El alcoholismo escandaliza cuando es la mujer la que bebe: una mujer alcohólica es poco frecuente y debe tomarse en serio. Lo que se alcanza es la naturaleza divina. He podido ver ese escándalo a mi alrededor. En mi época, para tener la fuerza de afrontarlo en público, como por ejemplo entrar sola en un bar por la noche, era preciso haber bebido ya.
Siempre es demasiado tarde cuando se dice a la gente que bebe demasiado. “Bebes demasiado”. Siempre parece vergonzoso decirlo. Uno mismo jamás sabe que es alcohólico. En un cien por cien de los casos la noticia se recibe como un insulto, y contestas: “Si me dices eso, es que me odias”. En cuanto a mí, el mal estaba ya muy avanzado cuando me lo dijeron.
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Escribir no es contar historias. Es lo contrario de contar historias. Es contarlo todo a la vez. Es contar una historia y la ausencia de esta historia. Es contar una historia que sucede debido a su ausencia.
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Yo he tirado, y lo he lamentado. Siempre lamentamos haber tirado algo en cierto momento de la vida. Pero si no tiramos ni nos desprendemos de las cosas porque queremos detener el tiempo, nos podemos pasar la vida ordenando y archivando la vida. Las mujeres guardan a menudo las facturas de la electricidad y del gas durante veinte años, sólo para archivar el tiempo, archivar sus méritos y el tiempo que ha pasado por ellas, aunque todo se disipe.
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Así que ya veis que escribo para nada. Escribo como hay que escribir, me parece. Escribo para nada. Ni siquiera escribo para las mujeres. Escribo sobre las mujeres para escribir sobre mí, sólo sobre mí a través de los siglos.
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Ahora es cuando me reprocho escribir, porque siempre me pasa lo mismo cuando acabo un libro. Y si es para caer luego en el estado en que me encuentro, no vale la pena escribir. Si no puedo asumir esto sin correr el riesgo de beber, no vale la pena que escriba, es lo que me digo algunas veces, como si pudiera aferrarme a ello. También es eso el estado peligroso.
[Alianza Editorial. Traducción de Menene Gras Balaguer]