Un cronista del diario en el que colaboro habla de alguien en estos términos: “(…) miembro del Consejo Superior de Seguridad nuclear, técnico de Area de APS y factores humanos, subdirección general de tecnología nuclear (…)”, y añade que el individuo en cuestión está escribiendo un guión para el cine. Leo el nombre del individuo, que aquí omito, y me llegan ecos del pasado. Este mismo tipo, que tantos títulos acumula en la crónica, era el chivato de mi clase en segundo de EGB, el que el maestro dejaba en la tarima para que vigilase a sus compañeros, y el que luego, cuando el profesor regresaba preguntando quiénes habían hablado durante su ausencia, soltaba con una letanía aprendida de memoria mi apellido, el de mi primo y el de un amigo. Nos señalaba con el dedo índice. Y el maestro, ducho en capones franquistas, nos castigaba. Y no siempre la acusación del palomo tenía fundamento. Pero ya ven: los chivatos y los pelotas siempre llegan alto.