los días de mi vida serán,
a partir de ahora, 2 de julio de 2002,
como todos esos momentos
que se pierden igual
que lágrimas en la lluvia:
naves en llamas más allá de orión,
rayos brillando en la oscuridad,
cerca de la puerta de tanhaussen.
amaré la vida siempre,
y no solo en el momento de perderla.
aspiraré a lo que ya poseo, conservándolo:
la luz, la limpia lluvia, la mar,
los chillidos de las gaviotas en el tejado,
los buenos días del gato
blanco de la ventana de enfrente,
el hogar en que echamos raíces…
y el día de mañana, en la vejez,
quizá me sea concedido el privilegio
de contemplar
cómo se deslizan por el cristal de nuestra ventana
las gotas
de lluvia.
David González, La carretera roja