Este mes salió en dvd, por fin, una obra indispensable de Sam Peckinpah, ese maestro de la violencia y los crepúsculos humanos: “The Wild Bunch”, o sea “Grupo salvaje”, en edición especial con montaje del director. Alguna gente se queja de que las empresas traten de sacarnos los cuartos editando montajes íntegros, hechos por el director, que no se estrenaron en salas en su día. Tienen razón en lo del dinero, pero hay un motivo esencial para, al menos, ver el largometraje y averiguar las intenciones iniciales de su autor: a la mayoría de los directores las grandes productoras les obligan a preparar montajes que no se excedan en duración, les conminan a que la película resultante sea más atractiva para el público. Muchos de ellos casi terminan a tiros, molestos, y a veces hasta retiran su nombre de los créditos y lo cambian por el de Alan Smithee, pseudónimo al que se aferran quienes, en Hollywood, ven mancillada su reputación o las conclusiones de su trabajo. Salvo que sean los intocables de la industria, es decir, los dos o tres directores con el suficiente poder para que no les toquen las narices y el resultado final sea de su agrado; como Steven Spielberg, Clint Eastwood, George Lucas y pocos más: es raro encontrarse con “director’s cut” de su cosecha. Esa es la razón por la que me gustan esos nuevos montajes: por fin el autor tiene la libertad de hacer su obra tal y como la concibió, aunque sea para dvd.
Han transcurrido años desde que me tragué, por enésima vez, “Grupo salvaje”. Meses atrás me dio envidia el escritor Julio Valdeón al contarme por correo electrónico que acababa de verla en su piso de Nueva York, ciudad en la que vive, ama, sufre y escribe. En Estados Unidos habían distribuido una edición especial en dvd, mientras en España estábamos a dos velas. Julio firmaba con la frase más célebre de la película, que pronuncia al principio de la cinta el protagonista y jefe de los policías metidos a ladrones, Pike (William Holden): “If they move, kill ‘em”, o sea, “Si se mueven, mátalos”. Ahora me la he puesto en versión original subtitulada en castellano. Estas películas en las que aparecen gringos y mexicanos hay que repasarlas en su idioma original porque muchos personajes manejan el spanglish. En esta versión, que no es nueva, pues ya había salido en vídeo, recuperan escenas del pasado de Pike y su perseguidor, Thorton (Robert Ryan), y se acentúa el festival de sangre.
Más allá del virtuosismo de los montajes de Peckinpah, del sólido guión en el que se descuelgan sentencias como la de “Diez mi dólares pueden cortar muchos lazos familiares”, de las acertadas interpretaciones de un reparto de lujo y lleno de rostros arrugados, hoy impensable en el cine de Hollywood, disfruto siempre con esta obra por el aire exhausto y envejecido de sus héroes. Es lo que han bautizado como “western crepuscular”, etiqueta que atañe a “Centauros del desierto”, “Sin perdón” o “Hasta que llegó su hora”, por citar tres maravillas. Peckinpah nos muestra a tipos que ya han vivido su momento de gloria, hombres maduros que empiezan a estar hartos de pegar tiros y meterse largas cabalgadas, individuos que transitaron ambos lados de la ley, que sólo sueñan con adquirir un rancho y retirarse a descansar. En el fondo todos saben que no lograrán sus propósitos. Que su momento ha pasado lo puntúan la caída del jefe de su montura, su frase “Ya estoy cansado de huir”, o ese guiño entre los cuatro compadres, antes del tiroteo final, cuando asumen que su viaje vital ya no da más de sí, que la amistad y el honor están por encima del dinero o del retiro. Son héroes trágicos, cansados, envejecidos, hombres rudos, de una pieza.