martes, junio 03, 2008

En las tierras de Goliat, de David González


Estructurado en 4 partes (Intro / No hay nada que un hombre no pueda hacerle a otro / La caza espiritual / Exit), aderezado de fotografías y de un dibujo, repleto de citas de cine (El rey de Nueva York, El precio del poder, Heat...) y de autores (Carolyn Forché, Varlam Shalámov, William Wantling, Raymond Carver...) en cada página, el nuevo poemario de David González es uno de sus libros más duros, más desesperanzados. La ilustración de cubierta resume perfectamente el dolor y el vacío que surgen de las páginas de En las tierras de Goliat, en el que David se adentra en territorio enemigo para enfrentarse al mundo y sus contrariedades, pero también para enfrentarse a sí mismo y a su proceso autodestructivo.
Y de ese enfrentamiento nacen el dolor y la sensación de vacío (No hay nada, chillo. Nada, joder. No hay nada), aunque sin embargo brota algo de esperanza (La luz. Esta luz. Aunque sólo incida sobre Ángeles), como desvela en uno de los dos relatos del libro. Hay una búsqueda de sí mismo, del por qué de las cicatrices y la rabia, un examen del propio cuerpo, destrozado por las adicciones, por los excesos, por el tiempo. David González abre sus heridas, en crudo, y las observa y luego nos las enseña a nosotros. No falta, en esta ocasión, un recorrido por el pasado, por las palabras y las tradiciones que se pierden, por lo que uno era y en lo que termina convirtiéndose (ver el relato La primera comunión y la fotografía de un David niño que lo precede). Y tampoco falta una evidencia: la verdad ante todo, aunque para ello el autor deba afrontar innumerables riesgos. Y la verdad se resume en la denuncia, en la confesión de sus pecados, en señalarse a sí mismo como culpable, pero también a otros: a los ricos, a los poderosos, a las autoridades competentes...
En La caza espiritual continúa este autorretrato, pero a través de los poemas y textos de otros autores, con el sistema ya empleado en El hombre de las suelas de viento: tachar lo que sobra para ver el poema y hacerlo suyo. Y los hace suyos. Desde luego que sí. Os dejo con un poema y con el consejo de haceros con este libro, que le deja a uno exhausto. Dicho texto lo encabeza una cita de Shalámov: La poesía es un sacrificio, no una conquista:
……..GALERADAS

…....me concedo el capricho
…....–porque no deja de ser un capricho–
…....de una pulsera de plata de ley,
…....plata maciza,
…....de la marca española de regalos
y…..bisutería uno de 50:
…....una pulsera de plata de ley,
…....plata maciza repito,
…....de eslabones gruesos y pesados
y…..cierre rectangular
…....como la hebilla del cinto
…....de mi padre:

…....una pulsera de plata de ley
…....que me llevo puesta de la tienda
…....en la muñeca
…....que sostiene el bolígrafo
…....con que habitualmente escribo

…....una pulsera de plata de ley que,
…....como pronto voy a descubrir,
…....además de satisfacer mi vanidad
…....desempeña otro papel:

…....el sonido de sus eslabones,
…....al chocar entre sí
o…..contra la superficie de mi mesa
…....cuando empiezo a emborronar
…....una cuartilla tras otra,
…....ese sonido, unido a su peso,
…....hace que la poesía que escribo
…....no despegue sus versos del suelo
y…..tenga presente, siempre presente,
…....bien presentes,
…....las cadenas
…....que todavía arrastra.