sábado, julio 12, 2025

Fuera de combate, de Raúl Núñez

 

Para mí es un acontecimiento que podamos degustar una novela inédita del gran Raúl Núñez (1946 - 1996): un texto que llevaba años en un cajón y que por fin han publicado en Efe Eme. Núñez, oriundo de Buenos Aires y fallecido en Valencia, es más conocido por los libros que le sacaron en Anagrama y que, entre otros, ya están reeditando. Yo lo leí gracias a David González y Vicente Muñoz Álvarez, custodios del saber marginal, y a quienes debo tantas lecturas y recomendaciones.
 

Fuera de combate es una novela coral que aglutina todas las señas de identidad de sus obras: un estilo seco, casi telegráfico, deudor del noir, y unos cuantos perdedores al filo de la navaja (prostitutas, polis corruptos, travestis, camareros, yonquis, alcohólicos...). En esta historia llena de ramificaciones no falta el humor, a veces corrosivo, como en el retrato de personajes del calibre de El Plateadito o El Hombre Inverso. A mí me divierte mucho su estilo, y por eso tengo en casa toda su obra: las novelas, la poesía recopilada y los artículos de Turia. Me alegra mucho este rescate.



[Efe Eme Editorial]

Días sombríos, de Gene Kerrigan

 

Si ahora mismo queréis (o necesitáis) una novela negra actual, repleta de ritmo, diálogos ágiles y fulanos peligrosos, Días sombríos es vuestro libro. Si conocéis el resto de la producción de Gene Kerrigan (toda en Sajalín), ya sabréis cómo se las gasta el autor irlandés. La trama comienza cuando Danny Callaghan, un tipo que acaba de comerse varios años a la sombra, impide el asesinato de un fulano en un pub. Sin saberlo, ha reventado los planes de uno de los mafiosos de Dublín... y ahora está en deuda con ellos. Me gustan mucho esas historias de individuos que no quieren volver a delinquir pero se ven obligados por las circunstancias (de hecho Carlito's Way aka Atrapado por su pasado es una de mis películas favoritas). Un fragmento:

Cuando un hombre con un casco de moto negro entró en el pub, Danny Callaghan se bajó del taburete, miró a su alrededor en busca de alguna cosa que le sirviese de arma y agarró lo único que tenía a mano, el vaso medio vacío de cerveza.
A un par de metros de la puerta, el sicario se paró. El casco le ocultaba la mayor parte de la cara. Solo se le veían los ojos, que fueron recorriendo las mesas. A un lado, en la mano derecha, sostenía despreocupadamente un revólver. Tras él entró un segundo hombre con un casco idéntico. Este sujetaba una escopeta de cañones recortados. Ambos vestían sendos monos azul oscuro.
La mayoría de los clientes ocupaban las mesas y reservados que rodeaban la barra del pub, donde permanecían de pie o sentados media docena de parroquianos.
El sicario identificó el objetivo y avanzó hacia él.




[Sajalín Editores. Traducción de Ana Crespo]