Lista completa: aquí.
"En lo que me concierne, no soy un escritor, soy alguien que escribe…" (Thomas Bernhard)
lunes, febrero 29, 2016
Los centenarios, de Lore Segal
Los centenarios (extraño título español que poco tiene que ver con el original: Half the Kingdom) es una novela sobre gente que enferma, pero gente ya entrada en la mediana edad o en la vejez: en un hospital se disparan los registros de casos de mayores de 62 años con alzheimer. Las estadísticas son tal altas que empiezan a difundirse las teorías más disparatadas: unos dicen que podría tratarse de una "epidemia de alzheimer"; otros, que tal vez sea "alzheimer de imitación"; incluso uno de los protagonistas, Joe Bernstine, versado en teorías de la conspiración, sostiene que es el resultado de algún ataque terrorista, una especie de control para mantener a los ancianos recluidos y enfermos pero con vida. Para sustentar dicha teoría, el personaje convence a algunas personas para que ingresen en urgencias, finjan dolencias y vigilen a los pacientes siguiendo sus síntomas y sus patrones de conducta.
Lore Segal, autora de culto entre escritores como Jennifer Egan o Cynthia Ozick, ha escrito una sátira sobre cómo la gente, a medida que envejece, enferma, y cómo cada cual busca una explicación disparatada (imitación, epidemia, ataque terrorista) para eludir la gran evidencia de la vida: que uno se deteriora con el tiempo, que su salud se desgasta sin remedio, y que muere. Un extracto:
Maggie tiene la impresión de ir caminando por un intervalo fuera del tiempo normal, a través de un subsuelo insospechado y despoblado, de pasillos blancos con luces estridentes. Las puertas sin señalizar deben de abrirse desde dentro, porque no se ven pomos ni picaportes. Anda y sigue andando por un equivalente espacial de la eternidad donde lo que hay por delante no se diferencia especialmente de lo que ha quedado atrás. Va atravesando una serie de puertas batientes y entrando en tramos nuevos de pasillos iguales a aquellos por los que venía. Mira por los pasillos que se bifurcan a izquierda y derecha. ¿Por qué cree que el que está siguiendo la llevará a su destino, que tendrá un fin? Se le pasa por la cabeza volver sobre sus pasos pero ¿pueden pararse y rebobinarse nuestras pesadillas? Empuja con inquina la siguiente puerta y entra en un pasillo que eleva al cuadrado su área para formar una habitación y tiene un conjunto de ascensores de lo más corriente.
[Turner Libros. Traducción de Julia Osuna Aguilar]
viernes, febrero 26, 2016
Llámame Brooklyn, de Eduardo Lago
En Playtime escribo sobre la novela más famosa de Eduardo Lago. En esta nueva edición, aparte de otras incorporaciones a la manera de bonus tracks, se incluye un prólogo donde el autor explica la gestación del libro. Pongo el punto 4 de esa introducción:
4. Desde que tenía ocho años siempre he escrito, pero fue mi llegada a Nueva York lo que marcó mi nacimiento como escritor. Conservo cientos de cuadernos que he ido escribiendo ininterrumpidamente desde que llegué a Brooklyn hace ahora casi treinta años. Nunca los releo, de modo que no sé muy bien qué habrá en ellos. Los cuadernos cobraron una importancia inusitada desde el primer momento. Para mí era cuestión de urgencia intentar registrar todo lo que sucedía a mi alrededor. Cuando fijé mi residencia en Brooklyn empezaron a crecer de manera torrencial. La escritura que iba surgiendo en ellos era de signo antitético a la que se hace con el teclado de un ordenador. Las señas de identidad de mi escritura están todas en los cuadernos que empecé a escribir a mediados de los ochenta. Los ejes de coordenadas del primer año que pasé en Brooklyn eran la George Westinghouse Vocational and Technical High School, donde daba clases de español por las mañanas, y el Montero Bar and Grill, donde veía a mis amigos por la noche. La sombra de Manhattan siempre estaba ahí, de un modo u otro, pero era un punto de referencia un tanto remoto, un estorbo casi.
[Malpaso Ediciones]
jueves, febrero 25, 2016
miércoles, febrero 24, 2016
El pequeño salvaje, de T. C. Boyle
Es extraño lo que ocurre con T. C. Boyle (algo que ya apuntó Joan Flores Constans en su blog): pese a su trayectoria, y a la cantidad de libros que se han traducido en España, es un autor que no acaba de cuajar, que no consigue su sitio entre los lectores. A mí, de hecho, me había ocurrido: en ocasiones he tenido algunas de sus obras en las manos y no me acababa de decidir. Eran muy tochos, parecían tediosos, no contaba con referencias de otros lectores amigos. Ahora que en Impedimenta han publicado una nueva edición de su primera novela, Música acuática, y que lectores entregados como Joan Flores o Javier Lucini lo recomiendan, es momento de empezar a leerlo (y también porque Enrique Redel suele tener un gusto exquisito). Y he empezado con el libro menos voluminoso de los que he visto: El pequeño salvaje, lo que llaman una nouvelle: tiene 120 páginas y lo sacó Impedimenta hace algunos años.
¿Qué me parece? Fascinante. Lejísimos de ser tedioso. Con un estilo narrativo que recuerda un poco a ciertos clásicos, pero dotado de su propio toque, de su modernidad. Dicen que Boyle suele ser muy humorístico (basta con ver El balneario de Battle Creek, película basada en un libro suyo), pero aquí ocurre todo lo contrario: no hay brizna de humor porque el asunto es bastante dramático. Muchos conocerán la historia (real) por la película de Francois Truffaut: el niño salvaje de Aveyron, que se crió solo en los bosques, y que, como Tarzán en la ficción, aprendió a sobrevivir y a alimentarse como si fuera un animal. Hasta que los hombres lograron capturarlo y le hicieron lo que siempre hace la sociedad: intentar domarlo, vestirlo y educarlo, enseñarle el lenguaje, los modales y otras fórmulas de cortesía y del buen vivir. Algo así como capturar a un gorila para que se vista de etiqueta y se codee con la alta sociedad. No os digo si el experimento educativo fracasó o tuvo éxito: prefiero que cada lector llegue a las últimas frases de la narración, algo que te deja cierto desaliento al leerlo.
Lo que hace Boyle es tomar un hecho real, para el que supongo que se habrá documentado hasta el hartazgo, y lo convierte en suyo: hay evidentes toques de ficción propios del narrador omnisciente. Y nos devuelve una historia breve, escrita con mucho oficio, con pasajes deliciosos. He comprado Drop City, que editó Mondadori, y también espero pillarme Música acuática. Un extracto:
Así que allí estaba, desnudo. El Salvaje en persona, el famoso Salvaje estaba desnudo en el árbol al que se había encaramado tras morder a una chica. Itard sintió el impulso de darse la vuelta. Dejad que se congele, pensó. No es más que un animal. Si eso es lo que quiere, dejad que se congele. Pero entonces sus ojos volvieron a posarse en la copa del árbol y, con repentina claridad, vio el rostro ausente del niño, el oscuro vacío de los ojos, sus pálidas extremidades, y por un instante fue capaz de salirse de su propio cuerpo para encarnarse en el del niño. ¿Cómo se habría sentido él si lo hubieran abandonado a esa edad? ¿Y si le hubieran rajado el cuello con un cuchillo y lo hubieran capturado y encerrado, sin otra defensa que la de clavarle los dientes a los más lentos y débiles de entre sus torturadores? ¿Cómo se sentiría al quedarse desnudo, indiferente al frío, encogido de miedo, temeroso y hambriento? Así que lenta pero muy decididamente, Itard se levantó y comenzó a trepar por las ramas.
[Impedimenta. Traducción de Juan Sebastián Cárdenas]
lunes, febrero 22, 2016
En un sueño pintado, de Yosa Buson
Cae la lluvia de invierno
sin sonido, en el musgo.
Y recuerdo el ayer.
**
Brilla un relámpago.
Y se oye el resbalar
del rocío en los bambúes.
**
Lluvias de estío:
incluso un río sin nombre
impone miedo.
**
Peral en flor.
Y ella, bajo la luna
lee una carta.
**
Neblina al alba:
gente que pasa, como
en un sueño pintado.
[Satori Ediciones. Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala]
viernes, febrero 19, 2016
Cubierta de Vinalia Trippers. Healter Skelter
Ilustración de cubierta de Toño Benavides. Colaboro con un relato. Pronto saldrá de imprenta. Gracias al equipo de Vinalia Trippers.
Orquesta de desaparecidos, de Francisco Javier Irazoki
En Playtime comento este maravilloso libro de prosa poética o de poesía en prosa. Aquí va un texto:
GENTE QUE CAMINA EN MI MENTE
De noche suenan los teléfonos y escucho las voces que llaman desde el país donde nací.
Me anuncian la muerte de una persona que conocí en mi infancia o juventud e, inmediatamente, siento la desaparición de un paisaje. La superficie que se desgaja deja en la niebla un torso, los brazos, los pies que fueron dos caminos paralelos. El roble y la higuera son ojos borrados cuando las frases salen del teléfono y entran en mis oídos.
En mis visitas a Lesaka, compruebo que los terrenos se han encogido. Las púas de los alambres que delimitan las praderas sujetan ahora unos retales blancos, y el viento bate esos jirones de las ropas de los ausentes.
Otras llamadas siguen despegando las calles del pueblo, y aumenta el grupo de hombres y mujeres que pasean en mi memoria al despedirse de una patria de huecos.
Pronto seré el viejo que lleva en un bolsillo toda la extensión de su tierra.
[Hiperión]
jueves, febrero 18, 2016
Carta a mi mujer, de Pentti Saarikoski
Me interesó este libro gracias a la crítica de Carlos Pardo en Babelia. Llegué a ella de casualidad. Suelo fiarme de Carlos porque nos conocimos en Machado Libros, años atrás, cuando entonces él trabajaba allí y yo iba a menudo a fisgar entre las novedades y a comprar un montón de libros: siempre charlábamos un rato y me recomendaba numerosos títulos, y casi siempre eran recomendaciones acertadas.
Carta a mi mujer está escrito en un tono visceral, como una especie de vomitona, como un torrente de palabras que ni siquiera van a separarse en párrafos distintos porque hay mucho que decir, mucho que contar, y no hay tiempo para detenerse. Al principio de la narración, el autor le confiesa a su mujer que, una vez termine esa carta-libro, no corregirá más que las posibles faltas de ortografía. Quiere que el texto le llegue tal y como salió de su mente. A mí me gusta, de vez en cuando, leer libros así, sin pulir, o que parezca que están sin pulir, y practiqué antaño este estilo, como experimento (véanse mi libro Asco y la antología Viscerales, que coordinamos Mario Crespo y yo). Lo que ocurre con los libros que son como vomitonas es que no gustan a los que van de intelectuales, ellos quieren que todo sea perfecto y pulido. A mí, dado que no soy ningún intelectual, me agradan.
En 120 páginas justas Pentti Saarikoski le cuenta a su mujer lo que hace en Dublín mientras la espera. Son jornadas que se le hacen largas. Él ha elegido estar solo unos días en la ciudad, y aguarda la llegada de ella. Y comprueba que es un pequeño infierno: se dedica a añorarla, a beber muchísimo, a dar vueltas por las calles, a acercarse a Howth. Saarikoski quiere llenar su tiempo con algo, y lo que hace es lo que narra, y lo que escribe y lo que piensa y lo que bebe acaban siendo el meollo de su vida en aquella ciudad, donde siempre tiene presente a Joyce. El libro os gustará aún más si, como yo, habéis estado antes en Dublín y conocéis su ambiente, el jolgorio de sus tabernas, la atmósfera de sus callejones… Aquí van 3 fragmentos:
No soportaría esta soledad si no supiera cómo va a terminar. Y cuando hayamos follado hasta saciarnos, iremos a dar un paseo y te mostraré esta bonita ciudad en decadencia, el Anna Livia, el puerto, la Eccles Street, los angostos lugares donde vive abarrotado el proletariado, las casas de muñecas de la periferia, Sandymount, Sandycoven, el muro contra el cual se masturbó Leopold Bloom, la torre de Joyce, las casas donde he vivido, los pubs donde he empinado el codo, nos sentaremos en la planta superior del autobús y contemplaremos Dublín, que es mi ciudad y que te entrego a ti. A dos mujeres he tratado de dársela, pero ninguna supo aceptarla. La mujer que no sabe amar Dublín no sabe amarme a mí. Sé que tú sabes.
**
Si nuestra relación terminara, me hundiría en una soledad tan profunda que tal vez no volviera a tener fuerzas para regresar junto a las personas. O claro que sí. No estoy tratando de escribir un texto hermoso como en Praga. En el libro de Praga hablé un poco mal sobre mis padres, o por lo menos ellos se ofendieron, pero ¿tenían aptitudes para criarme? Estoy orgulloso de mis libros, pero ¿habría escrito algo si hubiese sido una persona equilibrada, contenta? Siempre he soñado con una vida tranquila, pero eso nunca sucederá.
**
Contigo soy más sabio, creo que el día de mi muerte se encuentra más cerca que el día en que nací, y cuando una persona siente eso, empieza una nueva vida. No estoy tratando de escribir aforismos, gasto el tiempo escribiendo. Si esto se reconoce como trabajo, estoy contento y de buen humor.
[Nórdica Libros. Traducción de Luisa Gutiérrez]
miércoles, febrero 17, 2016
martes, febrero 16, 2016
Vive y deja morir, de Ian Fleming
En la segunda entrega de las aventuras de James Bond, encontramos la referencia al título en este pasaje:
Dexter reflexionó.
-De acuerdo –dijo al fin–. Probablemente no pase nada. Pero no llame mucho la atención. Y no resulte herido –añadió–. Allí no habrá nadie que pueda ayudarlo. Tampoco se dedique a crearnos problemas. Este caso aún no está maduro y, hasta que lo esté, nuestra política con Mister Big es "vive y deja vivir".
Bond observó al capitán Dexter con socarronería.
-En mi trabajo –dijo–, cuando me topo con un hombre como este, tengo otro lema: "vive y deja morir".
En esta ocasión, 007 se mueve entre Estados Unidos y Jamaica mientras sigue la pista del gángster de Harlem apodado The Mister Big. Los personajes se desplazan más que en la primera novela (Casino Royale, que ya recomendé aquí), pasando por Londres, Nueva York, algunas zonas de Florida o la ya citada Jamaica; este desplazamiento, y la mención a Q, conectan un poco más con las películas, con el familiar mundo de 007. Sin embargo, las aventuras siguen sin ser (por el momento) tan aparatosas y espectaculares como en los filmes. Y 007 sangra mucho en la novela: se hace heridas contra los corales del mar, le muerde una barracuda, le rompen un dedo… Sólo intima con una mujer, la deliciosa Solitaire. Dentro de la trama hay un subtexto que me ha interesado mucho: esta vez Bond se enfrenta a un hombre negro, y en un pasaje de la novela dice un personaje (estoy parafraseando) que los negros empiezan a ganar terreno en la sociedad, y así como empiezan a despuntar en terrenos como el arte o la ciencia, también tiene que haber un villano poderoso y negro en el mundo del crimen. Aunque pueda parecer lo contrario, no es un ataque de Fleming, sino un paso encaminado a la lucha por los derechos civiles de los negros (o al menos así lo he entendido yo).
Lo que Ian Fleming nos ofrece es una novela de espías muy entretenida, y con pasajes espléndidos donde se nota su habilidad para la descripción, como cuando el agente llega al San Petersburgo de Florida, una especie de paraíso para jubilados americanos:
Bond se fijó en la diminuta boca reticente de las mujeres y en los destellos del sol en sus quevedos; en el pecho y los brazos flácidos y fibrosos de los hombres expuestos al sol, vestidos con camisas estampadas; en la mullida y rala bola de cabello de las mujeres, que mostraban el cuero cabelludo rosado; en la cabeza calva y huesuda de los hombres. Y, por todas partes, una parlanchina camaradería, un intercambio de noticias y cotilleos, un concierto de citas campechanas para jugar al tejo y al bridge, una ronda de cartas de hijos y nietos, un chasquido de lengua por los precios de las tiendas y de los moteles.
[ECC Ediciones. Traducción de Sara Bueno Carrero]
viernes, febrero 12, 2016
Frankenstein, o el moderno Prometeo, de Mary Shelley [Ed. Valdemar]
De cuando en cuando releo algunos
clásicos. Sobre todo si han pasado más de 10 años desde que los leí por primera
vez. Y procuro, dentro de lo posible, encontrar una traducción distinta. Leí
Frankenstein a principios de los 90, en la edición ilustrada de Anaya. El libro
me fascinó. Me dio otra visión de la criatura creada por Victor Frankenstein
que el cine había hurtado: el monstruo es un ser que sufre, que siente, que
aprende, que pasa del bien al mal y de la bondad a la crueldad por el mal trato
que recibe de los hombres y especialmente de su creador; una criatura, además, con
un pico de oro, pues aprende a hablar y se convierte en uno de los narradores
de esta novela a varias voces: Soy malvado porque soy desgraciado.
Así que para esta relectura he
elegido la traducción de Francisco Torres Oliver en la edición de Valdemar, que
incluye un extenso estudio preliminar de Antonio José Navarro. El libro, así en
conjunto, tanto en su exterior como en su interior, es una maravilla absoluta.
Después de mucho buscar y comparar entre unas y otras ediciones, elegí ésta.
Creo que, a partir de las ediciones Valdemar de Cumbres borrascosas y de
Frankenstein, siempre que sea posible leer o releer clásicos, acudiré a esta
editorial (sin menospreciar el trabajo de otras editoriales que sacan clásicos,
como Alba, Acantilado o Random House, a las que también recurriré de vez en
cuando): porque, aparte de la calidad en conjunto, creo que pocos entienden
mejor lo gótico, lo terrorífico, lo espantoso, como los responsables de
Valdemar (por algo son expertos en el tema desde hace mucho tiempo). Dicho y
hecho porque me acabo de comprar el Drácula que publicaron hace poco, para releerlo
en la traducción de Óscar Palmer (uno de los grandes prescriptores y
traductores de este país, responsable también de la exquisita Es Pop
Ediciones).
Para quienes jamás se hayan
acercado al libro de Mary Shelley, debo decirles que se olviden de las
películas (aunque algunas son maravillosas, claro: en comedia, El jovencito
Frankenstein; en horror, El doctor Frankenstein y La novia de Frankenstein; y
en adaptación bastante parecida aunque con licencias, el Frankenstein que
Coppola le produjo a Kenneth Branagh) para concentrarse en la novela. Quiero
decir: que la lean esperando algo distinto de lo que han visto en pantalla. No
sé si es la traducción, pero esta vez me ha parecido intuir un tono
shakespeareno en los parlamentos de los personajes, al menos en la mayoría de
ellos. Hay narraciones dentro de narraciones, como sucedía por ejemplo en Don
Quijote, e incluso algunas historias secundarias que se apartan un poco de la
acción principal, pero nunca sobran.
El primer narrador es Robert
Walton, que relata en cartas enviadas a su hermana lo que les sucede a él y a
la tripulación en su viaje en barco por el Ártico; cuando encuentran a un
hombre que viaja solo, Victor Frankenstein, éste le cuenta su historia a
Walton, y en su parlamento va introduciendo las misivas de sus familiares o las
historias que otros personajes le contaron, de manera que se va creando una
especie de caja china que encierra historias dentro de historias. La propia
criatura cuenta sus desventuras, e incluye una petición que el doctor no
cumple, pero que serviría de base para La novia de Frankenstein: le pide que le
"construya" una mujer parecida a él, que no se horrorice como los
mortales (Mi compañera debe ser de la misma especie, y tener los mismos
defectos que yo. Así debes crear ese ser).
Esta versión incluye el prólogo
de Mary Shelley para la edición de Standard Novels, y en dicho texto
encontramos frases como ésta: La invención, hay que admitirlo humildemente, no
consiste en crear del vacío, sino del caos. Si no habéis leído nunca esta
novela inolvidable, comprad sin dudarlo esta edición. Aquí va un extracto de
uno de los parlamentos de Victor Frankenstein:
Sed hombres; sed algo más que
hombres. Sed constantes en vuestros propósitos y firmes como la roca. Este
hielo no está hecho del material del que están hechos vuestros corazones; es
mudable y no podrá resistirse a vosotros, si vosotros queréis. No regreséis a
vuestras familias con el estigma de la deshonra impreso en vuestra frente.
Regresad como los héroes que han luchado y vencido, y no saben lo que es volver
la espalda al enemigo.
[Valdemar. Traducción de
Francisco Torres Oliver]