Así no hay quien escriba. Intento concentrarme, pero llaman constantemente al timbre del portero automático. Parece que soy el único que está en el edificio, y no es cierto. Primero llama el cartero de correos. Luego, el cartero del banco. Después, el cartero comercial. Más tarde, la del contador de la luz. Por último, alguien que dice: “¡Publicidad!” Y algún otro que se me olvida.