Se mete uno por recovecos extraños cualquier noche, sin responsabilidad, y a la mañana siguiente o días después va descubriendo que lo que hizo fue comenzar a matar de una vez por todas su capacidad de emocionarse ante los hechos de las personas, y de allí en adelante, compañero, vía libre al infierno.
Andrés Caicedo, El cuento de mi vida