Encendí la televisión y me llevé una grata sorpresa. En “El Hormiguero”, el programa de Pablo Motos, aparecía de invitado el gran Dave Batista, también conocido como “El Animal”. Batista es uno de los luchadores principales del “Pressing Catch”. Es el único tipo que me cae bien de verdad de la lucha libre. Digamos que, cuando veo la lucha libre para relajarme y echar unas risas con las piruetas y el teatro que hacen los forzudos y macarras participantes, Batista es mi ídolo. Creo que ya lo he escrito alguna vez. De lo que no hay duda es que he pregonado mi devoción por “El Animal” a los cuatro vientos. Tanto es así que, al poco de aparecer Batista junto a Pablo Motos, un amigo me llamó por teléfono: “Pon la Cuatro. Mira quién está”. Y le dije: “Sí, ahora mismo estaba viéndolo”. Motos lo escogió para una entrevista, lo cual me indica que en ocasiones tengo buen olfato (y ha arrasado en los índices de audiencia).
La última vez que vi “Pressing Catch” estaba en Zamora. Me levanté cansado de la juerga nocturna y me tumbé en el sofá. En esas condiciones cuesta un poco leer. No me daba tiempo a ver una película y no había ninguna serie que me gustase para entretener un rato antes de la partida para Madrid. ¿Qué me quedaba entonces? Por fortuna, la lucha libre. Y salió Batista, además. Supongo que esto se me criticará, porque hay gente que se toma demasiado en serio todos los aspectos de la vida y cree, tal vez, que yo hago lo mismo sólo porque me entrego con todas mis ganas a la cultura. Hace años, durante una conversación en un bar, dos mujeres me reprocharon que me gustara frivolizar en las noches de sábado, reírme, hacer gracejos y pasarlo en grande. Quizá creyeron que soy uno de esos intelectuales del siglo pasado que salían, en las fotos en blanco y negro, sosteniéndose la cabeza con una mano, como si les doliera de tanto pensar, o como si el peso del cerebro estuviera relacionado con la seriedad de sus dueños: cuanta más gravedad, mayor tonelaje cerebral. Esto no significa que me trague todas las ediciones de la lucha libre. Soy como a esos lectores compulsivos a quienes, además, les gusta el fútbol. De vez en cuando lo ven para entretenerse, para sentir otras emociones. De vez en cuando necesitamos una pausa en nuestra rutina cotidiana. Detener el carro, darse un respiro, reírse un rato y luego regresar a la vida seria y sus circunstancias. No me imagino a nadie que se pase la vida sólo leyendo los editoriales políticos de los periódicos, viendo únicamente los telediarios y tragándose películas de Abbas Kiarostami en versión original subtitulada.
Pero me estoy justificando, y no debería hacerlo. Diré las razones por las que Batista me parece el mejor en su campo, en el terreno encerrado por las cuerdas. Para empezar, tiene ese toque macarra que se necesita en el pressing, pero sin pasarse. Otros apuestan por el exceso, y al final parecen monigotes, parodias de sí mismos, con tanta lentilla de color, tanta peluca, tanto disfraz, tanto maquillaje y tanta máscara. John Cena también tira a normalito, pero le sobra chulería y ha participado en alguna película con pinta de bodrio. Preferimos a Batista. Posee un rostro fotogénico, muy cinematográfico. Es el Henry Rollins de la lucha libre. En la entrevista con Motos se le veía tímido. Combinan sus facciones algo parecido a las de Nacho Vidal: ambos poseen cara de bestias, y a la vez de tímidos. Batista es un superhombre. Cuando uno ve sus músculos, y el cuellazo que gasta, y esos abdominales como de mentira, está viendo a un hombre de cómic. Además, me cae bien porque siempre está aconsejando a los niños que no imiten las luchas y piruetas en casa, para no lesionarse.