conoce todos los secretos de la casa
y de sus ocupantes. En ocasiones
camina en apariencia sin destino,
se tumba en un rincón de espaldas al mundo
y recorre su cuerpo con la lengua.
De ella he aprendido que la vida
y la poesía son, al fin, sólo
esas tres cosas: un continuo errar,
soledad y aprender a lamer las heridas.
Nacho Escuín, Vida de perros