Los narradores como especie suelen ser mirones. Suelen acechar y observar. Son observadores natos. Son espectadores. Son esos tipos del metro cuya forma disimulada de mirar resulta inquietante. Casi depredadora. Es porque las situaciones humanas son el alimento de los escritores. Los narradores miran a otros seres humanos de la misma forma que los curiosos frenan para ver un accidente de coche: codician la imagen de sí mismos como testigos.
Pero al mismo tiempo los narradores tienden a ser terriblemente conscientes de sí mismos. A la vez que dedican montones de tiempo productivo a estudiar con atención qué impresión produce en ellos la gente, los narradores también dedican montones de tiempo menos productivo preguntándose, nerviosos, qué impresión causan ellos a los demás. Qué tal caen, qué imagen tienen, si se les ve el faldón de la camisa por la bragueta, si tal vez tienen pintalabios en los dientes, si la gente a la que están mirando con disimulo los estarán considerando siniestros, como esos locos que acechan a la gente.
El resultado es que la mayoría de los narradores, observadores natos, suelen odiar ser objeto de la atención de la gente. No les gusta que los miren.
David Foster Wallace, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer.
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Actualización: Tomado de The Howling Fantods, cuyo administrador lo extrae de The New York Times:
His father said Sunday that Mr. Wallace had been taking medication for depression for 20 years and that it had allowed his son to be productive. It was something the writer didn’t discuss, though in interviews he gave a hint of his haunting angst.
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James Wallace said that last year his son had begun suffering side effects from the drugs and, at a doctor’s suggestion, had gone off the medication in June 2007. The depression returned, however, and no other treatment was successful. The elder Wallaces had seen their son in August, he said.
“He was being very heavily medicated,” he said. “He’d been in the hospital a couple of times over the summer and had undergone electro-convulsive therapy. Everything had been tried, and he just couldn’t stand it anymore.”