La noche en la que programaron los dos últimos capítulos de la cuarta temporada de “House” supuso para mí una sorpresa. No sabía que la temporada llegaba a su fin. No quería aceptar que alguna vez concluiría; hasta que pongan en marcha la siguiente tanda de capítulos. Al día siguiente revisé la programación de Cuatro, para saber si “House” tendría algún sustituto a su altura. Ponían una de las miles versiones de “Betty, la fea”, que no me interesa. Pero también programaban, por fin, una de las series de las que más se ha hablado en los últimos meses: “Californication”, cuyo título ya se ganó la polémica porque sus responsables lo tomaron de una gran canción de los Red Hot Chili Peppers. Aguardaba este estreno desde hacía meses. Pero Cuatro la había programado para los jueves, más allá de la medianoche: el primer capítulo empezó casi a las doce y media de la madrugada. No pensaba verla porque entonces uno se acuesta más tarde de lo habitual y madrugar supone un suplicio.
La noche del jueves iba a apagar la televisión cuando empezó el episodio piloto de “Californication”. Me dije que sólo vería los primeros minutos, por curiosidad. El protagonista es David Duchovny. Los episodios pilotos son fundamentales para conocer una serie, tal y como decían en “Pulp Fiction”. Si el piloto es malo o no gusta, la serie se va al carajo sin esperar al segundo episodio. Si es bueno, la historia prosigue hasta que los espectadores se cansen. A partir de ahí oscilará: capítulos mejores y capítulos peores. Pero el piloto marca el rumbo. Al comienzo aparecía Duchovny, un poco desaseado, con una apariencia contraria a su Fox Mulder de “Expediente X”. Entraba en una iglesia, pedía ayuda a Dios y, en mitad de sus ruegos, irrumpía una monja en la escena. Hablaban. La monja decía que le iba a hacer una “fellatio”. Se arrodillaba. Yo pensé: “No puedo creerlo. Es imposible que hagan eso en una serie norteamericana”. Duchovny, o sea su personaje, se incorporaba en la cama. Lo de la iglesia era un sueño provocado por la chica que había dormido con él y que le estaba trabajando los bajos para despertarlo. Por eso Cuatro la había puesto en horario de madrugada. Por eso y por la ración de tacos, los continuos desnudos de las chicas que se acuestan con el protagonista y la acidez que destilan los guiones. El conjunto no es tan sofisticado como “House”, y apuesta más por lo soez y lo provocativo, pero mola. Se nota que el éxito de un personaje perdedor, sin afeitar, maleducado e irónico (Hugh Laurie haciendo de Gregory House) ha llevado a los guionistas y productores a encontrar algo parecido. Y Duchovny ganó el Globo de Oro por este papel. Al principio, además, suena la canción de The Rolling Stones que se escuchaba a menudo en “House”: “You Can't Always Get What You Want”. Hay, pues, unas cuantas similitudes.
“Californication” sigue a un escritor torturado por varios fracasos: sufre bloqueo artístico, está separado de su pareja y tiene una hija para la que no es buen ejemplo, se droga y bebe más de la cuenta, no se cuida mucho, se pelea con frecuencia con la gente (riñas físicas y verbales). Es un mujeriego empedernido y no ha escrito una línea desde que estrenaron la película basada en su exitosa novela, que Hollywood ha traicionado y machacado sin piedad. El personaje se llama Hank Moody. Quizá me esté volviendo loco, pero Hank podría ser un guiño a Hank Chinaski, y Moody a Rick Moody, o sea, referencias a un personaje literario y a un escritor. El primer episodio me ha gustado. Hay un escritor, hay éxito y fracaso, hay alcohol y mujeres, hay cine y novelas y un lenguaje soez. Es un cóctel perfecto. Tendré que grabar la serie.