Allá donde Bruce Springsteen va, el viejo Jefe arrasa. En cuanto las entradas para sus conciertos salen a la venta, se desata la locura. Anima mucho ver cómo los rockeros con una tonelada de años a la espalda aún son capaces de arrastrar a las masas y llenar estadios. El negocio de la música actual reside en los directos de los artistas, pues la magia del espectáculo, la sensación brutal e inolvidable de estar en el mismo local donde actúan los músicos predilectos de uno y tenerlos a unos metros, es una de las pocas cosas que no ha podido robar internet, dado que ver un concierto televisado no es lo mismo que asistir a él. Springsteen anunció que estaría en Barcelona el próximo verano. Las entradas se agotaron en seguida. Entonces anunció un segundo concierto para el día siguiente y en la misma ciudad. Y ha vuelto a arrasar. Dicen que lo suyo, y lo de la E Street Band, podría ser un récord: llenar en dos días seguidos el Camp Nou.
Me encargaron comprar entradas por internet para el primero de sus conciertos en Barna. Para mí no eran, dado que no quiero viajar hasta Barcelona para ver un directo. Vivir en Madrid comporta algunas ventajas y una de ellas es que, tarde o temprano, todos los músicos acaban recalando en la ciudad para tocar ante los fans. No me dio tiempo a cumplir ese primer encargo: cuando quise darme cuenta, no quedaban entradas. Para el segundo concierto en Cataluña me preparé. En la red las vendían en Tick Tack Ticket, una página incapaz de atender satisfactoriamente a los compradores de localidades para ver a los artistas superventas, ya que no cuenta con los medios técnicos necesarios para satisfacer la demanda y, en cuanto se abre la veda de las entradas, la web se colapsa. La venta empezaba a las diez de la mañana del martes. Unos minutos antes, abrí un par de ventanas en el navegador y tecleé la dirección en ambas. Al dar las diez, y pinchar en el enlace correspondiente, la página anunciaba que había demasiados internatutas comprando en ese momento. Que volvieras a intentarlo unos minutos después. Cualquiera que haya tratado de comprar un producto en una página que se colapsa o que se cuelga, ya sabe cómo funciona esto: un clic, otro clic, otro clic. El dedo índice pulsando uno de los botones del ratón hasta que el propietario del dedo se convierte en un autómata, en un robot, en un personaje que encajaría en la producción en cadena de la película “Tiempos modernos”. Clic. Colapso. Clic. Colapso. Clic. Colapso. Y así pasan las horas. Media España estaba intentando comprar entradas en Tick Tack Ticket en vez de trabajar.
Una hora después, cuando me había convertido por completo en ese autómata, tuve suerte. En uno de los clics me sonrió la fortuna. La web principal me condujo a una segunda página en la que había un formulario que rellenar. Un máximo de seis tickets por persona. Número de tarjeta, nombre y apellidos del titular, correo electrónico, etcétera. Cumplimenté la ficha a la velocidad de una taquígrafa en un juicio. Cuando pulsé el botón “Sí, acepto”, la web me devolvió al mensaje del colapso. En cinco ocasiones logré rellenar el formulario. En todas ellas la página se colapsó. En la segunda hora me dediqué a compaginar los clics con las tareas pendientes: desayunar, corregir unos textos, mirar la Bandeja de Entrada. Estaba a punto de perder el juicio cuando mis allegados lograron comprar los tickets por teléfono. Al menos lo consiguieron. Pero yo no pude cumplir el encargo. Con un servicio tan deficiente resulta casi imposible. Como Springsteen y su banda son la gallina de los huevos de oro, acaban de anunciar un concierto en Madrid. Quizá intente ir. Llamaré por teléfono.