Lo he escrito en varias ocasiones, tal vez demasiadas, pero vuelvo a repetirlo: cuando Zamora sale en la tele es debido a una mala noticia, a una noticia vergonzosa o a una noticia que nos saca los colores. Lo de esta edición de la Europeade, aunque repetitivo (ya van dos ediciones en la ciudad, y aún quieren una tercera para dentro de unos años), no lo vi en ningún telediario: era una buena noticia para la provincia, ya que, se supone, genera ingresos, buena fama y publicidad gratuita. Pero no salió o, si lo dieron en los telediarios, apenas tuvo trascendencia. Lo del alcalde de Peque, en cambio, ha aparecido en todas partes. Uno está sentado a la mesa, comiendo o cenando, y entonces el presentador del telediario que uno está viendo anuncia que se ha preparado un revuelo porque el alcalde de un pueblo de Zamora ha ofrecido su municipio para albergar los residuos nucleares de todas las centrales de España. Y, qué quieren que les diga, se le cae a uno la cara de bochorno. Literal. Principalmente porque en todos los medios del país están haciendo burla de la cuestión (y no es para menos). El mensaje que uno obtiene tras leerse los periódicos y ver los telediarios es el siguiente: “Anda, que ya le vale al pobrecico éste…”
E insisto en que no es para menos, cuando en entrevista a tal alcalde los espectadores escuchamos la siguiente declaración: “Yo no sé si esto de los residuos es bueno o malo, pero…”. Empezamos mal, pues. Lo peor del asunto, sin embargo y a mi juicio, no es que el citado alcalde/pastor nos ponga en evidencia. Lo peor es que no cuente con el pueblo cuando se supone que estamos en democracia. Por eso los habitantes de Peque están que arden. Por eso y por la idea descabellada de amontonar residuos en una zona que será pobre y estará desatendida, pero no necesita ser el basurero del reino, por muchos puestos de trabajo que la puesta en práctica de la idea proporcione a la zona. El alcalde, sí, ha llamado la atención de toda España y todos los medios y las miradas se han volcado sobre el pueblo y su edil. Ha conseguido mucha publicidad. Pero seamos sinceros: ¿cuánto durará dicha atención? Apenas unos días, el tiempo justo hasta que otra noticia bochornosa se erija en carnaza para los medios. Dentro de un mes nadie recordará el nombre de Peque, salvo quienes somos oriundos de la provincia y ya conocíamos la existencia del pueblo. Dentro de unos días, incluso, habrán agotado las mofas respecto a este hombre. Los miembros de su partido, el PP, se han puesto en contra y lo miran como a una oveja descarriada. Alguien ha dicho que no lo demonicemos. Y creo que tiene razón. Me parece que el alcalde de Peque, a tenor de sus declaraciones a la televisión y a la prensa, no es un mal hombre, sino un hombre ignorante; lo cual, en casos como el que nos ocupa, puede ser incluso más perjudicial para un municipio. Una célebre frase reza que no hay nada más nocivo que una gran idea en un cerebro estrecho. En este caso, no creo que sea una gran idea.
Lo único que demuestra esta historia, aparte de esa ignorancia y de ese gesto de mal gusto y poco democrático consistente en no consultar a quienes le han votado, es el modo en que los pueblos se agotan, se abandonan, se apagan, se marchitan. En una palabra: mueren. Se extinguen. El del alcalde es un grito desesperado. Pero también es un grito erróneo. Porque la provincia ya no sólo sería el culo del mundo (así nos ven las administraciones), sino el basurero nuclear del país. Y, pese a nuestro conformismo habitual y a nuestros continuos lamentos, no es lo que merecemos.