miércoles, mayo 02, 2007

Cajeras

Aquella tarde recordé algunas anécdotas del supermercado al que suelo ir a comprar. En los supermercados siempre anidan buenas historias; sólo hay que observar con disimulo y llevárselas en la memoria. Y las recordé gracias a una película que no está mal, pero no sé si me atrevería a recomendar porque dura una hora y diez minutos (y, con los créditos, alcanza la hora y veinte): “10 Items or Less”, casi un cortometraje, que protagonizan Morgan Freeman y Paz Vega. Su director cuenta en su filmografía con una obra poca conocida que a mí me encanta: “El compromiso”, título facilón que traiciona el original, “Moonlight Mile”, que es una canción de The Rolling Stones que une, en cierto modo, a los protagonistas. Pero volvamos a la película de Paz Vega. Aquí la han titulado “Dame 10 razones”, lo cual, es obvio, también traiciona el sentido inicial. “10 Items or Less”, que traducimos por “10 artículos o menos”, hace referencia a esas cajas especiales de los supermercados en las que, obedeciendo al criterio práctico de la rapidez, se exige al cliente que no pase con más de diez productos. De este modo, la señora que sólo quiere llevarse una barra de pan y un bote de champú no tiene que esperar media hora a que la familia que carga el carro con la compra del mes entregue todos los productos a la cajera, a que ésta teclee las cantidades y la familia guarde las provisiones en las bolsas antes de pagar en efectivo o con tarjeta.
Paz Vega interpreta a la cajera de un supermercado, y se encarga precisamente de esa caja rápida, en la que dos carteles anuncian en inglés y en español: “10 artículos o menos”, algo que se convierte en metáfora de la vida y de lo que amamos, propuesta del personaje de Freeman cuando le pide a ella, a la chica, que escoja diez cosas (o menos) a las que no renunciaría. Insisto: los títulos originales suelen tener un doble sentido, y aquí, en España, se acostumbra a dejarlos en títulos simples y banales. Esta cajera es hosca y una de sus luchas cotidianas es amonestar a los clientes que intentan pasar por su caja con más de diez artículos. Parece una tontería, pero no lo es: las normas son las normas. De lo contrario, el súper sería un caos.
Las cajeras del supermercado en el que suelo comprar son casi todas latinas, y se les nota un poco hartas de los modales del personal. Están cansadas y, quizá, un poco furiosas, como la empleada a la que da vida Paz Vega. Cuando voy a comprar observo el comportamiento de la gente. Las discusiones entre un señor y una señora que se intentan quitar la vez suelen ser antológicas, con gritos, llamadas de atención, y la cajera que les haya tocado intentando mediar o avisando al guardia de seguridad, para que ponga orden. Me ha ocurrido en dos ocasiones una cosa curiosa: personas que, detrás de mí en la cola, de repente se acuerdan de algún artículo que se les ha olvidado y me piden que les guarde el sitio y se largan pitando a buscarlo. Cuando vuelven, detrás de mí ya se ha puesto otra persona, y ambos discuten un rato, hasta que me toca hacer de juez de paz y le digo al último tipo que sí, que la señora estaba antes y yo le “cuidaba” el sitio. En la caja que pone “Máximo 10 artículos” suele haber problemas, como en la película. El personal trata de colarse allí con la cesta llena. Cierto día, una mujer depositó en la cinta transportadora quince o veinte productos. La cajera le dijo que eso no estaba permitido. Que descontara artículos o se fuera a otra caja. La respuesta de la mujer, ofendida, fue: “Pues me voy. Ahí te dejo la compra”. Y le dejó la cinta llena de productos. Pobres cajeras. Siempre me acuerdo del estupendo poema que Manuel Vilas les dedicó: “Las manos de las cajeras”. Deberían leerlo.