hacerlo, salvo que al día siguiente caiga en fiesta. Sé que, de ir, acabaría llegando a casa a las tantas de la mañana. Y luego cuesta madrugar.