La historia nos presenta un inmenso barco en su momento crítico de gloria (el Partido Popular, en nuestra versión), al que sube un hombre que quiere comerse el mundo o ser el rey del mismo, llamado Jack y con la cara de Leonardo DiCaprio (Alberto Ruiz-Gallardón en la visión alternativa). Es un hombre que se inmiscuye entre el pueblo porque forma parte del pueblo y recorre el barco mezclándose con la plebe a la que pertenece (Gallardón cuando recorre Madrid en moto), pero también con los ricos, que son quienes pueden facilitarle otra vida. No tarda en trabar relaciones con una chica de buena familia, Rose, con los rasgos de Kate Winslet (Mariano Rajoy, ya sé que es mucho imaginar). Rose tiene una madre, Ruth (Manuel Fraga), que está todo el día encima de su hija y que quiere lo mejor para ella porque es zorra vieja y al principio quiere unirla con otra persona. Así que su propósito es arrojarla al malo de la función, porque en todo barco debe haber al menos un malvado a bordo, al que apodan Cal, a quien interpreta Billy Zane (y Esperanza Aguirre, en este montaje apresurado). Cal, o Aguirre, hará lo posible por impedir los amores entre Jack y Rose, o entre Leo y Kate, o entre Alberto y Mariano, que viene a ser más o menos lo mismo si es que a estas alturas los lectores no se han perdido. Cal y Jack (Espe y Al) acaban odiándose.
Alberto y Mariano afrontan una relación un poco tormentosa, pero Leo, o Al, o Jack, es elegido alcalde de la ciudad y, entonces sí, entonces se encarama a lo alto y pronuncia eso de: “¡Soy el rey del mundo!”. Cree estar en la cima del universo, pero sólo está en un barco. El argumento incluye una secuencia en que la chica se suelta la melena: en el caso de Rose, enseñando un seno para que lo pinte Jack (lo cual nos regocija); en el caso de Mariano, soltando algún chiste para que lo ría Alberto (lo cual nos sonroja). La trama nos muestra a los personajes paseando sus éxitos y sus miserias por el Titanic (el PP). Hay, también, una señorona oronda y resabiada a la que llaman Molly Brown, que interpreta Kathy Bates (María San Gil) y que es de las primeras en abandonar el barco cuando el barco se hunde y que salta al bote salvavidas con mucha elegancia y modales pero pensando: “¡Ahí os quedáis, majos!”. Porque el barco amenaza con hundirse, a pesar de lo que dijera la prensa: que el Titanic era lo más avanzado en tecnología y eficacia, que si iba a vencer a otros transportes, etcétera. El Titanic, durante su travesía, choca con un iceberg (la victoria del Partido Socialista en las elecciones) y todo se desmanda. Se desmanda la tripulación, el barco se empieza a ir al carajo y sálvese quien pueda y aquí paz y después gloria.
Los más listos, o los más ávidos de vivir, se preocupan por saltar al agua o darse el piro en los botes salvavidas. Ya hemos dicho que Molly, o San Gil, coge una de las primeras chalupas, aunque se le ha adelantado parte de la tripulación (Acebes y Zaplana saltan los primeros, adelantándose a las mujeres y a los niños, y es célebre la frase que pronuncia Zaplana antes de salvar el pellejo: “Hoy se acaba una etapa”). Luego está el capitán del barco, un tío de barba gris que se llama Smith (José María Aznar) y que, pase lo que pase, dice que se queda en el barco, aunque se hunda, y se agarra al timón. Billy Zane, o Espe, persigue como loco o loca a la parejita, a Leo y Kate, o a Al y Mar. Luego se cansa y se va. El casco se hunde sin remedio y los de la orquesta ponen la banda sonora. Ya saben: “Caballeros, fue un placer tocar con ustedes”. En breve, y tras muchos peligros y riesgos, Leo/Jack/Al cae, se congela el culo y sabe que está acabado, pero que siempre será fiel al barco y a su amada, que se salva. Fin.