Paseo por las librerías. Por curiosidad, y como llevo haciendo mucho tiempo, echo un vistazo a los anaqueles donde están los autores de la next generation (Chabon, Lethem, Sedaris, Foster Wallace, Johnson…), por si acaso hay algo nuevo o se han reeditado en bolsillo. Por primera vez veo huecos donde deberían estar los libros de DFW (genio, divertidísimo y a veces algo pedante). Se han agotado. Y, en Amazon.com, “La broma infinita” está en el nº 13 de la lista de los más vendidos. Siento alegría y siento tristeza. Sobre todo tristeza. Y, sí, también algo de rabia. Porque sé que yo, de no haber leído antes a DFW, hubiera hecho lo mismo: buscar sus palabras.