jueves, febrero 28, 2019

Los palimpsestos, de Aleksandra Lun


Me llamo Czesław Przęśnicki, soy un miserable inmigrante de Europa del Este y un escritor fracasado, hace tiempo que no mantengo relaciones sexuales y estoy ingresado en un manicomio en Bélgica, un país que lleva un año sin gobierno. Las razones por las que me encuentro entre los fríos muros de un hospital psiquiátrico en el norte de Europa son para mí un misterio igual de inexplicable que el fracaso de mi vida sexual, que desde hace años me tiene sumido en la abulia y la frustración.

**

Pero los escritores escribimos por unas razones que resultan de nuestra bajeza moral, a saber, ambición, ego desmesurado, angustia, ganas de destacar, arrogancia y miedo de morir.

**

-Escribir en un idioma extranjero es una experiencia asombrosa; es más –Cioran continuaba mirando al cielo–, para un escritor cambiar de idioma es como escribir una carta de amor con un diccionario.

**

-Tengo que irme. Oye, ¿de qué va esa historia de kaskader?
-Es el protagonista de mi novela en antártico, un doble polaco que de día salta al vacío en los rodajes de las películas de acción y de noche escribe una novela en un observatorio astronómico. –Miré al suelo.
-Saltos, vacíos y abismos suelen ser pretenciosos, Przęśnicki –Cioran se subió a la bicicleta–, pero lo importante es que el libro no esté en tu lengua materna y que sea peligroso. Cada libro tiene que ser un peligro.

**

Ionesco apretó los labios y me dirigió una mirada cansada.
-¿Por qué la gente espera que los autores contestemos a preguntas? –abrió la puerta–. Soy autor porque deseo hacer preguntas. Si tuviera respuestas, sería político.

**

-Lo importante, Przęśnicki –Agota Kristof dio una calada rápida–, es escribir. Primero hay que escribir. Luego hay que continuar escribiendo. Aunque lo que uno escriba no interese a nadie.


[Editorial Minúscula]  

Próximamente: Sigue el viento libre


De Leigh Brackett. En Valdemar.

lunes, febrero 25, 2019

Oscars 2019



Lista completa: aquí.



domingo, febrero 24, 2019

Y siguió la fiesta, de Alan Riding



Con el subtítulo "La vida cultural en el París ocupado por los nazis", Alan Riding reconstruye aquellos años bajo la forma del reportaje o ensayo histórico, elaborando un enorme fresco donde abundan los nombres, los testimonios, las anécdotas inolvidables, las relaciones entre los artistas y los vínculos con soldados y políticos. Por el libro desfilan cineastas, escritores, poetas, filósofos, pintores… Es un ejemplo de cómo, en tiempos difíciles, responde cada ser humano a las situaciones que nos ponen entre la espada y la pared: los hubo que se adaptaron, los hubo que vivieron como si nada hubiera cambiado, los hubo que salieron escaldados… Todo el entramado de relaciones entre los artistas y cómo lograron salir adelante, continuando con sus trabajos y sus obras, resulta fascinante. Es notorio que, en tiempos de invasiones y de dictaduras, la cultura jamás muere, sino que sus "actores" tratan de adaptarse, de esquivar la censura, de burlar a quienes calzan la bota de hierro, de seguir viviendo sus vidas y consolidando sus obras. En algunos casos, desde luego, esto es cuestionable, sobre todo entre quienes colaboran totalmente con el enemigo o quienes doblan cuanto pueden el espinazo. El trabajo de Riding me parece formidable. Aquí van un par de fragmentos:

Guéhenno no se alegró, ni mucho menos, cuando la Nouvelle Revue Francaise anunció que contaba con Gide, Giono y Jouhandeau para su primera edición y con Valèry y Montherlant para la segunda. El 30 de noviembre de 1940, escribió: "El hombre de letras, en tanto que especie, no forma parte de las mejores especies humanas. Incapaz de sobrevivir demasiado tiempo oculto, vendería su alma para ver su nombre impreso. No lo soporta más. Sólo le preocupa su importancia, el tamaño de la letra en el que vaya a aparecer su nombre, su posición en el índice de contenidos. No hace falta decir que está cargado de buenas razones. 'La literatura francesa debe continuar'. Cree que él es la literatura y en el pensamiento franceses, y que éstos morirían sin él".

**

En definitiva, algo que parecía relativamente simple durante la ocupación resultó ser extremadamente complejo inmediatamente después de la liberación. Prácticamente todos los artistas y escritores habían trabajado durante la ocupación, ¿dónde había que establecer el límite de lo aceptable? ¿Qué constituía exactamente un acto de colaboracionismo? ¿Había que incluir a quienes en un primer momento habían sentido simpatías por Pétain? ¿A quienes habían actuado ante los alemanes? ¿Podía considerarse traición asistir a una recepción organizada por los alemanes? ¿Era creíble que un colaboracionista preeminente asegurara que había colaborado secretamente con los servicios de inteligencia británicos? ¿Había pruebas que dieran la razón a algunos fascistas, que aseguraban haber salvado la vida de judíos advirtiéndolos de redadas inminentes? En la práctica, y ante la falta de consenso, la épuration culturelle incurrió en numerosas contradicciones: de entre todos los artistas, escritores y periodistas con un historial similar de colaboracionismo, algunos fueron sancionados, otros encarcelados, un puñado fueron incluso ejecutados, mientras que la mayoría ni siquiera fueron arrestados.


[Galaxia Gutenberg. Traducción de Carles Andreu]

miércoles, febrero 20, 2019

Escalada / Camino nocturno, de Ludwig Hohl


He aquí dos joyas que me leí seguidas, y que ya apenas se ven en las librerías. Especialmente Escalada, para mí superior a los relatos de Camino nocturno. Existe, al menos, otro libro de Ludwig Hohl en español (Matices y detalles), pero salió en la desaparecida editorial DVD y hoy ya es imposible de encontrar. De Hohl se cuenta que vivió durante muchos años en un sótano, escribiendo con infinita paciencia obras que tardaba años en concluir. Fue un autor muy admirado (según nos cuenta la nota biográfica que incluye cada volumen) por Max Frisch, Peter Handke y Friedrich Dürrenmatt, entre otros.

Camino nocturno contiene 9 relatos: precisos, misteriosos, raros, alguno que otro de corte fantástico, como "El erizo"; alguno parece sólo un esbozo, pero contiene la suficiente fuerza y la suficiente dosis de enigma para que uno lo relea. Escalada es la historia de dos hombres tratando de subir a una montaña, con todo el esfuerzo, la energía, la locura que eso implica; Hohl logra que el lector sienta la impotencia, el agotamiento, la lucha dolorosa y el sueño de estos dos montañeros que quieren coronar una cima de los Alpes.

Si veis por ahí alguno de los dos, no dudéis en comprarlo. O en pedirlo prestado a la biblioteca. Sobre todo Escalada, que es una pieza de primer orden: apenas 100 páginas de narración minuciosa y precisa, del que aquí va un extracto:

Por la mañana se efectúa el primer ascenso a través del ralo bosque de montaña siguiendo un camino que serpentea, por una pendiente larga y empinada, transida por la luz y el aire, todavía fresca, aunque ya se sienten los primeros calores. Delante va Ull, detrás el alto y enjuto Johann, pero no avanzan del mismo modo: ambos van inclinados, pero más el primero, con movimientos más flexibles, casi un punto indolentes: es un buen montañero; el segundo, por el contrario, carece de flexibilidad, se afana con ahínco, como si tuviera que patear la montaña: es un mal caminante.
Pronto brota un sudor leve; les aprietan las correas de las pesadas mochilas, también en alguna parte de los zapatos, del cinturón o de cualquier otra prenda; el so-nido uniforme de las rasposas botas claveteadas, del piolet sobre la roca y de las piedras al rodar, y el camino que parece no ascender hacen que la fatigosa marcha sea igual que la de otros muchos, que la de centenares de personas. Desde la nava les llega el murmullo  o ligero bramido de un arroyo, a veces no se oye, otras es más perceptible. Una hora, dos, más... el ascenso parece eterno.


[Editorial Minúscula. Traducciones de Rosa Pilar Blanco]


sábado, febrero 16, 2019

viernes, febrero 15, 2019

Versos de ocasión, de Eduardo Margaretto y Eva Mascarell


las manos siempre en los bolsillos


abrí la puerta en hora oscura, cuando la llave cierra todos
los secretos

las ideas decadentes que llegan de muy lejos la ceniza de
mis recuerdos

sábanas baratas que guardo en un cajón las sombras de mi
alma.

conocemos los dos las palabras que a otros dijimos que
otras dijeron,

ya no son nada, ya no es nada entre nosotros, y para no
delatarnos para

no mirar nunca más a nadie estamos muriendo nosotros
también,

ni más ni menos como ellos.

tus amores fríos, mi risa triste, la paz que jamás
encontraremos bajo el cielo

que cae a plomo sobre unas olas de mármol que se
pierden en el confín

de la distancia, la nuestra, una distancia que se despega
cuando empieza a llover

y me preguntas si aún guardo aquella foto en la que te cogía de la mano.


y cuando te dije que sí, con voz entrecortada como hoja de
un almendro,

tú me dijiste es todo lo que tienes de mí… es todo lo que
tendrás de mí,

y aunque en la radio sonaba Rimmel como inquebrantable
amigo del desastre

me refugié en la feria de un ayer oxidado que se había
quedado sin reloj


en mi memoria llevo tu imagen sin arrugas el rumor de un
juramento

palabras que se mueren de noche cuando te desatas los
zapatos

la rabia y la poesía perdida en el camino que me devuelve
a una mañana

que me robaron cuando nací solo como otros nacen
llorando. y no hablamos

porque ya sabemos cómo se arrastra la vida para custodiar
los recuerdos

porque tú no te has quedado no te has ido ya no me
hablas no sonríes


y yo, en la puerta, con las manos siempre en los bolsillos.


**

elegía ante el cadáver de mi novia (I)
a Olga R. Roig

que la deje me dicen
que va a morir
que me vaya
que no puedo hacer nada


fiebre alta neumonía galopante repentinos ataques de
ceguera

se ha quedado sin linfocitos grita la mujer de blanco
morfina suero

no funcionan los inhibidores de no sé qué coño de
enzimas

donde había dudas y ciertas esperanzas aparecen de
improviso

ruinas escombros equilibrios hechos trizas emociones
devoradas


que salga me dicen
después


después
al final del pasillo del clínico
la veo en una silla de ruedas
al fondo
es la muerte que ha llegado


ciega, la cabeza ladeada las tetas
como colgajos de leche cuajada
y yo mirando alucinado
ahí estaba ya la muerte
¿Por qué la hizo esperar tanto?


[Associació Mar de Fora]


martes, febrero 12, 2019

Michael Cimino, de Pilar Carrera



Circunstancias como estas nos llevan a preguntarnos si, finalmente, todo el frenesí y la acción no son sino ritos de paso hacia un silenciamiento que emerge de la contradicción y la lucha, del exceso ornamental y la proliferación de materia, de los rescoldos de la guerra, líbrese o no en el frente. Qué sea lo que contemplen, lo que hayan descubierto quienes han vuelto de su particular infierno, qué pase por su cabeza, no lo sabemos exactamente. Si pensamos en la función de la ausencia, en la mayoría de los relatos cinematográficos la muerte de un personaje, por ejemplo, suele ser el desencadenante de nuevas acciones que la justifican en términos diegéticos. Nunca suele ser un fin en sí misma. Si la ausencia destruye a un personaje, su razón, en términos de relato, es esa destrucción que se hace manifiesta y presente; si le sirve de enseñanza y propicia el cambio, el objetivo de la misma es lo que se construye o genera a partir de ese cambio. La diferencia, en las películas de Cimino, es que los personajes se instalan en la ausencia; ni son destruidos por ella ni tienen voluntad de superarla y trascenderla reduciéndola a una cuestión de recuerdo y olvido, a una función ritual. Eso es también lo que, en el fondo, nos resulta desconcertante y un poco inquietante en el cine de Cimino. Sus personajes habitan las ruinas sin adoptar ni el gesto museístico, ni el del maldito, ni intentando reconstruir de nuevo sobre ellas el orden inicial u otro orden. Ni viven para el recuerdo, ni lo "funcionalizan" como enseñanzas para la vida, ni intentan sublimar la ausencia en modo alguno. Dejan que la contradicción les habite.

**

Las películas de Cimino se estructuran, por tanto, de acuerdo con un sistema de "correspondencias" que organizan el material fílmico a través de  un dispositivo de reconocimientos, semejanzas y variaciones que estructura sus relatos en términos prácticamente musicales. Si a esto sumamos el peso del elemento coreográfico y coral a nivel intradiegético, podríamos concluir que sus películas están tan cercanas de la ópera como del cine.

**

En lo que Cimino innova y sobre lo que trabaja es sobre las modalidades de recepción, activando una manera de enfrentarse a la narración en la que el espectador no tiene más remedio que rondar la historia como un flâneur, sin atisbar nunca ningún centro dorado ni descubrir la morada del Minotauro. Cimino no quiere sedentarios que entren en el relato y se acomoden en él, sólo nómadas que lo frecuenten sin intentar apropiárselo. La experiencia del relato que surge de aquí tiene claras implicaciones, no solo narrativas, sino también culturales y, por supuesto, políticas. "Inventar una nostalgia por un pasado que nunca existió", esa es, según Cimino, la función del cine. También la premisa de un relato interminable e indómito.



[Ediciones Cátedra]

domingo, febrero 10, 2019

De un castillo a otro, de Louis-Ferdinand Céline



Éste es uno de los libros más viscerales, más desquiciados, de Céline: primera parte de una trilogía, consiste sobre todo en una diatriba, en un alegato contra todo y contra todos. Si en su obra maestra, Viaje al fin de la noche, la narrativa ocupaba el primer lugar, junto a esas sentencias que se han hecho famosas, aquí, por el contrario, lo que importa no es contar, narrar, sino despotricar, desgañitarse, saltar de un tema a otro, caer en digresiones que el propio autor reconoce, mientras nos cuenta su estancia en un castillo al que ha ido a parar con su mujer y otros colaboracionistas allí hacinados, tras la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. A pesar de la locura que impera en el libro, es divertidísimo, a veces incluso el lector pierde el hilo (y Céline también: él mismo lo va señalando), pero no importa: lo principal es asistir a esta vomitona alucinada y llena de resquemor. Cuatro fragmentos de muestra:

Para hablar sinceramente, así, entre nosotros, termino peor que empecé… No es que empezara demasiado bien… nací, repito, en Courbevoie, Sena… lo repito por centésima vez… después de muchas idas y venidas termino muy mal… son cosas de la edad, me dirás… ¡cosas de la edad!... ¡entendido! A los sesenta y tres y pico es extremadamente difícil volver a situarse… rehacer una clientela aquí o allá. ¡Me olvidaba de ti! Soy médico… confidencialmente, de tú a tú, la clientela de un médico no sólo depende de la ciencia y de la conciencia… sino también, antes que nada, por encima de todo, del encanto personal… ¿encanto personal pasados los sesenta años?... puede uno servir de maniquí, de pieza de museo… ¿tal vez?... ¿interesar a algunos maníacos buscadores de enigmas?... pero ¿a las mujeres? ¿el carcamal de veintiún botones, perfumado, maquillado, lacado?... ¡Espantajo! Clientela o no clientela, medicina o no medicina, dará asco… ¿si está forrado de oro?... pase… ¿tolerado? ¡hum! ¡hum!... ¿pero el canoso pobre?... ¡al cubil! Escuchad a los clientes, en las aceras, en los grandes almacenes… se trata de un joven colega… "¡Oh, sabes, querida!... ¡Querida!... ¡Qué ojos! ¡qué ojos, ese doctor!... ¡en seguida comprendió mi caso!... ¡me ha dado unas gotas! ¡mediodía y noche!... ¡qué gotas!... ¡ese joven doctor es una maravilla!..." Pero aguarda que te llegue el turno… ¡que hablen de ti!... Cascarrabias, desdentado, ignorante, gargajoso, jorobado…

**

Una vez intercambiados nuestros puntos de vista, querellas, contraquerellas, iba a visitar a los enfermos… en el mismo Castillo, un piso, otro… tres, cuatro, cada mañana… conocía los lugares, bien… los pasillos y las tapicerías, las salidas verdaderas, las falsas… bien… las escaleras de caracol, a través de artesonados y viguetas… escondrijos y sombras como para hacerse apuñalar, verdaderamente, ¡mil veces!... ¡y desecarse durante siglos!... ¡tú dirás! ¡los Hohenzollern no se privaban!... ¡expertos en trampas mortíferas, pasillos basculantes!... ¡y de cabeza al hoyo!... ¡Danubio! ¡zambullida!... la dinastía, madre de Europa, piénsalo un poco, ¡salía a razón de mil crímenes diarios! ¡y durante once siglos! ¡carajo! ¡y Barba Azul con sus seis gachís en el armario! ¿qué pensaba fundar con ellas?... estaba lucido, yo, con mis niños a base de zanahorias, ¡y aún quejándome de que se depauperaban!

**

¡Dios mío, qué agradable sería guardar todo esto para uno mismo!... no decir una palabra, no escribir más, que te dejen en paz… uno iría a terminar sus días en cualquier sitio a la orilla del mar… ¡no en la Costa Azul!... el mar verdadero, el océano… ya no tendrías que hablar con nadie, totalmente tranquilo, olvidado… pero ¿y la manduca, majo?... ¡trompetas y baúl!... ¡el alambre y los trapecios, viejo clown! ¡y a brincar! ¡más alto! ¡te están esperando! el público sólo pide una cosa: ¡que te rompas la crisma!

**

…cuando uno llega a cierta edad, y más después de ciertas experiencias, sólo desea una cosa: ¡que te dejen paz!... mejor todavía: ¡que te den por muerto!



[RBA Editores. Traducción de Carmen Kurtz]

viernes, febrero 08, 2019

Incendios, de Richard Ford



No tenía intención de contarle a mi padre nada de aquello, y quería que ella lo supiera, pero no quería ser el último en hablar. Porque si decía algo, cualquier cosa, mi madre guardaría silencio como si no me hubiera oído, y yo tendría que vivir con mis palabras –fueran cuales fueren– tal vez para siempre. Y hay palabras –palabras importantes– que uno no quiere decir, palabras que dan cuenta de vidas arruinadas, palabras que tratan de arreglar algo frustrado que no debió malograrse y nadie deseó ver fracasar, y que, de todas formas, nada pueden arreglar.

**

-Tu vida no es lo que tienes, cariño, o lo que consigues. Es aquello a lo que estás dispuesto a renunciar. Es un proverbio viejo, lo sé. Pero es cierto. Uno necesita tener algo a lo que renunciar, ¿de acuerdo?
-¿Y si no quieres renunciar a nada? –pregunté.
-¡Oh, pues buena suerte! No tienes más remedio, cariño –dijo. Me sonrió y volvió a besarme–. En eso no se puede elegir. Tienes que renunciar a muchas cosas. Es la norma. Es la primera norma en todo.

**

Estábamos solos en Great Falls. Éramos forasteros. Sólo nos teníamos a nosotros mismos para responder por nuestras personas si venía una mala racha y las cosas se ponían contra nosotros como en aquel momento.

**

-Uno no puede elegir a su padre –me dijo. Sonreía; con la mano aún en mi hombro, como si compartiéramos una broma secreta–. El mío era un hijo de perra. Un redomado hijo de perra.


[Anagrama. Traducción de Jesús Zulaika]

miércoles, febrero 06, 2019

Malos días, de Victoria Pelayo Rapado



En ese instante y cuando aún faltaban dos horas para la cita, a los dos los asaltó la misma idea. Durante veinticinco años ambos habían sido conscientes del paso del tiempo y ahora, cuando se acercaba el momento de verse, pensaron en cómo ese tiempo se habría posado en el otro. Habían tenido oportunidad de contemplar imágenes mutuas, pero hoy, al fin, y cara a cara, verían los estragos de la edad. Con detalle podrían escudriñarse, mirarse en un espejo. Uno se encontraría con un hombre mayor que él mismo cuando dejaron de verse, y el otro descubriría que su padre, anciano ya, nunca volvería a ser el padre protector que habitaba en sus recuerdos.
Se verían en la casa del padre, tus piernas son más ágiles que las mías, le había dicho a su hijo cuando vio que titubeaba en el momento de concretar el lugar. Eso lo convenció. Eso y la curiosidad. Nunca en todos los años transcurridos había dejado de preguntarse cómo sería la casa de su padre. Rechazó las ocasiones para visitarlo, dejó pasar los meses y los años preguntándose cómo sería la nueva morada en lugar de aceptar alguna de las invitaciones que recibió, excusándose siempre, no ante él, con quien no había vuelto a hablar, sino ante sí mismo para justificar su ausencia y no reconocer que quizá, sólo quizá, estaba equivocado.

[Del relato "Preparativos"]

**

Los colegios son codiciosos. A veces la maldad se concentra alrededor de un nido, y los nidos tienen muchas formas, una de ellas, de colegio. Tantos inocentes juntos despiertan la codicia de personas que no pueden tener cerca el regalo que es un niño, con sus sonrisas, sus palabras, su mirada, su cariño. Cuando los otros padres veían a las niñas rubias, Alba y Blanca, lindas y listas, agarradas a la mano de una estragada madre envejecida a sus veintipocos años, torcían la boca en un gesto de repugnancia ante el desatino de la naturaleza. Y es que, con las niñas a su lado, el deterioro de Franca se hacía más ostensible; como si todo el candor, belleza y gracia de Alba y Blanca se avivaran a su lado intensificando la diferencia.

[Del relato "Llámame Franca"]

**

La primera corneta resonó de súbito, señal de ponerse en marcha. Se calzó los viejos mocasines confortables de todos los años. El dolor de cabeza había desaparecido del lado izquierdo, pero seguía golpeando la sien derecha en una especie de tic nervioso que hacía palpitar la vena de la frente. Comprobó en el espejo cómo la vena subía y bajaba. Presionó con el dedo hasta que este se puso rojo, luego cogió el caperuz y lo anudó alrededor del crucifijo. Nadie debía cubrirse hasta el momento de la salida. El teléfono, mudo desde hacía horas, fue a parar a un bolsillo de su pantalón, junto con las llaves de casa. En la calle, cofrades, turistas y vecinos caminaban hacia la iglesia para ver "bailar" el Cinco de copas. Se sintió ridículo y disfrazado. Percibía las miradas clavadas en él, aunque la realidad era que nadie se fijaba, la mayoría caminaba en la misma dirección y muchos, cofrades como él, vestían igual hábito y acudían a la llamada de su congregación.
Añoró la pequeña mano de Fátima dando calor a la suya. Añoró sus pasos precipitados junto a los suyos. Añoró su charla inagotable cuando caminaban. La añoró.

[Del relato "Noche sin pasión"]


[De la Luna Libros]

Próximamente: El coro de medianoche



De Gene Kerrigan. En Sajalín Editores.

lunes, febrero 04, 2019

Lo raro y lo espeluznante, de Mark Fisher



¿Qué es lo raro? Cuando decimos que algo es raro, ¿a qué tipo de sensación apuntamos? Quisiera plantear que lo raro es un tipo de perturbación particular. Conlleva la sensación de algo erróneo: una entidad rara o un objeto que es tan extraño que nos hace sentir que no debería existir, o que, al menos, no debería existir aquí. Pues si tal entidad u objeto está aquí, las categorías que hasta ahora nos han servido para dar sentido al mundo dejan de ser válidas. Al fin y al cabo, no es que lo raro sea erróneo, sino que nuestras concepciones deben de ser inadecuadas.

**

¿Qué es exactamente lo espeluznante? ¿Por qué es importante pensarlo? Como sucedía con lo raro, lo espeluznante merece ser, por derecho propio, un tipo particular de experiencia estética. Aunque esta experiencia la desencadenan formas culturales particulares, no surge de ellas. Se podría decir, en vez de eso, que ciertos cuentos, ciertas novelas o ciertas películas evocan la sensación de lo espeluznante, si bien esta sensación no es un constructo literario o fílmico.

**

La sensación de lo espeluznante es muy diferente a la de lo raro. La manera más sencilla de comprenderla es pensando en la oposición (con un gran carga metafísica) –quizá la oposición más fundamental de todas– entre presencia y ausencia. Como hemos visto, lo raro se constituye por una presencia –la presencia de lo que no encaja–. Lo raro, en algunos casos (aquellos que obsesionaban a Lovecraft), viene marcado por una presencia exorbitante, algo que rebosa y sobrepasa nuestra capacidad de representación. En cambio, lo espeluznante, se constituye por una falta de ausencia o por una falta de presencia. La sensación de lo espeluznante surge si hay una presencia cuando no debería haber nada, o si no hay presencia cuando debería haber algo.


[Alpha Decay. Traducción de Núria Molines]

viernes, febrero 01, 2019