Cuando tenía trece años
y odiaba a mi padre
por engaño y abandono,
él golpeaba la mesa de mármol de la sala
y gritaba:
-Es tan fría como esta piedra
es como esta piedra.
Yo no lo sabía
no supe que era dura y fría
como el mármol blanco de la mesa
hasta aquella noche,
cuando le escuchaba acostada en mi habitación
y no lloraba.
Cada vez soy más dura
papá
ya no hay palabras tuyas
que puedan lastimarme.
Si encontraras una piedra
tan dura como yo
te sangrarían las manos de sólo mirarla.
Miriam Reyes, La verdadera historia de los hombres