La reciente muerte del director norteamericano Stuart Rosenberg me sirve para hablar hoy de su mejor película, “La leyenda del indomable”. Su título en inglés, “Cool Hand Luke”, parece que significa algo del estilo a “Mano Serena Luke”. A Lucas Jackson, alias Luke, le prestó el pellejo y la inolvidable interpretación el actor Paul Newman. Es el segundo Luke más célebre de la historia del cine; el primero, aunque apareció en pantalla unos diez años después, sería el jedi Luke Skywalker. Rosenberg cuenta en su filmografía con otros títulos, también interesantes: “Brubaker”, en la que Robert Redford en la piel de un director de prisiones se pasea por la cárcel haciendo creer al personal que es un presidiario; “Los indeseables”, con Newman y Lee Marvin; “Con el agua al cuello”, una del detective Harper, de nuevo con Newman; “El viaje de los malditos”, con uno de esos repartos que reúnen un montón de estrellas y viejas glorias; o “Terror en Amityville”, una película denostada por los críticos, pero que me causó docenas de pesadillas en la infancia y que, a pesar de los varapalos, ha sido parodiada e incluso tuvo su remake hace unos años.
¿Es posible que exista alguien que se resista al poder de atracción de Luke, ese hombre tan difícil de doblegar, con una soberbia interpretación de Paul Newman? Lo dudo. Una vez que caes bajo el hechizo de “La leyenda del indomable”, ya no te recuperas. Debes verla una y otra vez, o recordar sus escenas más celebradas. Y a mí me costó años conseguir verla. De crío la pillé ya empezada en televisión. Hace unos cuantos años, mientras pasaba unos días en casa de mis primos, en Madrid, descubrí que la pasaban en Canal Plus. Les pedí que, por favor, me la grabaran, pues siempre la programaban en horarios intempestivos. Era el penúltimo pase. Al día siguiente me senté a verla, relamiéndome. Pero la película era más larga de lo que creíamos y la cinta de vídeo se terminó antes de acabar el metraje. Con el último pase también tuve mala suerte: algo impidió la grabación, quizá un desajuste en el programador del vídeo. Más adelante logré verla entera, no sé si en un pase televisivo o a través del préstamo de la biblioteca, y después la busqué en dvd. No la habían editado. En diciembre del año pasado apareció por fin en una edición sin extras, pero entre unas cosas y otras me pilló mal de dinero, y luego se sucedieron las navidades y los viajes. Fui aplazándolo, y es posible que la compre antes de Semana Santa. Ciertas películas, ciertos libros, suelen ser escurridizos.
Nadie que la haya visto puede olvidar la paliza que recibe Luke a manos de su corpulento compañero de prisión, a quien daba vida un eficaz George Kennedy, antes de ser contratado como secundario de lujo en aeropuertos, terremotos y otras variantes del cine de catástrofes. El protagonista, obstinado, reacio a ser vencido, se pone una y otra vez en pie, entre el polvo, la sangre y la suciedad. Tampoco podrá olvidar la ración de huevos cocidos que Jackson se mete entre pecho y espalda por una apuesta. Ni sus negativas a doblegarse una y otra vez ante los vigilantes de la prisión en la que cumple condena a trabajos forzados. Ni las normas del celador. Ni las famosas frases de los reos: “Voy a beber agua, jefe”, “Voy a fumar, jefe”, “Voy a secarme el sudor, jefe”. Ni la banda sonora del maestro Lalo Schifrin. “La leyenda del indomable” nos apasiona porque es el retrato de un rebelde con causa, de alguien que se niega a arrodillarse, de un tipo salvaje que lucha contra el sistema, de un pájaro que luchará con todas sus fuerzas para salir de la jaula, de un inconformista.