Los jóvenes marroquíes de mi barrio venden drogas. Necesitan llamar tu atención para que les compres. Te llaman continuamente. Te siguen durante unos metros. No te dejan en paz. Pero he aprendido que les revienta que no se les haga caso. Primero chistan: “Chist, chist”. Luego nombran la mercancía: “Costo, costo, hachís” o “Cocaína”. Llaman tu atención con insistencia: “Eh, tú”. Después, cuando ven desolados que ni siquiera les miras, pasan al insulto. Te llaman “Sordo” o “Primo” o “Cabrón”. Uno pasa de largo, no les mira, no vuelve la cabeza, efectivamente se hace el sordo. Y les hierve la sangre. Así es como uno triunfa sobre ellos. Ignorándolos. Si ignoras a un hombre, le habrás herido.