martes, mayo 27, 2008

Catedrales

El viernes empieza la Feria del Libro de Madrid. Creo que esperaré hasta entonces para comprarme la ración de novedades que tengo apuntadas en una lista, caso del último libro de Frédéric Beigbeder, la reedición de “La fábrica de avispas” o el tocho de Vikram Chandra, “Juegos sagrados”, del que me han hablado muy bien. Entre otros. Esperaré para beneficiarme, así, del diez por ciento de descuento que hacen los libreros durante esos días, dado que son muchos los títulos pendientes de comprar y no quisiera arruinarme de golpe.
Entre esas novedades está, por supuesto, el último libro de Julio Llamazares, titulado “Las rosas de piedra”. Llamazares es uno de los pocos escritores españoles consagrados que aún leo. Su bibliografía es afortunada: “La lluvia amarilla”, “Tras-Os-Montes”, “Cuaderno del Duero”, “Nadie escucha”, “El río del olvido”, “La lentitud de los bueyes”, “El cielo de Madrid”, etcétera. Sin embargo me falta por leer la que quizá sea su obra más conocida: “Luna de lobos”. Como vi la película hace años, he aplazado su lectura. Pero volvamos a “Las rosas de piedra”. Se trata del primer tomo de un proyecto en el que, por lo que yo sé, Julio Llamazares lleva trabajando muchos años, probablemente desde que empezó el siglo. Consiste en un recorrido por España a través de sus catedrales. Y Llamazares no es escritor que viaje desde el sofá, agarrado a las enciclopedias y sin salir a la calle, sino todo lo contrario. Lo suyo, como demuestran sus libros y sus artículos y sus reportajes, es coger el coche y viajar por el país, parando en los pueblos, comiendo en los restaurantes de carretera o en las cafeterías de las plazas mayores de las aldeas, caminando por sus calles y, sobre todo, charlando con los paisanos, que son quienes le cuentan las historias locales, las leyendas, los chismes y los rumores. En este sentido, Llamazares fue quien mejor supo continuar aquello que tan bien hacía Camilo José Cela: convertirse en “el viajero” y luego contarlo en una narración espléndida.
Durante el fin de semana, merodeando por las librerías, vi que “Las rosas de piedra” ya estaba a la venta. Estuve a punto de comprarlo pero al final lo dejé para el viernes. Lo primero que hice al coger el volumen fue buscar el índice. Sospechaba que Julio Llamazares haría un recorrido, aunque fuese breve, por La Catedral de Zamora. Y, en efecto, hay un capítulo dedicado a La Catedral. Me parece que a la Feria del Libro de Zamora asistirá el autor, lo cual supone una buena oportunidad para los lectores de escucharle. Hace años visitó la ciudad y dio una conferencia o una charla y estuvimos allí, fue en el salón de actos de alguna entidad bancaria. No es habitual que Julio Llamazares conceda entrevistas o se involucre en debates y firmas, así que, si yo viviera allí, no me perdería su participación en la feria, haga lo que haga. Estoy convencido de que su visión de La Catedral es limpia, sosegada y muy detallista, como corresponde a un escritor de su calibre. Desde que empecé a leer su obra he visto que todo lo hace bien: artículo, novela, cuento, reportaje, memoria, poema. Sólo encuentro una lacra, y es que meses atrás se sometió a una entrevista de Sánchez-Dragó. Pero nadie es perfecto, claro. Sobre “Las rosas…” él mismo ha escrito: “La razón de que haya elegido las catedrales para este viaje es muy transparente: la atracción que me han producido siempre esos fantásticos edificios que constituyen las cajas negras de nuestra historia. Conocerlas de verdad y no de paso, vivir dentro de ellas un día para sentir toda su belleza, al tiempo que se descubren sus secretos y leyendas”.