Desde que David González me recomendara todos los libros de Douglas Coupland, trato de hacerme con ejemplares de sus obras y no siempre resulta fácil. La novela que nos ocupa no me parece tan redonda como La vida después de Dios, pero transmite a la perfección el desencanto de una época y de una generación. Gente de treinta años que no es capaz de encontrarle un sentido a su vida, y que aquí está representada por tres personajes que deciden irse a vivir al desierto y trabajar en empleos basura (McJobs), rechazar los bienes materiales y las modas y el valor del dinero y dedicar sus horas libres a mirar al sol y a contarse historias.
Coupland deja espacio en los márgenes de las páginas para introducir conceptos, viñetas, sentencias y dibujos que explican o complementan la narración, como si fuesen pequeños links. Un toque pop que anticipa, en cierta forma, la navegación por internet. Me fascina de Coupland su capacidad como cronista de su tiempo; es "un corresponsal del momento" como Ray Loriga. Anoto un par de píldoras de este canadiense, que siempre va un paso por delante del resto:
-No puedo seguir así. Pronto tendré treinta años. Me siento como un personaje de dibujos animados.
-Como se suele decir, derrochamos la juventud para conseguir la riqueza, y la riqueza para recuperar la juventud.