(R.W.)
Cincuenta y seis. Diciembre. No estaba entre las flores.
La nieve ha ido enterrando
un cuerpo triste. Estaba debajo de un abeto.
Lo vieron unos niños que corrían por el parque.
No estaba entre las flores. El dueño de ese cuerpo
vivía en Herisau. Un frío manicomio
era desde hacía mucho su defensa ante el mundo.
Se bajó de la vida. Se había internado él mismo,
marginado, indigente, y en su desistimiento
nos hacía señales
urgentes con espejos que herían y deslumbraban.
En Berlín había escrito sus textos más hermosos,
puros como el discurso de un loco en un paseo.
Eran páginas lúcidas urdidas lentamente
(las palabras son suyas)
con la calma que tiene la fruta en el manzano.
No quería dejarse empapar por la lluvia
del esfuerzo que obtiene hipocresías pequeñas.
Escritor, mayordomo, caminante en lo oscuro,
cuando escribe se ausenta de sí mismo en un bosque.
Era una de esas noches para salir huyendo:
la Navidad hería al solo y por la tierra
corrían los helados arroyos del recuerdo.
Cincuenta y seis. Diciembre. No estaba entre las flores.
La nieve ha ido enterrando
un cuerpo triste. Estaba debajo de un abeto.
Lo vieron unos niños que corrían por el parque.
No estaba entre las flores. El dueño de ese cuerpo
vivía en Herisau. Un frío manicomio
era desde hacía mucho su defensa ante el mundo.
Se bajó de la vida. Se había internado él mismo,
marginado, indigente, y en su desistimiento
nos hacía señales
urgentes con espejos que herían y deslumbraban.
En Berlín había escrito sus textos más hermosos,
puros como el discurso de un loco en un paseo.
Eran páginas lúcidas urdidas lentamente
(las palabras son suyas)
con la calma que tiene la fruta en el manzano.
No quería dejarse empapar por la lluvia
del esfuerzo que obtiene hipocresías pequeñas.
Escritor, mayordomo, caminante en lo oscuro,
cuando escribe se ausenta de sí mismo en un bosque.
Era una de esas noches para salir huyendo:
la Navidad hería al solo y por la tierra
corrían los helados arroyos del recuerdo.
No estaba entre las flores. Yo estaba ya en el mundo
y lo ignoraba todo, como ignora la nieve
sus regiones altísimas de frío y de silencio,
su piadosa misión de enterrar aquel cuerpo.
y lo ignoraba todo, como ignora la nieve
sus regiones altísimas de frío y de silencio,
su piadosa misión de enterrar aquel cuerpo.
Santos Domínguez, Las provincias del frío