miércoles, septiembre 30, 2015

Miami Blues, de Charles Willeford


Una de las películas más raras de los 90 fue Miami Blues. El protagonista era Alec Baldwin, que por entonces acababa de triunfar con La caza del Octubre Rojo, tras varios años de secundario "robaplanos" en filmes como Armas de mujer, Casada con todos o La loca aventura del matrimonio. Pero Baldwin interpretaba a un tipo hortera y criminal, saliéndose de los esquemas del Jack Ryan al que acababa de encarnar. Y también salían Fred Ward y Jennifer Jason Leigh, el primero haciendo de policía y la segunda de fulana. Mi recuerdo del filme es que era algo extraño, una rareza americana en la cartelera.

Hace poco me dio por leer la novela en que está inspirada porque en Sajalín van a publicar otro libro de su autor, Charles Willeford, y gracias a sus editores he sabido quién era Willeford.

Y Miami Blues, que también es una rareza, una novela atípica dentro del noir, me ha parecido un libro fantástico. Willeford desafía unas cuantas normas y, como años después haría Quentin Tarantino en el cine, sus argumentos tienen giros que uno no esperaba y sus personajes no son blancos o negros, sino que son descritos con una variada gama de grises.

Lo primero que llama la atención es que, tratándose del primer caso del sargento Hoke Moseley, éste no es el protagonista. El protagonista es un ex convicto llamado Fred J. Frenger, quien llega a Miami con ganas de seguir delinquiendo y vivir de los robos. Willeford nos los muestra mediante contrastes. Mientras Frenger, el villano (por así decirlo), es un tipo atlético, forzudo y joven, Moseley, el policía, es un hombre maduro con trazas de loser (usa dentadura postiza, el sitio donde vive es un tugurio, está divorciado y debe dinero a su barman), pero con un olfato de sabueso. Frenger conoce a Susan Waggoner, una estudiante que se prostituye. Y a esa chica debe investigarla Moseley porque su hermano acaba de morir en el aeropuerto. Y de ese modo todos ellos van uniendo sus destinos.

No es necesario que desvele más. Creo que ni los resortes de la trama son lo más importante. Lo más importante es cómo Willeford da vida a estos personajes y los hace bailar, cruzarse acusaciones, parlotear y darse palizas, cómo al principio Frenger parece encantador y luego atiza a la chica y nos parece un hijo de puta, cómo los policías y los criminales se van alimentando en los restaurantes y en los locales de fast food de la ciudad, cómo combina el humor negro con la ferocidad de los escritores implacables del noir.

Después de leer esta novela contundente, no sé por qué demonios no han publicado aquí más libros de este autor. Menos mal que pronto editarán Gallo de pelea


[RBA Libros. Traducción de Íñigo García Ureta]

martes, septiembre 29, 2015

lunes, septiembre 28, 2015

Próximamente: El hueco de la mano


De PJ Harvey & Seamus Murphy. En Sexto Piso.

viernes, septiembre 25, 2015

Cuentos completos, de E. L. Doctorow


E. L. Doctorow murió cuando se estaba preparando esta edición, que agrupa sus tres libros de cuentos, algo que, por ejemplo, aún no se ha hecho en Estados Unidos. Aunque el prestigio de Doctorow suele provenir de las novelas, que son las que le proporcionaron fama y dinero (Ragtime, Billy Bathgate, La gran marcha, Homer y Langley…), en estos relatos podemos rastrear las huellas de su talento, de sus resoluciones a veces despiadadas para con los personajes, de la psicología que sabe imprimirle a sus creaciones, de su destreza para dejarnos con la sensación de que algo importante nos ha sido vedado y tenemos que descubrirlo imaginando lo que pasará con tal o cual personaje. Eduardo Lago, todo un experto en literatura norteamericana, apunta en el prólogo que el carácter despiadado de los cuentos de Doctorow sirvió para que eminencias como John Gardner y John Updike lo atacaran: hablaron de sadismo narrativo y de rehuir la redención moral. Es por eso que algunos relatos nos dejan un poco hundidos, sobre todo si han muerto niños o si sospechamos que la protagonista va a seguir viviendo pequeños infiernos.

Esta edición contiene 17 cuentos y una novela corta ("Vidas de los poetas", que el propio Doctorow quiso incorporar al final, rompiendo así la cronología de su escritura y publicación). Todos son buenos, pero algunos me parecen extraordinarios.

Por ejemplo, "El escritor de la familia": en este relato acaba de morir el padre del protagonista, pero no le dicen la verdad a su abuela de 90 años y, para mantener el engaño, le piden al narrador que escriba cartas fingiendo ser su padre; de esa manera, la abuela seguirá recibiendo noticias de su hijo, que se ha trasladado a vivir lejos; y esto (Tú eres el escritor de la familia –dijo mi tía) implica afrontar una responsabilidad que le viene enorme, que nos vendría grande a cualquiera de nosotros.

Por ejemplo, "Jolene: una vida", que adaptaron al cine algunos años atrás, con una Jessica Chastain que aún no era conocida. Es la historia de una chica que va dando tumbos por la vida porque se junta con los hombres equivocados, porque su padre ya abusaba de ella, porque su madre le pegaba con motivo o sin él, porque cada elección y cada pareja resultan ser erróneos y así no hay manera de levantar cabeza.

Por ejemplo, "Bebé Wilson", en el que el narrador se encuentra con que su chica, que tiene ciertos trastornos psicológicos, acaba de robar un bebé del hospital.

Por ejemplo, "Walter John Harmon", en la que hay una figura dominante, uno de esos falsos predicadores que engañan a familias enteras para acostarse con las mujeres, ser adorado por los hombres y venerado por todos. Y empieza cuando la mujer del narrador se larga con ese tipo y se supone que él debe aceptarlo.

Por ejemplo, "Wakefield", una actualización o reinterpretación del célebre relato de Nathaniel Hawthorne, con un hombre que un día sale de casa y acaba refugiándose en el desván sin que nadie lo sepa, y se alimenta de restos de basuras y se asea en su propia casa cuando la familia no está y aprende a ser una especie de vagabundo loco que vive al lado de su hogar sin que lo descubran.

Por ejemplo, "Edgemont Drive", escrito en forma de diálogo, el de una pareja que discute porque un extraño ha aparcado el coche delante de su casa y se limita a mirar sin salir del coche durante días.

Y no olvidemos la novela corta, "Vidas de los poetas", cuyo hechizo proviene de su variedad temática, que es más anárquica de lo que uno imaginaba al empezar a leerla.

Para cerrar, un fragmento del cuento "Todo el tiempo del mundo":

¿Doctor Sternlicht?
El mismo.
Vuelvo a tener esa sensación.
Era de esperar.
Es como si viviera en el exilio. Estoy solo. No tengo a nadie.
Era de esperar.
¿Por qué? ¿Por qué era de esperar? Siempre dice lo mismo.
No, digo otras cosas. Digo que está estancado. Digo que cambie de estilo de vida, que amplíe sus horizontes. Tiene toda una ciudad a su disposición: museos, conciertos, el desfile de la vida. Digo, salga y diviértase. Tiene todo el tiempo del mundo.
¿Hasta cuándo?
¿Qué?
Ha dicho que tengo todo el tiempo del mundo. ¿Hasta cuándo?
Hasta que pase algo.
¿Qué puede pasar?
Ay, si lo supiéramos, pero no lo sabemos, dice, y corta la comunicación.


[Malpaso Ediciones. Traducciones de Carlos Milla Soler & Isabel Ferrer Marrades, Jesús Pardo de Santayana y Gabriela Bustelo]

Próximamente: El sabbat


De Maurice Sachs. En Cabaret Voltaire.

jueves, septiembre 24, 2015

Cráneo de azúcar, de Charles Burns



Este volumen cierra la trilogía de Charles Burns (que forman Tóxico, La colmena y Cráneo de azúcar). Como se han publicado cada dos años, he tenido que releer las anteriores partes para recordarlas y para no perder todos los puntos de unión entre las tres. En este blog ya recomendamos los dos primeros cómics. La trilogía de Burns es, por un lado, tan compleja como las películas de David Lynch y los libros de William S. Burroughs a los que homenajea; y, por el otro, cuesta hablar de ella sin desvelar sus pistas y sus enigmas. Charles Burns logra crear un mundo acojonante donde nunca quedan muy claros los límites entre el sueño y la realidad, las pesadillas y los recuerdos de juventud. Son tres volúmenes no sólo para releer una y otra vez, sino también para mirar con lupa sus viñetas y encontrar sus múltiples guiños y conexiones. Abajo, 3 páginas de la edición en inglés.


[Reservoir Books. Traducción de Carlos Mayor Ortega]



Próximamente: La mujer helada


De Annie Ernaux. En Cabaret Voltaire.

miércoles, septiembre 23, 2015

El invitado sorpresa, de Grégoire Bouillier


Esto es lo que sucede con los libros que no son best-sellers ni obras de largo recorrido en el mercado (como las de Bukowski: no son superventas pero siempre se mantienen en las librerías): que, apenas unos años después de haberlos publicado, son casi imposibles de encontrar. El invitado sorpresa salió aquí en 2008 y fue uno de esos libros cuya compra fui posponiendo. Y este verano me ha costado bastante encontrarlo, he tenido que rastrear la red hasta conseguir un ejemplar (barato) en una librería de viejo.

El invitado sorpresa fue considerado por algunas publicaciones norteamericanas uno de los mejores libros de 2006, y pese a ello creo que en España pasó sin pena ni gloria.

Se trata de un librito autobiográfico de apenas 130 páginas en el que se cita a menudo la Miss Dalloway de Virginia Woolf y en el que la prosa del autor demuestra ciertos giros a lo Thomas Bernhard (pero en francés y sin ser tan implacable como lo era el maestro). Al principio me desconcertó bastante, no sabía muy bien hacia dónde quería llevarnos el autor, quien empieza contando que una ex novia lo invita a una fiesta de cumpleaños que celebra la famosa artista Sophie Calle, y en esa fiesta se siente forastero y desplazado, y lo único que quiere es regresar con esa antigua pareja que ahora está casada y tiene descendencia. El narrador cree que todo aquello es un presagio porque su ex lo llamó por teléfono para invitarlo a la fiesta justo el día en que había muerto el escritor Michel Leiris.

Pero más o menos hacia la mitad de la narración el hombre abandona la fiesta y empieza a atar cabos entre el azar, su vida y la literatura y luego pasa el tiempo y todo se va colocando, poco a poco, en su sitio. Un día volverá a cruzarse con Sophie Calle y las cosas cobrarán su sentido. El narrador, para entonces, ya se habrá rehecho y tendrá muy presente esta cita de Michel Leiris: la actividad literaria, en lo que tiene de específico en tanto que disciplina del espíritu, no puede tener otra justificación que iluminar ciertas cosas para sí al tiempo que las hace comunicables a los demás, y uno de los fines más altos (…) es restituir por medio de las palabras ciertos estados intensos, concretamente experimentados y hechos significantes, expresarlos en palabras. Y, cuando llegué a las últimas páginas, fui comprendiendo las intenciones de Bouillier, y desde luego que me gustó esta pequeña obra.


[Mondadori. Traducción de Vicenç Tuset Mayoral]

lunes, septiembre 21, 2015

Cuentos completos, de Lydia Davis


Algunos libros, sobre todo si son obras completas (como Todo Sherlock Holmes) o diccionarios o guías (como Las grandes películas, de Roger Ebert), suelo leerlos poco a poco. Quizá unas páginas cada semana. Son libros de los que voy picoteando despacio entre lectura y lectura de otros volúmenes.

No sé cuánto tiempo llevo con estos Cuentos completos de más de 700 páginas. Lydia Davis es una escritora formidable, con mucha tendencia al experimento y a la originalidad, creando relatos con una estructura y unos giros que jamás habíamos visto. Ahora bien, esto no significa que me hayan gustado todas sus historias. Como en casi toda obra completa, a mi entender hay textos sublimes y otros flojos o que no están a la altura del resto. Ya sé que Davis es una intocable, pero yo voy a decir lo que pienso porque es lo que me ha transmitido su obra. Para mí, tiene 3 clases de relatos:

-Relatos muy breves, más bien microrrelatos. Algunos de ellos son muy brillantes, sobre todo cuando abarcan una media página. Pero los más breves se quedan, en muchas ocasiones, como una mera anécdota o una ocurrencia que no va más allá. A mí no me dicen nada, y eso que me gusta el microrrelato (aunque no está entre mis géneros favoritos).

-Relatos de extensión media. Estos son los mejores. Es como si Davis necesitara el camino medio (ni muy extenso ni muy breve) para dar lo mejor de sí misma. Por ejemplo, hay uno titulado "Lo que aprendes sobre el niño" que es, quizá, lo mejor que he leído acerca de lo que significa la maternidad en los primeros años. Este relato es de una maestría absoluta porque es capaz de reflejar todo ese mundo del bebé (miedos, sospechas, fatigas, tiempo) en unas pocas páginas, mejor de lo que lo haría un profundo ensayo sobre el tema.

-Relatos larguísimos. Algunos de ellos me cansaron, aunque están muy bien escritos. Podrían ser novelas cortas y ya digo que su extensión, a veces, fatiga.

Antes he dicho que los mejores son los de extensión media. Sin embargo, como no tengo tiempo para copiar uno de ellos (y en el blog parecerían demasiado largos), voy a transcribir uno de los microrrelatos que me gustaron:

La madre

La chica escribió un cuento. "Sería mucho mejor si escribieras una novela", dijo su madre. La chica construyó una casa de muñecas. "Sería mucho mejor si fuera una casa de verdad", dijo la madre. La chica hizo un cojín para su padre. "¿No hubiera sido más útil un edredón?", dijo la madre. La chica excavó un pequeño hoy en el jardín. "Sería mucho mejor si excavaras uno grande", dijo la madre. La chica excavó un gran hoyo y, dentro, se echó a dormir. "Sería mucho mejor si te durmieras para siempre", dijo la madre.


[Seix Barral. Traducción de Justo Navarro]

Próximamente: El cártel


De Don Winslow. En RBA.

viernes, septiembre 18, 2015

Los viernes en Enrico's, de Don Carpenter [Terminada por Jonathan Lethem]


Obra maestra.

Lo repetiré, con un matiz: para mí es una obra maestra.

Don Carpenter se suicidó en 1995 sin haber pulido esta novela que retrata las vidas de varios escritores/as, de aspirantes a serlo, de sus musas y de sus familias. Pero el manuscrito sí estaba terminado. Lo explica Jonathan Lethem (otro autor que me fascina) en el posfacio: no es que él escribiera capítulos ni se inventara el final; lo que hizo fue limar el borrador, quitando repeticiones y "cubriendo algunas transiciones" e incorporando pequeños pasajes hasta añadir un total de entre 5 y 8 páginas (que no significan mucho en un libro de casi 400). Leamos lo que dice Lethem:

Los viernes en Enrico's es un libro sobre escritores, muchos escritores. Pero nunca se percibe un ambiente cerrado porque ninguno de los personajes, ni siquiera los que publican, llegan a injertarse en un medio "literario". Siguen siendo outsiders esforzados, definidos por sus dificultades hasta para creer que pueden reivindicarse como escritores, y por supuesto para convertir la escritura en una carrera.

El libro más célebre de Carpenter es Dura la lluvia que cae, que a mí me gustó mucho y recomendé en su momento. Pero creo que Los viernes… es más perfecto, más redondo en su composición de unas trayectorias que se van resquebrajando a medida que no se cumplen las expectativas de cada cual y muchos terminan comprendiendo que ese tren al que no subieron (sea el éxito o una mujer) no volverá a pasar delante de ellos.

La novela de Carpenter tiene esa fluidez propia de la escritura de los narradores norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Los viernes…, con su prosa sólida y natural, precisa y sutil, es parecida a Stoner (de John Williams), pero a mi juicio resulta superior a ésta. Lethem cita a Richard Yates y es cierto que hay ciertas similitudes con Vía Revolucionaria en esta novela: tanto Yates como Carpenter estructuran sus historias con una mezcla magistral de tragedia, diálogos y un dominio impecable del ritmo y del paso del tiempo. Uno de los aspectos más emocionantes y más terribles de la obra de Carpenter es su manera de mostrarnos el paso de los años: los personajes van cambiando, van envejeciendo, van adaptándose o van rebelándose contra el destino y sus circunstancias y eso acaba afectando al lector porque se entusiasma con ellos aunque la mayoría posea un toque patético o desesperado.

¿Qué podemos encontrar en Los viernes en Enrico's sin contar el argumento? Escritores que esperaban triunfar y sólo conocen la derrota tras un éxito inicial y efímero. Aspirantes a escritores que se convierten, para su sorpresa, en autores tocados por la fama y la gloria. Tipos que se venden a Hollywood porque es el mejor postor (Eres un novato. No puedo hacer mucho por ti. Pero si entregas el guion adecuado, esta ciudad se abrirá como un culo enfermo, dice un personaje). Agentes y productores sin escrúpulos. Trepas y traidores. Infidelidad, infelicidad, cárcel, alcohol, mentiras, falsas promesas, rupturas… Y, por supuesto, todo el universo de los escritores está condensado en este maravilloso libro: las dudas, los temores, los insomnios, el esfuerzo que no da frutos, la suerte, los editores que tocan o arreglan manuscritos, los prejuicios, la incertidumbre.

Si vas a comprarte pocos libros este mes, que uno de ellos sea Los viernes en Enrico's. Aquí van algunos extractos:   

Charlie era uno de los veteranos de la guerra de Corea que asistían a la facultad. Estaba escribiendo una novela larga sobre sus experiencias en la guerra. Era autodidacta pero brillante, y todos pensaban que, del grupo, Charlie era el que tenía más probabilidades de hacerse famoso. Aunque nada de eso le importaba a Jaime. Ella sabía que era mejor escritora que Charlie, pero no había vivido tanto como él.

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Resultó que su padre no era la clase de escritor que se hace rico.

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Escribir a ciegas, sólo siguiendo un impulso, era el secreto para descubrir lo que se ocultaba en las partes más profundas de la mente.

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¿Poseía la fortaleza de carácter necesaria para mirar a Stan Winger a los ojos y decirle que se olvidara de la escritura? El problema era que la gente pensaba que, sólo porque sabía leer y escribir, podía escribir de verdad.

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Puesto que era un buen libro, por lo menos tenía la oportunidad de ser publicado, incluso podría dar dinero. Si conseguía superar la barrera del agente, la barrera del editor, la barrera de la editorial, la barrera de la crítica y, por fin, la barrera de los lectores, claro. ¿No se trataba de eso? ¿De ganarse la vida como escritores?

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No puedes pasarte diez años de tu vida escribiendo una novela sin dejar un montón de ti mismo en ella. Cada libro es como un niño, no sólo metafóricamente, sino en tu corazón, y un mal destino para tu hijo duele terriblemente.

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Tenía treinta y cinco años y se sentía demasiado sola. Había muchos machos alrededor, pero pocos hombres.


[Sexto Piso. Traducción de Javier Guerrero]

miércoles, septiembre 16, 2015

Maldito desde la cuna, de William S. Burroughs Jr. [Edición de David Ohle]


Unas citas de este libro, sobre el que he escrito unos comentarios en Playtime, y que incluye, además de la prosa de Jr., algunas cartas y declaraciones de su padre:

William S. Burroughs Sr.:
Yo volé a Lexington en una avioneta. Me dirigí al hotel y él aún se encontraba lejos, muy lejos. Así que subí a mi habitación y me puse a llorar y a llorar. Incluso entonces ya era consciente de que él estaba condenado, que iba a morir. Me refiero a que uno puede percibir que alguien se va a morir y sentir el dolor. El dolor es siempre una reacción saludable y nunca algo de lo que haya que avergonzarse. No hay que avergonzarse de las lágrimas.

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William S. Burroughs Jr.:
Cuando se lo conté a mi agente de la condicional (que utilizaba un caimán disecado a modo de sujetalibros) me dijo (lo creas o no) que sería un estúpido sí no me ponía a escribir cuando Dios me había dado semejante talento, y que debía quedarme en casa y dejar de preocuparme de asistir a clases o de encontrar trabajo, a diferencia de lo que decía el reglamento. En lo que a él concernía yo estaba trabajando en una ocupación totalmente legítima.
Bueno, un médico, un abogado, un fontanero o un mecánico sin trabajo siguen siendo un médico, un abogado, un fontanero o un mecánico sin trabajo, pero un artista sin trabajo no es nada. En su acto de creación reside su única existencia real.
-Soy escritor.
-¿Qué estás escribiendo?
-Nada.
-¿Qué eres?
-Soy escritor.
-¿Qué estás escribiendo?
-Nada.
Y así.

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William S. Burroughs Jr.:
¿Qué le pasa a esta gente, Bill? Cuando era joven yo esperaba fraternidad en la industria de la escritura, y no este puteoputeoputeo.

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William S. Burroughs Sr.:
Querido Billy,
Escribir es una profesión muy agotadora, exigente, peligrosa y mal pagada, y el consejo más básico y vital que puedo darle a cualquier joven escritor es: presta atención a tus finanzas. En palabras de Wilson Mizner: "No rechaces ningún dinero". Ahora parece que para poder sobrevivir tenemos que subirnos a los escenarios y vender nuestras mercancías como aquellos proveedores de pociones milagrosas. Al mismo tiempo, las lecturas pueden llegar a ser divertidas, si se toman como actuaciones, y estoy deseando que lleguen nuestros recitales conjuntos en Santa Cruz y Berkeley.
¿Qué tal de salud? Cuídate mucho –hasta la vista– 

Te quiero,
Bill

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William S. Burroughs Jr.:
Recordar siempre que el peor juez de la obra de un escritor es el propio autor.

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William S. Burroughs Jr.:
Bill, esto es serio, y a pesar de la estabilidad de mi actual estado, soy un hombre y tengo algo muy serio que pedirte. Por favor, ¿podrías hacer esto por mí? En alguna parte de los "archivos" debe haber una fotografía de Joan, tu mujer, mi madre. Por favor, Bill. Padre, tengo casi 33 años y no sé el aspecto que tenía mi madre.
¿Cómo es posible que sea tan complicado dejar que un hijo de vida tan precaria vea la imagen de su madre? Honestamente, esto me ha irritado durante muchísimos años. Esta carta ha exigido mucho. Te quiero, Bill.


[Dirty Works. Traducción de Javier Lucini]