Si no has visto la película, debes leer la obra de Albee. Si ya conoces la película, con Richard Burton y Liz Taylor, también debes leer la obra, pues en la película quitaron algunos pasajes y, creo recordar, suavizaron un poco la cantidad de tacos e insultos que los protagonistas se dirigen.
Nunca hasta ahora había comprendido el título, porque es intraducible. Es un juego de palabras, un chiste que viene de la similitud con la célebre canción de Los tres cerditos, o sea, ¿Quién teme al lobo feroz? En inglés, sería Who’s Afraid of the Big Bad Wolf?, que rima con Who's Afraid of Virginia Woolf?, y de paso se convierte en una broma intelectual. ¿Quién teme a Virginia Woolf?, la canción, se convierte de ese modo en un leit-motiv a lo largo de esta obra, repleta de acotaciones y dobles sentidos. George y Martha, los personajes principales, la cantan en varias ocasiones.
El argumento es sencillo. Una pareja, sumida en una madurez lastrada por el desprecio mutuo y el alcohol, recibe a una pareja joven durante una velada nocturna. El matrimonio, que a pesar de todo aún se ama, comienza sus despiadados juegos de palabras. Primero se despedazan entre ellos; luego despedazan a sus invitados. Caen las máscaras, se rompen las reglas, salen a la luz los secretos.
Mi edición incluye un estupendo análisis de Alberto Mira, que arroja mucha claridad sobre la obra, el postmodernismo del autor, la influencia de Beckett y O'Neill y algunos temas tratados en el texto. Uno debe adentrarse en el análisis sólo después de leer la obra, ya que desvela algunos pormenores. Copio un pasaje, en el que se ve claramente la línea entre el amor y el odio, que los protagonistas cruzan en todo momento:
MARTHA.– Me encanta cuanto te enfureces. Creo que eso es lo que más me gusta de ti, tu furia. Menudo pánfilo estás hecho. No tienes ni… ¿cómo se dice…?
GEORGE.– …lo que hay que tener…
MARTHA.– A punto las tienes, ¿eh? (Pausa… Enseguida se ríen). ¡Eh! Anda, pon algo más de hielo en mi vaso. Nunca me pones hielo. ¿Por qué, eh?
GEORGE.– (Toma su vaso). Siempre te pongo hielo en el vaso. Lo que pasa es que te lo comes. Es una costumbre que tienes… masticas los cubitos de hielo, como un cocker espaniel. Te vas a partir esos enormes dientes.
MARTHA.– ¡VALE, PARA ESO SON MIS ENORMES DIENTES!
GEORGE.– Algunos lo son… Algunos.
MARTHA.– Tengo más dientes que tú.
GEORGE.– Dos más.
MARTHA.– Bueno, pues dos más es mucho más.
GEORGE.– Supongo que sí. Supongo que es digno de mención… teniendo en cuenta tu edad.
MARTHA.– ¡QUE BASTA YA! (Pausa). No es que tú seas tan joven.
GEORGE.– (Con placer juvenil… una salmodia). Soy seis años más joven que tú… siempre lo he sido y siempre lo seré.
MARTHA.– (Apagada). Bueno… pues tú te estás quedando calvo.
GEORGE.– Tú también. (Pausa… los dos se ríen). Hola, cariño.
MARTHA.– Hola. Anda, ven a darle a tu mamaíta un besazo con lengua.
GEORGE.– …pero bueno…
MARTHA.– ¡QUIERO UN BESAZO CON LENGUA!
GEORGE.– …lo que hay que tener…
MARTHA.– A punto las tienes, ¿eh? (Pausa… Enseguida se ríen). ¡Eh! Anda, pon algo más de hielo en mi vaso. Nunca me pones hielo. ¿Por qué, eh?
GEORGE.– (Toma su vaso). Siempre te pongo hielo en el vaso. Lo que pasa es que te lo comes. Es una costumbre que tienes… masticas los cubitos de hielo, como un cocker espaniel. Te vas a partir esos enormes dientes.
MARTHA.– ¡VALE, PARA ESO SON MIS ENORMES DIENTES!
GEORGE.– Algunos lo son… Algunos.
MARTHA.– Tengo más dientes que tú.
GEORGE.– Dos más.
MARTHA.– Bueno, pues dos más es mucho más.
GEORGE.– Supongo que sí. Supongo que es digno de mención… teniendo en cuenta tu edad.
MARTHA.– ¡QUE BASTA YA! (Pausa). No es que tú seas tan joven.
GEORGE.– (Con placer juvenil… una salmodia). Soy seis años más joven que tú… siempre lo he sido y siempre lo seré.
MARTHA.– (Apagada). Bueno… pues tú te estás quedando calvo.
GEORGE.– Tú también. (Pausa… los dos se ríen). Hola, cariño.
MARTHA.– Hola. Anda, ven a darle a tu mamaíta un besazo con lengua.
GEORGE.– …pero bueno…
MARTHA.– ¡QUIERO UN BESAZO CON LENGUA!