Cenamos con unos amigos. De Zamora. Pero cenamos en Madrid, que no haya confusiones. Nos toca un camarero que no sonríe, no saluda, no espera a que nos decidamos: cada vez que alguien duda qué vino pedir o por cuál de los postres decidirse, el tipo da media vuelta, se larga y nos deja con la palabra en la boca. Ni un gesto amable, ni una frase amable, ni una mueca amable. Dos de los amigos han estado en Nueva York. Yo adoro Nueva York, y eso que aún no he puesto el pie allí. Sueño con Nueva York: pero sueño despierto. Vienen encantados, por supuesto. Y yo me pregunto si existe alguien que haya ido a N.Y. y haya vuelto decepcionado. Lo dudo.
Dieron una vuelta por encima de Manhattan en helicóptero. Estaban en plena luna de miel y uno de los regalos de boda fue un viaje en helicóptero. No sé si yo podría soportar estar ahí arriba, viendo la ciudad tan cerca y tan lejos, admirando las vistas neoyorquinas y a la vez con el nudo del vértigo en el estómago. No lo creo. Es una de las cosas que me perderé para siempre por culpa del mal de las alturas. Incluso cuando veo las películas de “Spiderman” y de “Batman” y los dos superhéroes se lanzan al vacío desde los edificios, o planean por los aires, o se mueven con cuerdas, me da vértigo. Todo el mundo va a Nueva York. Menos yo. Conozco ya a mucha gente que ha ido y ha vuelto con la fascinación en los ojos. Leo artículos de Enrique Vila-Matas y cuenta anécdotas de Nueva York y siento envidia sana. Yo también quiero viajar allí y visitar las tumbas de los escritores famosos. Reconocer los sitios que he visitado en las novelas y en las películas. Nueva York no es una ciudad, es el centro. Es un lugar que aglutina pasajes literarios, poemas célebres, canciones míticas y escenas espectaculares. Está hecha de literatura, de poesía, de música, de cine. Conocí hace un tiempo a Julio Valdeón y Julio vive allí, escribe crónicas para El Mundo. Compré el otro día un libro del escritor Harkaitz Cano que resume su antigua estancia en Nueva York. Se titula “El puente desafinado. Baladas de Nueva York” y todavía no lo he empezado, pero no tardaré. A la poesía de Harkaitz llegué gracias al poeta Karmelo Iribarren, que siempre me recomienda autores que merecen la pena. Leí “Alguien anda en la escalera de incendios”, que guarda mucha relación con N.Y. Harkaitz Cano está estos días allí, escribiendo crónicas para un periódico. Volverá en breve.
A veces compruebo la procedencia de los visitantes de mi blog: gracias a una herramienta llamada Histats puedes acceder a las localizaciones geográficas, a los lugares remotos desde los que han entrado en tu página. Encuentro numerosos visitantes de Brooklyn y del Bronx. Me surgen preguntas. ¿Es gente de mi tierra, que vive allí? ¿Son hispanos que llegaron a mi espacio por el rastreo de los buscadores, de manera accidental? ¿Me conocen? ¿Compartimos apellido? Esto último no es raro. Zamora es tierra de emigrantes y a veces me escriben personas desde muy lejos, y compartimos origen. Zamora, sin embargo, no aparece en la lista. Más preguntas. ¿No está registrada en Histats? ¿Es demasiado pequeña para las estadísticas? ¿O es que nadie me visita desde allí? Da igual. Lo que yo quiero es ir a Nueva York, esa ciudad que a todo el mundo fascina. Hay gente que dice: “Es que a mí Estados Unidos no me interesa”. Pero se equivoca. Nueva York no es lo que conocemos por Estados Unidos. New York City es la capital del mundo, donde las culturas se involucran, se aparean. N.Y.C. tiene un pie en Europa. Ray Loriga vivió allí unos años y de esa experiencia salió uno de sus mejores libros. Sé que Nueva York tiene magia y aún no la conozco.