viernes, marzo 03, 2006

Melquíades Estrada y Alfredo García (Literaturas.com)


En una de las mejores películas de esta temporada, “Los tres entierros de Melquíades Estrada”, dirigida por Tommy Lee Jones y escrita por Guillermo Arriaga, hay algunas conexiones con otras obras cinematográficas y literarias que hacen las delicias del amante de cinéfilos y lectores. Principalmente las influencias literarias, pues Arriaga es escritor y Lee Jones ha confesado la influencia de algunos autores a la hora de dirigir su película. Así, en “Los tres entierros…” encontramos ese aire violento y brutal de las largas cabalgadas por la pradera que aparecen en las novelas de Cormac McCarthy, y también su visión sobre la violencia.
Pero, a mi juicio, esta exquisita película conecta, sobre todo, con uno de los grandes clásicos de Sam Peckinpah. Me refiero, por supuesto, a “¡Quiero la cabeza de Alfredo García!”, en la que su protagonista viajaba por los desiertos mexicanos con la cabeza de un hombre metida en una bolsa. Las moscas y la corrupción propia de la carne convertían su viaje en una especie de paranoia por el infierno; un infierno en el que hacía calor, silbaban las balas y todo olía a muerte. En “Los tres entierros de Melquíades Estrada” hallamos algo parecido: para empezar, la inclusión en el título del nombre del cadáver que sirve de excusa para desencadenar toda la acción; además, el periplo de los protagonistas con un muerto a cuestas, periplo que, por supuesto, cambiará sus vidas; en tercer lugar, ese México de paisajes polvorientos y habitados por hombres al margen; y, por último, la atmósfera malsana y crepuscular que se respira, y que tanto le gustaba al viejo Peckinpah.
Este filme, que contiene grandes interpretaciones de Tommy Lee Jones y de Barry Pepper (y un cameo del guionista), supone un acercamiento a algunos de los grandes temas de la literatura: el dolor, la culpa, la redención, la pérdida, la muerte. Arriaga y Lee Jones nos devuelven la pasión por un género en el que aún hay mucho que contar: ese género que casi cohabita con el western y que supone un retrato de la frontera entre Estados Unidos y México y sus personajes al filo de la navaja.
(Este texto pertenece al número de marzo de la revista Literaturas.Com)