Tras pasar una temporada en Nueva York es difícil que tu vida no quede para siempre empapada de esa ciudad. Pero no quisiera ponerme pedante: la gente no se enamora de las ciudades, la gente se enamora de las personas. Suscribiría esa frase sin dudarlo, y de ninguna manera la contraria.
[En el artículo de abajo, o aquí, hablo un poco más de este recomendable libro de crónicas, que nos introduce en la vida cotidiana del extranjero español en Nueva York]