Un impostor siempre es una figura atractiva en la narrativa. Aún más, si el protagonista está levemente inspirado en el propio autor. Guillaume Thomas es un jovencísimo impostor, incapaz de distinguir entre la realidad y la ficción. Él mismo se cree sus mentiras, y a través de ellas logra deambular por un escenario de trincheras y heridos en la Francia de la Primera Guerra Mundial.
Cocteau escribió esta novela corta bajo el influjo de Stendhal. El punto más alto de su prosa llega cuando nos describe los pasajes bélicos, y baste de muestra este párrafo, que contiene todo el horror de la guerra: Era joven. Se había quedado sin manos. Alcanzaba con la lengua una cadenita que llevaba al cuello, y agarraba las medallas entre los dientes. Pedía, sin duda, un milagro: despertarse en su lecho, en Alemania, y verse con sus manos.