En la actualidad, el problema con los aprendices de escritor es el siguiente: creen que escribir significa estar en las ferias del libro, firmar ejemplares a miles de lectores, colaborar en los grandes medios, conceder entrevistas, participar en debates televisivos, darse atracones en cenas gratuitas, recibir palmadas en la espalda, ganar una pila de dinero y encaramarse a la cima de la fama. Y no es eso, coño. Eso es la excepción, y escribir es lo contrario: es la soledad, el sacrificio, el anonimato, la pobreza, el fracaso, tu editor diciéndote que no has vendido nada, que nadie te reconozca en la cola de la pescadería, y el sufrimiento y la lucha diaria y desquiciante con el folio, con los fantasmas y con tu propia sombra.