viernes, mayo 26, 2023

Besos humanos, de Francisco Ferrer Lerín

 

LA CASA

Regresé a los treinta años de mi muerte. La casa, vieja, sin aquella mano de pintura que nunca pudimos dar; los libros, sepultados por el polvo; los muebles, devorados por la carcoma. Ni rastro de los míos. Mi mujer, enterrada lejos, en el sur seco y amarillo. Mis dos hijos, a los que tanto quise, irremisiblemente borrados, sin pistas para saber qué habrá sido de ellos. Subo y bajo escaleras, cojo el ascensor, recorro el inmenso garaje, paseo por la acera, pero no conozco a nadie, no queda nadie de aquel tiempo. y no puedo preguntar a esa gente extraña, porque no me oyen y, quizá, ni me ven. No debí volver.

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TRIÁNGULO GMAIL

A descubre el blog de B
A investiga quién es realmente B
A escribe a B
B pregunta a A quién es
A se niega a decirlo
B acepta una relación electrónica con A pese a hallarse en desventaja
C conoce, dada su labor de vigilancia y protección de B, la relación entre A y B
C sabe quién es A pero no se lo comunica a B
B informa a A de la existencia y del papel de C
A llora al ver que la confidencialidad del correo con B ha sido violada
A dinamita la relación y los proyectos comunes con B
B muere de pena

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UN ESTILO

En marzo de 2006 conocí a una mujer de rodillas adelantadas; quiero decir que al caminar, y en especial si llevaba tacones, las choquezuelas iban dos palmos por delante de lo más prominente del busto. Nada que objetar –incluso pudo gustarme–, pero cierto día en que recorríamos la escollera de Alicante comprobé horrorizado que una barahúnda de chiquillos y, también, algunas gaviotas y fumareles imitaban con descaro los andares de mi amada. Rompimos.   

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FUE FELIZ

Nunca necesitó viajar.
Nunca necesitó expresarse en una lengua que no fuera la suya.
 

[Anagrama]

Cuentos, de Ernest Hemingway

 

Muchos años atrás leí la famosa recopilación de relatos de Ernest Hemingway y en aquel entonces no me entusiasmaron: no por la calidad, sino por los temas repetitivos o por algo en la prosa, no lo recuerdo (creo que escribí algo al respecto, pero ni me voy a molestar en buscarlo). El caso es que luego anunciaron una nueva traducción, a cargo de Damián Alou, quien para mí es un traductor bastante bueno y fiable, y la compré cuando salió en bolsillo. Algo me decía que yo no había leído bien la narrativa breve completa de Hemingway. En fin, no sé si fue la traducción antigua o la edición vetusta, pero esta vez he disfrutado de principio a fin, incluso los relatos sobre toreros me han convencido.

El libro está lleno de joyas, caso de “Los asesinos”, “El invicto”, “El fin de algo”, “Un lugar limpio y bien iluminado” o “Las nieves del Kilimanjaro”. En todos ellos asombra cómo se las arregla Hemingway para resolver y estructurar tramas y asuntos y personajes de los que en ocasiones sólo da algunas pinceladas, cómo dosifica las palabras y maneja con soltura los diálogos. Creo que a menudo leemos mal a Hemingway o no lo comprendemos (o puede ser por culpa de las antiguas traducciones, no lo sé: el caso es que en los últimos años en Penguin se han ocupado de traducir de nuevo gran parte de su obra… por algo será). No hace demasiado leí El jardín del edén, que no es de sus libros más favorecidos por la crítica… y me entusiasmó. Igual que otros que leí antaño: París era una fiesta, El viejo y el mar, etcétera. Siempre se aprende de Hemingway, incluso de sus libros menores.



[DeBolsillo. Traducción de Damián Alou]

lunes, mayo 22, 2023

Martin Amis (1949 - 2023)

 

©Guillem Lopez/Zuma Press

jueves, mayo 18, 2023

La naranja mecánica [Edición especial 60 aniversario], de Anthony Burgess

 

 

Muchos años después de mi primera lectura de La naranja mecánica, compré la nueva edición especial aniversario para releerla. Incluye jugosos extras y aciertos: nueva traducción, tapa dura, ilustraciones, inclusión del famoso capítulo 21, prólogo y notas de Andrew Biswell y varios textos de otros autores, además de los de Anthony Burgess. Como la novela ya la conoce mucha gente (aunque esta traducción engrandece aún más el libro), voy a copiar aquí algunas citas de los textos incluidos en el apartado de extras, indicando al final de cada uno de ellos el título al que pertenece.  

Citas de los ensayos y artículos:

El título es lo menos difícil de explicar. En 1945, licenciado del ejército, oí a un cockney octogenario en un pub de Londres decir que alguien era “tan raro como una naranja mecánica”. Lo de “rarito” no significaba homosexual: significaba loco. La frase me intrigó con su extraña fusión de lo demótico y lo surrealista. Durante casi veinte años quise utilizarla como título de algo. Durante esos veinte años la oí varias veces más, en estaciones de metro, en pubs, en representaciones de televisión, pero siempre en boca de los cockneys de mayor edad, nunca de los jóvenes. Era un tropo tradicional, y lo que pedía era servir de título de una obra que combinara la preocupación por la tradición y una técnica extraña. La oportunidad de utilizarla surgió cuando concebí la idea de escribir una novela sobre el lavado de cerebro. El Stephan Dedalus de Joyce (en el Ulises) se refiere al mundo como una “naranja oblonga”: el hombre es un microcosmos o un pequeño mundo; es un crecimiento tan orgánico como una fruta, capaz de tener color, fragancia y dulzura; entrometerse en él, condicionarlo, es convertirlo en una creación mecánica.

Anthony Burgess, “Mermelada mecánica”

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Pero hacia ese mecanismo, el Estado, que en primer lugar se preocupa por la autoperpetuación y, en segundo lugar, es más feliz cuando los seres humanos son predecibles y controlables, no tenemos ningún deber, ciertamente ningún deber de caridad.

Anthony Burgess, “Mermelada mecánica”

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Pero en cierto sentido, la destrucción es un medio de creación. Cuando un vándalo le propina un golpe a un lateral de una cabina telefónica, o raya su nombre en la pared de un vagón de metro, está dejando su marca. Lo sepa o no, intenta demostrar que existe y que tiene la capacidad de afectar y cambiar las cosas. La violencia destructiva es una forma de decir: “Mira, estoy aquí”. Es la forma más fácil. Eso es creación negativa. La creación positiva es mucho más difícil, requiere paciencia y talento. Por supuesto, estos jóvenes rufianes no tienen paciencia. Es mucho más fácil destruir que obtener un bloque de piedra y esculpir lenta y cuidadosamente una imagen. Eso requiere ser un artista. La violencia es mucho más rápida; y para los matones, el camorrista, supongo que la violencia es más gratificante porque es más libre. No hay restricciones y no hay control. También existe este impulso de libertad en la violencia.

“Extracto de una entrevista inédita con Anthony Burgess”

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El artista es un rebelde que desafía el control a través de su obra. Se escapa a su armario, donde pinta, o escribe, o esculpe, y así de esta manera mantiene su identidad. Puede que la violencia criminal sea una expresión del mismo tipo, o de una clase similar de libertad. Sin embargo, en el momento en que utilizas la violencia, estás fuera de control.

“Extracto de una entrevista inédita con Anthony Burgess”

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La violencia es el caos. Hay una guerra constante entre lo caótico y lo estético, y el individuo debe luchar para afirmar su propia autoridad.

“Extracto de una entrevista inédita con Anthony Burgess”

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Cuando los seres humanos se ven incapaces de realizar actos de maldad, también se ven incapaces de realizar actos de bondad. Porque ambos dependen de lo que San Agustín llamó liberum arbitrium, el libre albedrío. Nos guste o no, el poder de elección moral es lo que nos hace humanos. Para que la elección moral exista, debe haber objetos de elección opuestos. En otras palabras, tiene que existir el mal. Pero también tiene que existir el bien.

Anthony Burgess, “Nota de programa para La naranja mecánica 2004”

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A los verdaderos artistas siempre se les trata como si hubieran inventado el mal, pero su verdadera tarea, una de tantas, es demostrar que el mal existía mucho antes de que manejaran su primer bolígrafo o procesador de textos. Si un escritor no dice la verdad es mejor que no escriba.

Anthony Burgess, “Nota de programa para La naranja mecánica 2004”

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La violencia fascina porque es el anverso de la única cosa que la humanidad comparte con Dios: la capacidad de crear. La creación requiere talento y la violencia no, pero ambas tienen el mismo resultado: la transformación de la materia natural, la excitación rozando lo orgásmico, una sensación de poder. Si hay vergüenza en la perpetración de la violencia, en contraposición a la de la euforia casi religiosa de producir una obra de arte, esta se justifica fácilmente por el sentido de un fin exaltado del que la violencia es el medio: la construcción de una sociedad mejor, por ejemplo.

Anthony Burgess, “Una última palabra sobre la violencia”

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La violencia solo se puede contrarrestar con la violencia, y ahora debemos aceptar que la brutalidad, a menudo llevada a cabo en nombre de los motivos más elevados, es un aspecto imborrable de la vida contemporánea. No me refiero únicamente a la tortura y el asesinato, sino también a la violencia ejercida sobre la estabilidad de la comunidad a través de medios como la inflación, y la más terrible violencia, promulgada en nombre del progreso tecnológico, que se ejerce sobre el medio ambiente. Todos nos hemos acostumbrado a la violencia: es nuestra noticia diaria y nuestro entretenimiento nocturno.

Anthony Burgess, “Una última palabra sobre la violencia”



[Minotauro. Traducción de Juan Pascual Martínez Fernández]

viernes, mayo 12, 2023

Construyendo Babel, de Hilario J. Rodríguez

 

 

A cualquier desconocido que ahora recorriese el pasillo principal de esta casa o que entrase en alguna de sus habitaciones, lo que encontrase le parecería una falsificación, despojado todo de los recuerdos y el trato que convierten las cosas en cosas. Ya no está mi madre para defenderlas, para proporcionarles un alma, una historia. Tampoco mi padre. Me pregunto si a mi madre la enterraron con las cartas que le envió mi padre durante los dos años anteriores a su boda. ¿Le daría a ella tiempo para despedirse de su colección de dedales de cerámica? ¿Le dio tiempo a mi padre para despedirse de sus libros? Su biblioteca hace años que desapareció, convertida luego la habitación donde estaba en un dormitorio que nadie llegó a usar, al menos permanentemente. De no ser por mi presencia, ahora mismo la casa entera podría considerarse como los restos de una civilización, como la cripta donde se amontonan sus secretos, a punto de quedar sellada para siempre. Ojalá fuese japonés y pudiera despedirme de todo con una ceremonia en un templo; ellos, los japoneses, lo hacen con los pinceles para escribir, con las gafas, con los kimonos de seda, con la cerámica reconstruida gracias a la técnica del kintsugi... Dicen adiós en los templos; nosotros decimos adiós en los libros.

Veo en una de las estanterías del salón los cinco tomos de la tesis de mi padre y al lado del último está
Construyendo Babel. Lo abro y, mientras recorro sus páginas, me encuentro tickets de compra casi borrados, dibujos de mi sobrino Diego, una postal de mi hermano Carlos desde Pekín y recortes de prensa que no sé cómo interpretar. Me gusta, no obstante, la idea de que los libros sean, además de libros, espacios y que en esos espacios quepan muchas cosas, no solo historias. Pero, sobre todo, me gusta que los libros sean aventuras capaces de convertir a sus lectores en aventureros que se adentran en sus historias como exploradores abriéndose camino en la jungla a golpe de machete o avanzando en una zona de arenas movedizas de donde no resulta fácil salir con vida. Esa es mi idea de la literatura: la de los libros que dan forma a su propio género, la de los libros que no fundan una única memoria porque cada lector combina sus elementos de una forma distinta y los entiende a su manera.

Hace unos días, antes de venir a la casa de mis padres, a casa, fui al Museo Reina Sofía a ver una exposición sobre el escritor Ernst Jünger y su estancia en París durante los años de la ocupación en la Segunda Guerra Mundial. Delante de las fotografías de oficiales de las SS posando al lado de alocadas francesitas con un corte a lo
garçon y una sonrisa postiza pensé un par de veces en la pirámide que hoy en día sirve de entrada al Museo del Louvre, de las mismas proporciones que la de Keops. Pensé en la pirámide al sentir, ante las fotografías, las estilográficas y los cuadernos con cubierta de cuero desplegados minuciosamente en expositores, que no estaba viendo objetos artísticos, sino más bien objetos que pertenecían a los muertos, y que todo aquello, de ser arte, era a lo sumo arte funerario. Ahora me doy cuenta de la exactitud de mis sentimientos al ver a mis padres convertidos en faraones de Egipto y al notar que este libro, que hace años se propuso ser una biblioteca de la memoria, ha acabado convirtiéndose en una pirámide.



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jueves, mayo 04, 2023

El asesinato del perdedor, de Camilo José Cela

 

La vejez se presenta de golpe y sin avisar, para Trotski es lo más inesperado que puede acontecer al hombre, un hombre es joven hasta que una mañana se da cuenta de que es viejo, nadie le había advertido que iba a ser viejo de un momento a otro y la nueva situación lo desorienta.

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[…] el triunfador acaba convirtiéndose en un parásito administrativo, es un uso habitual en política, algo que viene regulado desde hace ya muy largos años por el derecho consuetudinario.

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Si queréis convertir a España en un país de peones anestesiados, no tenéis más que apartar a los españoles de las humanidades; el camino es bien fácil.

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Los fracasos históricos son un juego de niños al lado de las frustraciones individuales y la angustia que puede producir la idea de la proximidad de la muerte. Es grave sentirse naufragar en un hondo agujero negro del que no se quiere salir, y es muy difícil acertar en la diana de los buenos propósitos cuando poco a poco se nos han ido cerrando todas las puertas. El individuo paga en su alma la quiebra de las estructuras sociales y después, cuando empieza a darse cuenta del incendio en el que acabará consumiéndose, no suele tener ya interés en nada, ni siquiera en vivir pobremente, eso que pudiera ser un gran consuelo.



[DeBolsillo]