Interior, día. Aeropuerto. Barajas. Recibimos a Carla, nuestra amiga en la distancia. Aparece con su brillo, deja huella, trae consigo el viento de los beat, de los indios y de la carretera. Charlamos y reímos alrededor de una mesa repleta de latas de cerveza. Somos cinco: Carla Badillo, El Kebran, Mario Crespo, M. y jab, un servidor. El aeropuerto no es Madrid, es “como un tanatorio”, dice Kebran, una zona fría, una tierra de nadie que calentamos con nuestras conversaciones y los vínculos que hemos creado y ahora se solidifican. Echamos de menos a quienes no están. Carla derrocha su energía sobre la mesa. Todos estamos cansados, pero felices. Se nos pasa el día allí, en el café del aeropuerto, hasta que cae la noche. Ya sabes de lo que hablo: una de esas reuniones que no se olvidan. Una tarde para enmarcar.