Quizá al lector le suene el nombre de Richard Russo por la adaptación que Robert Benton dirigió de su novela “Ni un pelo de tonto”, cuyo papel principal fue a manos de Paul Newman, en una de las mejores interpretaciones de los últimos años. Hace cinco años Russo publicó “Empire Falls”, la que probablemente sea su obra más conocida. Yo la compré en edición de bolsillo, y en unos días la he leído y he visto también la miniserie de televisión que rodaron el año pasado: dos capítulos que, en total, suman unas tres horas y cuarto de metraje.
“Empire Falls”, la novela, en la edición de bolsillo de España, es un tocho de quinientas ochenta y tres páginas. Pero su extensión no comporta ningún problema: la escribe un narrador americano, lo que ya es una garantía, un narrador muy perspicaz y dotado para la creación e introspección de personajes. Russo no sólo nos cuenta la existencia de un pueblo que ha dejado de ser próspero y en el que sus habitantes viven su rutina con cierta esperanza de que alguna vez las cosas vuelvan a cambiar, sino que nos revela todo cuanto atañe a sus criaturas: su pasado, su presente, sus sueños, sus secretos, sus deseos, sus frustraciones, sus manías y sus hábitos. Explicar el argumento en pocas palabras es una tarea difícil porque se trata de una de esas novelas que cuentan varias historias cruzadas. Pero podemos centrarnos para dar una idea aproximada: el protagonista es Miles Roby, un hombre de cuarenta años que empezó saliendo del pueblo para completar sus estudios en la universidad pero volvió a casa cuando su madre agonizaba en el lecho. Roby aceptó un trabajo en el Empire Grill y ahora ve cómo se ha convertido en quien no quería ser: se ha quedado en el pueblo, tiene una hija, una mujer que espera el divorcio, un amor juvenil al que nunca se atrevió a abordar. A su alrededor la gente trata de abrirle los ojos: al quedarse en Empire Falls frustró los planes de futuro que su madre gestaba para él. Miles vive bajo los deseos y las órdenes de la mujer rica y viuda que posee y controla medio pueblo. Y Miles sabe que algún día deberá hacer frente a todo y cambiar el rumbo de los acontecimientos. La novela trata numerosos temas, acaso más comprensibles para quienes hemos vivido en pueblos o en ciudades pequeñas: los tipos que crecieron juntos pero no se aguantan, los hijos de cada uno, que empiezan a salir entre ellos, los vecinos agradables y los vecinos insoportables, los rostros que uno se alegra de ver a diario y los caretos diarios que detesta, la posibilidad frustrada de haber escogido otro camino. El río se convierte en poderosa metáfora; al río no se le puede controlar, termina yendo a donde debe y no a donde queremos que vaya, y lo mismo ocurre con las personas, a las que la vida y el destino acaban poniendo en el lugar donde les corresponde.
“Empire Falls”, la serie, contiene dos capítulos muy fieles a la novela. Russo, además, es su guionista. La serie ha ganado varios premios, entre ellos algunos Globos de Oro, y uno no entiende cómo ninguna cadena de televisión la ha comprado en España. La música, la puesta en escena, el montaje, la fotografía, todo es magnífico, pero destaca su reparto, que hará las delicias de los cinéfilos: Ed Harris, Paul Newman, Joanne Woodward, Helen Hunt, Philip Seymour Hoffman, Aidan Quinn, Robin Wright Penn, Dennis Farina, Theresa Russell, William Fichtner, Estelle Parsons. Soberbios están Woodward y Newman. Y Newman, con un papel breve y secundario, es capaz de comerse él solo a los demás actores. Cada vez que aparece en escena, corrobora uno que está ante un maestro. Uno de los más grandes. Un dios del celuloide.