viernes, septiembre 27, 2024

Amada y perdida, de Susie Boyt

 

Uno de los atractivos de esta novela (escrita por la hija de Lucian Freud y bisnieta de Sigmund) es que presenta el desarraigo familiar desde 3 perspectivas femeninas: la abuela y narradora, Ruth, que sufre porque su hija es drogadicta y no logra mantener una relación estable con ella; la madre, Eleanor, que a causa de las drogas acaba dejando que su niña se críe con la abuela; la hija, Lily, que crece sin una madre pero con una abuela que ejerce como tal. La nieta se convierte, así, en el centro de todo, y es quien consigue que la abuela recobre las ganas de vivir. En la narración hay una frase que me parece clave: Abandona a tus hijos y estarán obsesionados contigo toda la vida –leí una vez–, pero ¿qué pasa cuando son ellos los que te abandonan a ti?

Otra de las sorpresas (y rarezas) es que está contada como si fuera una narración clásica, muy alejada de la sordidez habitual de las novelas sobre toxicómanos. Y la tercera es el giro que dan en el último capítulo, que para mí es el mejor acierto del libro porque resulta inesperado y nos da otra visión del asunto. El libro está nominado al Prix Femina Étranger. Boyt es, sin duda, una gran escritora, muy emocional. Aquí va un extracto:

Nos habíamos sentado en mi salita, distribuidas entre las butacas verde mar y el viejo sofá azul, susurrando mientras Lily dormía en la habitación contigua. Cuando nadie hablaba, se podía oír su respiración. Me encantaba oírla dormir porque sonaba como si estuviera inhalando vida. Todas querían noticias de Eleanor, o al menos preguntaron por ella, pero yo nunca sabía qué decir. “Sigue como siempre”, respondía evasiva algunas veces, o con ironía: “Bueno, ya sabéis”, pero era difícil dar con el tono adecuado. Hace unos años cometí un error y les dije a sus oídos ansiosos: “Está estable”, pero me refería a que no me constaba ningún deterioro reciente, y eso no es el significado exacto de “estable”. Al principio lo tomaron como una declaración de mejoría y me dedicaron amplias sonrisas comprensivas y felicitaciones con los ojos empañados, pero ninguna volvió a insistir cuando se dieron cuenta del malentendido. A veces me preocupaba que mi tristeza les pareciera insuficiente o que pensaran que me había faltado valor. Siempre percibía cualquier enrarecimiento del ambiente: inquietud, juicios, una extraña presión anárquica que me endurecía.
Flotaba en el aire la idea de que tener a Lily compensaba de varias formas la pérdida de Eleanor. Cuando, a través del monitor, la escuchaba asimilar su día en forma de cómicos murmullos mientras yo me sentaba a corregir en la mesa de la cocina, sí que había una especie de luminosa perfección entre nosotras dos. Yo siempre sonreía porque cuanto más cansada estaba Lily, más internacional sonaba su monólogo. Pero si Lily llegaba a creer que era su trabajo repararme, entonces yo habría fracasado por partida doble.



[Muñeca Infinita. Traducción de Magdalena Palmer]

Una sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano

 

Nunca me había pasado de andar sin un peso en el bolsillo. No podía comprar nada y no me quedaba nada por vender. Mientras iba en el tren me gustaba mirar el atardecer en la llanura pero ahora me era indiferente y hacía tanto calor que esperaba con ansiedad que llegara la noche para echarme a dormir debajo de un puente.

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Tantas veces empecé de nuevo que por momentos sentía la tentación de abandonarme. ¿Por qué si una vez conseguí salir del pozo volví a caer como un estúpido? “Porque es tu pozo”, me respondí, “porque lo cavaste con tus propias manos”.

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Esa vida cerrada, plagada de chismes y miedos, los volvía hostiles a lo desconocido.

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-¿De verdad estuvo en Montecarlo?
-De verdad. Hay una playa y un príncipe.
-¿Y qué hace acá?
-Cosas de la vida.
-Usted es un impostor, ¿verdad?
-De algún modo todos lo somos. ¿Le interesa la filosofía?

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Yo también me alejé porque se me estaban aflojando las tripas. Allí, agachado entre los pastos, tuve la sensación de que ya no existíamos para nadie, ni siquiera para nosotros mismos. Nos conformábamos con la promesa de un desplante o con un cheque inútil. Lo que nos atraía era mirar nuestra propia sombra derrumbada y quizá pronto íbamos a confundirnos con ella.



[Grijalbo Mondadori]

viernes, septiembre 20, 2024

Los descalzos. Poesía completa (1976 – 2023), de Francisco Javier Irazoki

 

 

GENTE QUE CAMINA EN MI MENTE

De noche suenan los teléfonos y escucho las voces que llaman desde el país donde nací.
Me anuncian la muerte de una persona que conocí en mi infancia o juventud e, inmediatamente, siento la desaparición de un paisaje. La superficie que se desgaja deja en la niebla un torso, los brazos, los pies que fueron dos caminos paralelos. El roble y la higuera son ojos borrados cuando las frases salen del teléfono y entran en mis oídos.
En mis visitas a Lesaka, compruebo que los terrenos se han encogido. Las púas de los alambres que delimitaban las praderas sujetan ahora unos retales blancos, y el viento bate esos jirones de las ropas de los ausentes.
Otras llamadas siguen despegando las calles del pueblo, y aumenta el grupo  de hombres y mujeres que pasean en mi memoria al despedirse de una patria de huecos.
Pronto seré el viejo que lleva en un bolsillo toda la extensión de su tierra.

**

Algunos miembros de mi familia murieron después de largas enfermedades. Cuando aún era adolescente, vi la agonía de mi padre y de un tío materno. Las imágenes de su dolor me convirtieron en un hombre viejo antes de llegar a la edad adulta. Mi juventud fue la de un anciano sin amargura. La contemplación temprana de la muerte me había apartado del lujo de las lágrimas. Quise exprimir el tiempo. Y la queja, el hastío y la ira me parecieron diferentes formas de comodidad. Pero no me rendí a la dureza de carácter, sino que todo resultó suave: dejé a un lado ciertas trampas. Percibí que el resentimiento poda los días o acelera los relojes. Han pasado décadas. Las he vivido con una intensidad lenta. O con un asombro que encierra partes perdidas de la adolescencia y juventud. A menudo regresan los sonidos y las palabras últimas de mi padre. Terminan de construir una muralla que me sirve de filtro. La gratitud es el tamiz que me separa de lo oscuro. Y con las humillaciones del dolor he moldeado mi respuesta: celebrar la vida contra las amenazas de su sufrimiento.

**

SUBIR A LA INFANCIA

De noche subo a mi infancia.

Voy desenterrando animales,
palabras,
ropa deshecha
o embarrada por los años.

Cerca del camino,
un arbolado con mis raíces:
el ramaje de hombres trashumantes,
hielo, madrigueras,
astillas del padre solitario,
una mujer que ha envejecido
escondida en la elegancia.

Sigo subiendo sin luces.
Un río es mi colegio
y escucho las lecciones
de futuro
en sus sonidos:
los países extranjeros
serán mi sanatorio;
no aceptaré el fracaso
de morir con amargura.



[Ediciones Hiperión]

martes, septiembre 17, 2024

Próximamente: Películas que erizan la piel [Edición ampliada]

 

De Vicente Muñoz Álvarez. 

En Underdog Ventures. 

Más datos: aquí.

viernes, septiembre 13, 2024

Obras completas, de Wolfgang Borchert

 

Supe de este libro hace muchos años y gracias a David González. En seguida lo compré aunque no lo leí. Con el tiempo otro colega, Salva Rubio, escribió sobre el autor en su perfil y en un reportaje.

Por fin me dio por sacarlo del estante y leerlo y os garantizo que es magnífico. La historia de Borchert tiene tela porque le hicieron enrolarse en las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo en prisión, sufrió heridas en combate y padeció enfermedades y murió a los 26 años, dejando unas obras completas breves en las que había relatos, poemas y una obra teatral.

Los relatos demuestran una madurez excepcional, tanto personal como literaria. Borchert escribía deprisa, con el tiempo sobre la nuca y sin detenerse en florituras, y el resultado es una prosa que impacta y va al grano. Los poemas me parecieron más endebles; incluso a él mismo no le parecían gran cosa. La obra teatral está bastante bien y fue llevada al cine en varias ocasiones.

También recomiendo leerse el epílogo de Fernando Aramburu: además de traducir todos los textos, aporta datos puntuales. Unos fragmentos:

¿No lo sabes? ¿No sabes lo horribles que son los gritos que crecen en el mundo, que crecen llenos de angustia en el mundo que sube por dentro de ti y brama? Que brama en el silencio de la noche, brama en el silencio del amor, brama en la muda soledad. Y los gritos dicen: ¡Escarnio! Dicen: ¡Dios! Dicen: ¡Vida! Dicen: ¡Miedo! Y nosotros estamos a su merced con toda la sangre que contenemos.
Nos reímos. Y nuestra muerte está prevista desde el principio.
Nos reímos. Y nuestra putrefacción es inevitable.
Hoy al atardecer. Pasado mañana.
Dentro de nueve mil años. Siempre.
Nos reímos, pero nuestra vida ha sido arrojada, entregada fatalmente al azar. A lo casual, ¿comprendes? Lo que en el mundo cae, puede caer sobre ti y aplastarte o dejarte intacto. Según la casualidad decida casualmente. Y nosotros: a merced de ella, arrojados para que nos devore.


[Del relato “Conversación por encima de los tejados”]

**

No, la vida es algo más que correr bajo la lluvia y asir picaportes. Es algo más que pasar por delante de caras y recordar olores. La vida es: tener miedo. Y tener alegría. Tener miedo de caer bajo el tren. Y alegría porque no hemos caído bajo el tren. Alegría de poder seguir adelante.

[Del relato “La ciudad”]

**

El canadiense no podía parar de reír. Reía y reía. Pero no se reía de alegría ni tampoco de placer. Se reía. Reía por incredulidad, por sorpresa, por asombro, por duda. Reía porque no era capaz de imaginar. Reía porque le parecía imposible. Reía porque era monstruoso. Reía porque le daba escalofríos, porque estaba paralizado, porque sentía horror. Sentía horror y reía.

[Del relato “Billbrook”]



[Laetoli. Traducción de Fernando Aramburu]

Mercaderes del espacio, de Frederik Pohl y C. M. Kornbluth

 

 

No sé por qué no he leído antes esta inmensa novela, que va directamente a mi top de obras predilectas de ciencia ficción. Publicada en los años 50, me parece más actual que nunca: una sátira sobre el consumismo, la publicidad, el agotamiento de los recursos (los protagonistas quieren colonizar Venus para seguir explotando otros planetas), la esclavitud de muchos empleos y el modo de convencer al comprador para que el eslogan de cada producto se instale en su cabeza como un virus.

Atención al pasaje en que el protagonista (obligado a trabajar con la plebe tras haber vivido en uno de los escalafones más altos de la sociedad) descubre cómo lo endeudan con un contrato: cada paso que da y cada opción que elige, requiere a cambio un adelanto o un préstamo que no logra pagar por completo... pero esos pasos son necesarios para su supervivencia. Así que está atrapado, como esas prostitutas que siempre deben dinero y no pueden librarse hasta zanjar la deuda. En fin, la vida misma en clave de distopía. No os la perdáis.



[Minotauro. Traducción de Luis Domènech]

Aquí empieza nuestra historia, de Tobias Wolff

 

Hacía siglos que no leía a Tobias Wolff, de quien sobre todo os recomiendo la novela Vieja escuela, cualquier libro suyo de relatos y En el ejército del faraón (Vida de este chico me gustó menos de lo que esperaba, y curiosamente es el único libro de su obra que suelen reeditar en España).

Aquí empieza nuestra historia es una selección hecha por el propio escritor, que mezcla cuentos escogidos y cuentos inéditos (ojo, dado que es una selección faltan unos cuantos relatos importantes). Para mí es uno de los grandes, primero por cómo trata las relaciones y los conflictos entre las personas y segundo porque te mete en un paisaje y en un estado de ánimo con apenas dos pinceladas. Casi todos los cuentos son puras lecciones de estructura y narrativa. Para disfrutar con un maestro.



[Alfaguara. Traducción de Mariano Antolín Rato]

viernes, septiembre 06, 2024

El percherón mortal, de John Franklin Bardin

 

 

Uno de los mejores rescates del año. Cuando era chaval e iba con frecuencia a la biblioteca de mi ciudad, estuve dándole vueltas a los libros de John Franklin Bardin y leí alguno de ellos (no estoy seguro de cuál, puede que fuera El final de Philip Banter porque rodaron una película al respecto). Con los años y mi traslado a Madrid vi en las librerías de saldo varios ejemplares de Bardin, como fue el caso de los de otros grandes pero poco conocidos del género negro, y pienso en Marc Behm o Jerome Charyn, pero siempre aplazaba las compras. No sé por qué, pues en cambio sí fui pillando algunos títulos baratos de los otros dos autores. Supongo que las ediciones no me convencían. Ahora que Impedimenta, con su habitual edición exquisita, ha reeditado uno de ellos, me he apresurado a comprarlo y leerlo. Y espero que acaben rescatando los otros títulos de la trilogía (el mencionado Banter y Al salir del infierno).

El percherón mortal es una novela acojonante, llena de inventiva y de giros continuos e inesperados. Ninguna sinopsis le hace justicia porque caería en demasiados spoilers, y una de sus virtudes es cómo te sorprende en cada capítulo. Comienza, como es habitual en el género, con un tipo que acude al despacho de alguien… sólo que esta vez no es un detective privado sino un psiquiatra. El cliente quiere que le trate porque le suceden cosas tan extrañas que duda de su juicio. El psiquiatra, George Matthews, se implica hasta que se ve metido hasta el cuello en el caso.

No se puede contar mucho más. Mencionemos algunos de los elementos que conforman la novela: cicatrices, torturas, enanos, amnesia pasajera, caballos que cuestan una pasta, identidades perdidas o que se cruzan… Dos extractos:     

-Puedo entenderlo perfectamente –dijo–. Como sabes probablemente, algunos criminólogos sostienen que muchas personalidades criminales pueden deberse a desfiguraciones físicas. Las cicatrices producen crímenes.

**

Ahora sabía quiénes eran mis enemigos, aun cuando no supiera por qué eran mis enemigos.



[Impedimenta. Traducción de César Aira]