Al parecer existe polémica con la emisión de una serie española titulada “Física o química”. Digamos que no la he visto, salvo algún minuto o dos al cambiar de canal, porque no consigo que me enganchen las series españolas. Abarca la vida de unos cuantos estudiantes y sus relaciones entre ellos y con sus profesores. Ya se han oído algunas voces acusando a la serie de denigrar a los profesores, de ofrecer una imagen caricaturesca de los alumnos y de pervertir los valores que se intentan inculcar a los chavales ofreciendo un muestrario de situaciones en las que están involucrados el sexo, la droga y la violencia. No seré yo quien defienda a las series españolas, porque de entrada no suelo verlas. Pero debo admitir que, en cuanto las voces de lo políticamente correcto se escandalizan, algo empieza a apestar. Y no lo digo por la serie, sino por esas voces de la corrección política.
Vayamos por partes. Una cosa es que los padres y los educadores traten de inculcar unos valores a los muchachos en los que se apueste por el sexo seguro, el alejamiento de las drogas y el alcohol y el respeto al prójimo. Y otra muy distinta es que el sexo sin preservativo, la ingesta de ácidos y de porros y de litronas y las palizas al prójimo mientras un compañero graba el asunto con el móvil, estén presentes en la sociedad. Porque están presentes en la sociedad, queramos aceptarlo o no. ¿Quieren pruebas? Miren el telediario. Lean los periódicos; en las noticias locales está todo el meollo. En un episodio de “House” los médicos jugaban con la posibilidad de que un paciente deformado tomara drogas habitualmente. Al sugerirle al padre esa idea, éste se ofendía. Y uno de los médicos le decía que lo normal es que todo padre no acepte la posibilidad de que su hijo pueda tomar drogas alguna vez. Pero no aceptarlo no supone que el hijo no haya probado la marihuana y el ácido y el vodka. Si no lo entiendo mal, lo que las voces de la corrección política quieren es una serie sobre profesores y alumnos donde todos se abracen y recen a diario, en la que los alumnos sólo beban agua mineral y ninguno fume, en la que no existan tipos violentos que parten la cara al del pupitre más próximo a la mesa del maestro, en la que se les vea todo el día comprando preservativos y tomando la píldora aunque no se acuesten con nadie pensando en el príncipe azul que un día aparecerá en el horizonte para llevárselas a su castillo, etcétera. Sí, eso es muy bonito, pero no es real. La sociedad que estas voces quieren presentar es un modelo de conducta ideal, pero no real. Y, aunque la serie es de ficción, según parece contiene la dosis justa de inspiración en la realidad como para enganchar a los chavales. A todo esto, ¿alguien les ha preguntado a ellos qué opinan? Pues sí, lo ha hecho. En el diario El País, por ejemplo, preguntaban a unos cuantos adolescentes acerca de la serie. Se mostraron conformes. Uno apuntaba: “Los casos de abuso escolar que se muestran no son nada comparados con lo que se ve en la realidad”.
Por otro lado, ¿alguien se ha preguntado por la razón del éxito de novelas y películas como “Trainspotting”, “Historias del Kronen”, “Menos que cero” o “Apples”? Es evidente: describen algunas situaciones y comportamientos (no todos, insisto) que muchos de nosotros conocemos de primera o segunda mano. Y, cuando uno se siente identificado en uno o dos aspectos, o cuando le resulta familiar el tema, se engancha. Algo falla cuando se trata de censurar una ficción inspirada en la realidad y se permite al mismo tiempo que los chavales vean las barbaridades del telediario o escuchen a Rajoy despotricando contra gays, inmigrantes y menores.