jueves, septiembre 29, 2022

Espacios sin aire, de Shulamith Firestone

 

 

En la editorial Muñeca Infinita continúan la labor de rescate de autoras aquí inéditas y en las que nadie antes había reparado (hablo de España). Espacios sin aire, de Shulamith Firestone (1945 – 2012), autora combativa y símbolo del feminismo, es un sorprendente y doloroso libro inspirado en todo cuanto concierne a la enfermedad mental, que padeció ella misma durante años: las estancias hospitalarias y las rutinas en esos lugares, aderezadas siempre de hostilidad, exceso de fármacos y otras imposiciones que lastraban el ánimo de los pacientes y los empeoraban; las biografías breves de un puñado de perdedores a lo que conoció la escritora; la vida al salir del hospital, que no es mejor que antes de la entrada porque el desequilibrio no se reduce, sólo ha sido controlado y reprimido; los suicidios de amigos y conocidos; el encuentro con algún que otro famoso…

Firestone eligió contarlo mediante textos (en su mayoría breves) en los que no sólo relata sus trastornos y sus infortunios, también los de otras personas. Esos textos cobran a veces la forma del cuento, en otras ocasiones parecen pequeños ensayos, e incluso trozos de memorias donde pasa a la primera persona del singular. El conjunto, híbrido, plural, con párrafos que escuecen, ofrece un retrato nada complaciente del funcionamiento de las instituciones de antaño (basta con asomarse a Alguien voló sobre el nido del cuco, novela y película, para entender las intenciones de Firestone), que a menudo no sólo no curaban al paciente enfermo, sino que enfermaban al inquilino sano que entraba ahí por un diagnóstico erróneo o por la imposición de sus familiares.      

Veamos, de muestra, este fragmento del texto titulado “Parálisis emocional”:

No podía leer. No podía escribir. Cuando llegó al hospital la primera vez estaba leyendo el Infierno de Dante, según recordaba, y a un ritmo bastante bueno, pero al salir no podía siquiera hojear una revista de moda. Las palabras rebotaban en su frente como si fuera de acero; no podía prestar atención al contenido de ningún material escrito, fuera serio o liviano. ¿Por qué? ¿Por qué leer eso? ¿Por qué absorberlo? Esa incapacidad también afectaba a películas y cintas de vídeo, ordenadores y teléfonos; los últimos avances asombrosos en la tecnología la dejaban fría, apenas podía encender una radio, ni hablar de programar una grabación de vídeo.
El tiempo que alguna vez llenaron la escritura, la lectura y el cine quedó vacío. Tampoco quería salir a divertirse. Estaba envejeciendo y además no tenía dinero. Sus viejos hábitos de recluirse y evitar toda distracción seguían funcionando, pero ya no tenía nada por lo que recluirse y evitar distraerse. De vez en cuando se esforzaba por escribir, pero la vieja emoción de hacerlo no venía o, si lo hacía, se apagaba por la mañana después de su medicación nocturna. Era como follar por obligación. Cada palabra salía con dolor y mucho trabajo. Pero al igual que en el sexo, incluso la masturbación, lo que le faltaba era iniciativa.




[Muñeca Infinita. Traducción de Claudio Iglesias]


martes, septiembre 27, 2022

El sentido de un final, de Julian Barnes

 

Se me ocurre que aquí puede residir una de las diferencias entre la juventud y la vejez: cuando somos jóvenes, nos inventamos futuros distintos para nosotros mismos; cuando somos viejos, inventamos pasados distintos para los demás.

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Pero si la nostalgia significa la poderosa rememoración de emociones intensas –y lamentar que esos sentimientos ya no estén presentes en nuestra vida–, entonces me declaro culpable.

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Pero el tiempo…, el tiempo primero nos encalla y después nos confunde. Creíamos ser maduros cuando lo único que hacíamos era estar a salvo. Pensábamos que éramos responsables pero sólo éramos cobardes. Lo que llamábamos realismo resultó ser una manera de evitar las cosas en lugar de afrontarlas. El tiempo…, que nos den tiempo suficiente y nuestras decisiones más sólidas parecerán temblorosas, nuestras certezas fantasías.

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¿Cuántas veces contamos la historia de nuestra vida? ¿Cuántas veces la adaptamos, la embellecemos, introducimos astutos cortes? Y cuanto más se alarga la vida, menos personas nos rodean para rebatir nuestro relato, para recordarnos que nuestra vida no es nuestra, sino sólo la historia que hemos contado de ella. Contado a otros, pero, sobre todo, a nosotros mismos.



[Anagrama. Traducción de Jaime Zulaika]

viernes, septiembre 16, 2022

Próximamente: El estrecho de Bering

 

 

De Emmanuel Carrère. En Anagrama.

martes, septiembre 13, 2022

domingo, septiembre 11, 2022

viernes, septiembre 09, 2022

Diario 1887–1910, de Jules Renard. Edición y selección de Josep Massot e Ignacio Vidal-Folch

 


Trabajas todos los días. Te tomas la vida en serio. Crees fervorosamente en tu arte. Eres moderado con la mujer. Pero no serás nada.


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Sí, lo sé. Todos los grandes hombres primero fueron ignorados; pero yo no soy un gran hombre, así que preferiría ser famoso inmediatamente.


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-Querido director –dice Schwob–, si aún duda en aceptar mi manuscrito, imagínese por un momento que estoy muerto.


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Solo hago vida social cuando tengo ganas de aburrirme.


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No basta con ser feliz: además es necesario que los demás no lo sean.


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Para triunfar hay que escribir inmundicias o bien obras maestras. ¿De qué se siente usted más capaz?


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¡La palabra exacta! ¡La palabra exacta! ¡Qué ahorro de papel el día en que una ley obligue a los escritores a ser precisos!


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Entérate de que no habrás progresado realmente hasta que hayas perdido el deseo de demostrar que tienes talento.


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Releerme es suicidarme.


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Nunca podrá usted hablar tan mal de mí como yo pensaría de usted, si pensase en usted.


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Por más que haga, el remordimiento más doloroso del artista es no ganar dinero.


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Por lo menos el oficio de escritor es el único en el que se puede, sin caer en el ridículo, no ganar dinero.


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La literatura es un oficio en el que alguien que tiene talento tiene que demostrárselo continuamente a gente que no lo tiene.




[DeBolsillo. Traducción de Ignacio Vidal-Folch]


jueves, septiembre 01, 2022