Este jueves se estrena la adaptación española del musical “Los productores”, originalmente escrito y compuesto por Mel Brooks. Será en el Teatro Coliseum, en la Gran Vía de Madrid. El sábado tuve la fortuna de asistir, con invitación, a un pase previo de dicha obra: uno de esos pases de prueba en los que, a la salida, las azafatas realizan encuestas para conocer las reacciones del público.
Pero, antes de comentar el musical, conviene hablar de sus orígenes. “Los productores” fue la primera película dirigida por Brooks, allá por el sesenta y ocho. Sus actores: Zero Mostel y Gene Wilder. El éxito de crítica fue inmediato, como lo atestigua el hecho de que, entre otros galardones, su director lograra el Oscar al mejor guión original. Treinta años después, el magnate y productor David Geffen propuso a Brooks transformar aquella modesta y cómica película en un espectacular musical. Tres años más tarde la estrenaron en Broadway, con el consabido éxito: doce Premios Tony, ocho Premios de la Crítica de Nueva York... Entre el público también arrasó. Luego se representaría en Londres. El año pasado, en Hollywood convirtieron el musical en otro filme. Protagonizado por Nathan Lane, Matthew Broderick y Uma Thurman, resultó un incomprensible fracaso de taquilla. La trama de “Los productores” no puede ser más disparatada, y esa es precisamente una de las claves de su triunfo: Max Bialystock (Santiago Segura), un productor teatral, descubre a través de su contable, Leo Bloom (José Mota, el moreno de Cruz y Raya), que podría ganar más dinero con un fiasco que con un éxito, colándosela a los de hacienda, que no revisarían las cuentas si la obra sólo durase un día en cartel. Max y Leo se alían, entonces, para intentar producir la peor obra jamás estrenada en Broadway. Comienzan a urdir su plan: la financiación vendrá de los préstamos de las viejecitas que adoran a Bialystock; el guión, de un neonazi que cría palomas y ha titulado su obra “Primavera para Hitler”; la dirección, de un afamado director gay, decidido a darle su toque rosa y feliz a la historia; los intérpretes, elegidos entre los peores cantantes y actores que se presenten al casting.
“Los productores” es un musical a la antigua usanza: canciones de corte clásico, propias de los años cincuenta, numerosos bailarines, espectaculares coreografías, escenarios móviles y un montón de decorados y luces. Pero sobre todo destaca su humor: juegos de palabras, situaciones cómicas, chistes y ocurrencias que hacen que el público se desternille. No haría falta enumerar los méritos de Mel Brooks, un as de la comedia, pero citaremos algunos títulos para los olvidadizos y para los despistados: creador de Maxwell Smart (el agente 86), director de “El jovencito Frankenstein”, “La última locura”, “Máxima ansiedad” y “La loca historia del mundo”, entre otras; y actor en algunas de sus películas. Y vayamos a los actores principales: Santiago Segura resulta muy eficaz en su papel de magnate gruñón y avaro; se las arregla para componer un personaje alejado de su Torrente y, además, cantar e impostar la voz, lo cual supone la confirmación de su versatilidad; José Mota es una agradable sorpresa, interpreta con todo el cuerpo y se convierte en la revelación de la obra. Entre los secundarios sobresalen otros intérpretes cuyos personajes devienen lo mejor del musical: son los encargados de dar vida a la secretaria de los productores, a los gays y al dramaturgo chiflado y neonazi. Dura tres horas que pasan volando, e incluso uno se aflige cuando, tras tantas carcajadas y alegrías, debe salir a la realidad del exterior. Si no me equivoco, y lo dudo, va a ser un exitazo. Merece la pena.