lunes, agosto 31, 2015

Lecturas de mí mismo, de Philip Roth


Lecturas de mí mismo se estructura en dos partes.

En la primera hay, fundamentalmente, entrevistas con Philip Roth que giran alrededor de sus obras, de su visión de la vida y de la política. Ésta, para mí, es la mejor parte de las dos porque es un género que me apasiona, sobre todo si el entrevistado es poeta, escritor o cineasta. Quien quiera saber más sobre la bibliografía del maestro Roth, no debe perdérsela.

En la segunda encontramos ensayos, artículos e incluso introducciones a los libros de otros autores. Aunque aquí brilla el estilo de Roth en la prosa, y su sabiduría analítica, reconozco que un par de textos me cansaron porque llega un momento en que el autor le da demasiadas vueltas a la narrativa judía (no digo que no me guste la narrativa de autores judíos: lo que digo es que al final tiene uno la sensación de cierta redundancia en torno al tema).

En cualquier caso, es un placer observar cómo analiza Roth los libros: sean suyos o de otros escritores (como Saul Bellow, Bernard Malamud, Franz Kafka o Milan Kundera). Aquí van algunas notas de este volumen:

Normalmente, las ideas de los libros se me presentan con el aspecto de puro accidente o azar, aunque, una vez finalizada la obra, en general veo cómo lo que ha tomado forma se engendró en la interacción entre mi narrativa anterior, la historia personal reciente no digerida, las circunstancias de mi entorno inmediato, la vida cotidiana y los libros que he estado leyendo y sobre los que he dado clases. La relación cambiante de estos elementos de experiencia centra el tema, y entonces, meditando en ello, encuentro la manera de asirlo.

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Convertirte en una celebridad es convertirte en una marca.

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Viví en el Lower East End durante unos seis meses con gran insatisfacción: no me gustaba la escena "literaria", no me interesaba el mundo editorial, no podía dominar los estilos de combate sexual que estaban en boga a fines de los años cincuenta, y, como no trabajaba a sueldo del comercio, la industria o las finanzas, no veía muchos motivos para seguir allí.

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Mire, el arte también es vida. La soledad es vida, la meditación es vida, el fingimiento es vida, la suposición es vida, la contemplación es vida, el lenguaje es vida. ¿Hay menos vida en dar vueltas a las frases que en fabricar automóviles? ¿Hay menos vida en leer Al faro que en ordeñar una vaca o lanzar una granada de mano? El aislamiento de una vocación literaria, el aislamiento que supone mucho más que sentarse a solas en una habitación durante la mayor parte de tu existencia consciente, tiene tanto que ver con la vida como con la acumulación de sensaciones, o de empresas multinacionales ahí fuera, en el enorme tumulto. Me parece que en gran medida gracias al arte tengo una posibilidad de ir por lo menos al meollo de mi propia vida.

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Muéstreme a un escritor que no se enfurezca porque le malentienden, le leen mal o no le leen, y que no esté seguro de que tiene razón.


[Mondadori. Traducción de Jordi Fibla]

Próximamente: Discutir Houellebecq


En Clave Intelectual. De Varios Autores.

viernes, agosto 28, 2015

Hombre / Que viene Valdez, de Elmore Leonard


Es un lujo que Valdemar haya sacado no una, sino dos novelas de Elmore Leonard ambientadas en el Oeste, y las haya reunido en el mismo volumen.

Es muy posible que ambas novelas estén, de modo indirecto, en la memoria de algunas personas. Porque ambas fueron llevadas al cine entre finales de los 60 y principios de los 70 y las imágenes de Paul Newman (con melena de indio y luego con camisa blanca y el pelo corto) y de Burt Lancaster (con frondoso bigote y ataviado con ropa propia de la caballería) en esas películas ya son más célebres y más míticas que las propias películas. Ambas comparten algo en común, aparte del género: constituyen una crítica velada a quienes menospreciaban a otras razas, como los indios o los mexicanos. Y también en ambas hay un personaje masculino que es duro y justo, implacable y bondadoso.

Hombre cuenta el viaje de varias personas en una diligencia hasta que el vehículo es asaltado y empiezan a crearse situaciones de tensión y luego de vida o muerte. En esa diligencia se desplaza John Russell, un hombre que se crió con los apaches y ha adoptado sus costumbres y su comportamiento, y al que apodan "Hombre" (en castellano, en el original). Hombre es una buena novela y se devora desde el principio como si nos hubiéramos metido en un western de los 70, quizá los más infravalorados del género, pero que dieron títulos muy estimables y películas que se han ido convirtiendo en piezas de culto. Pero Que viene Valdez es muy superior, pues contiene más trama, más recovecos y más trabajo de personajes.

Que viene Valdez cuenta lo que sucede desde el momento en que, durante un tiroteo, el alguacil Roberto Valdez elimina a un hombre negro del que luego se descubre su inocencia. El fiambre deja una mujer india embarazada y Valdez, aunque él no creó la situación, sostiene que todos los hombres culpables e involucrados deberían reunir dinero para compensarla y así ella tenga algo a lo que aferrarse. Pero nadie está dispuesto a soltar un dólar y Valdez debe enfrentarse a Frank Tanner, el fulano que posee una hacienda y un ejército a su servicio, y quien es el culpable de acusar falsamente al hombre que Valdez mató en defensa propia. Ambas novelas están llenas de diálogos con la marca de la casa de Elmore Leonard: ágiles, precisos, contundentes. Hay un momento en que a Valdez le atan una cruz en la espalda y lo dejan en el desierto. Luego se topa con uno de sus captores y esto es parte de lo que hablan:

-Pensé que eras tú, pero luego me dije, no, ese hombre lleva una cruz en la espalda.
-Me cansé de llevarla –respondió Valdez.
-Alguien te encontró, ¿eh?
-Alguien.
-Tuviste a la suerte de tu lado en esta ocasión.
-Si la gente te ayuda –respondió Valdez–, no necesitas a la suerte.

Como es habitual, la muerte siempre está presente en las novelas de Leonard, y nunca puede faltar en un buen western. Aquí contiene algo de poesía. Veamos lo que le sucede a uno de los tipos a los que Roberto (Bob) Valdez dispara:

Y luego pensó: deberías saber cuándo vas a morir. Debería ser algo que uno planease. No debería ocurrir, pero está ocurriendo. Intentó levantar el brazo izquierdo, pero no pudo. Tenía toda la parte izquierda entumecida, desde el pecho hasta las piernas. Tenía el costado abierto y su vida se escapaba mientras contemplaba el cielo. Se dijo a sí mismo, ¿qué es el cielo para mí? Se dijo, ¿qué haces aquí solo?

Ojalá publiquen más "novelas-western" de Elmore Leonard. Se agradecería.


[Valdemar. Traducciones de Juan Antonio Santos y Marta Lila Murillo]

Próximamente: Los bárbaros


De Jacques Abeille. En Sexto Piso.

jueves, agosto 27, 2015

Próximamente: Zeroville


De Steve Erickson. En Pálido Fuego.

A espaldas del lago, de Peter Stamm


En las compilaciones de relatos de Peter Stamm, al menos en las que yo he leído, suele haber cuentos que simplemente están bien… pero siempre hay tres o cuatro que me parecen sublimes. A espaldas del lago, el último libro de Stamm publicado en España, contiene 10 historias ambientadas al sur de Constanza, de las que me interesa destacar 3 de ellas, siempre escritas con esa prosa minimalista del autor:

"Los veraneantes" es el relato de un hombre que necesita tranquilidad para terminar de escribir un libro, y se refugia en un balneario entre las montañas. Y allí todo es extraño: lo regenta una única (y misteriosa) mujer, no hay electricidad y no se ve ni un inquilino. Pero, en el fondo, el narrador empieza a detectar que aquello le gusta: la mujer, el entorno bucólico, la tranquilidad… Creo que es el clásico cuento que nos fascina a quienes escribimos, pues entendemos muy bien los rudimentos del oficio, las cosas que se van contando, las necesidades de hombre normal metido en una situación insólita. Tal vez sea el mejor relato del libro, y es con el que Stamm arranca.

"El curso normal de las cosas" se centra en una pareja que está de vacaciones en una cabaña alquilada, pero nada es como pregonaban las guías y los anuncios de la empresa. En la cabaña más próxima hay una familia: meten demasiado ruido, son extraños, pero a la vez estimulan la curiosidad de la pareja, lo que en cierta manera convierte al marido en una especie de hombre en "la ventana indiscreta". Quienes hayan salido de vacaciones en pareja a sitios que no son lo soñado (porque en realidad son una especie de timo), conectarán en seguida con el relato.

"La maleta" (título idéntico al de la novela de Sergei Dovlatov) cuenta lo que ocurre cuando una mujer es ingresada en el hospital y cae en coma y su marido tiene que hacer una maleta con lo necesario (según los folletos del hospital): una maleta para ella, con material de aseo, ropa interior, lecturas… Esa maleta, como en la novela citada, se convierte en una especie de metáfora de lo que es o lo que representa la mujer: lo que quizá quede de ella, sus cosas, sus intimidades… Algo que se ve en el pasaje en el que el hombre se va a un hotel y allí, en medio de su soledad y su desamparo, coloca dicha maleta en el lugar de la cama doble en el que tendría que estar su mujer. Dice el narrador: Es como si en esa maleta estuviera todo lo que quedaba de Rosemarie. Las cosas tienen más en común con ella que el cuerpo frío que había visto en el hospital un par de horas antes, expuesto en una cama de metal y reducido a sus funciones vitales.


[Acantilado. Traducción de José Aníbal Campos]

Sin que sirva de precedente



son las seis de la tarde
         del mes de agosto:

         estoy echado en la cama,
         encima de la cama, desnudo:

         en una mano tengo un porro
y       en la otra un cigarrillo:

         estoy a gusto:

         acabo de follar con Chica
         aunque ahora que lo pienso
         lo que realmente hicimos fue
         querernos:

         por la ventana abierta de par en par
         entran los tejados de mi calle:

         el martillo neumático de una zanja:

         alguien que arranca el coche:

         niños:

         tengo sueño, mucho, mucho sueño:

y       lo que es todavía mejor:
         por esta vez
         sin que sirva de precedente
         tengo ganas, muchas, muchas ganas

         de 
         soñar:


         negándose a despertar:
           john fante:


David González, De todo corazón

miércoles, agosto 26, 2015

Cómo ser grosero e influir en los demás, de Lenny Bruce


La primera vez que supe de Lenny Bruce, hará ya unos mil años, fue al ver la película de Bob Fosse, Lenny, interpretada por Dustin Hoffman. Recuerdo que me entusiasmó, y que me quedé prendado de ese personaje blasfemo, provocador y políticamente incorrecto. Muchísimo tiempo después encontré en la Feria del Libro de Madrid un volumen que, supongo, poca gente conoce: Lenny Bruce. El cómico del escándalo, una especie de agrupación de textos de diversa procedencia (entrevistas, números cómicos, etc.). Gracias a Malpaso podemos leer ya estas memorias, atípicas y extravagantes. Subtituladas "Memorias de un bocazas", constituyen un pequeño pedazo de la historia de Estados Unidos porque incluyen episodios muy sonados allí, como las polémicas y juicios por escándalo público tras ciertas actuaciones en los clubes. Eran tiempos de busca y captura y de caza de brujas, y un tipo deslenguado como Lenny Bruce se convirtió en la cabeza de turco de los biempensantes.

Necesitamos, hoy más que nunca, a cómicos como Lenny Bruce. Que no tengan miedo. Que sepan hacer del humor un arma arrojadiza. Que no se callen. Que apuesten por un lenguaje políticamente incorrecto. Aquí, en estas páginas, están sus historias de amor y sexo y odio, sus escándalos y sus arrestos, sus aprendizajes, sus enfermedades… Absténganse de leerlo los que tengan la cabeza cuadrada y problemas con el humor y el lenguaje con jerga y palabrotas.

Aquí van las primeras páginas, servidas por El Boomeran(g).


[Malpaso Ediciones. Traducción de Laura Salas Rodríguez]

Próximamente: Instrucciones para ver una película


De David Thomson. En Pasado & Presente.

lunes, agosto 24, 2015

Dolly City, de Orly Castel-Bloom


Esta insólita, sombría y poderosa novela, de una autora israelí a la que en España no conocíamos, recuerda un poco al universo inexplicable de David Lynch y mucho al mundo de la carne desgarrada de David Cronenberg. La narradora es la doctora Dolly, que vive en Dolly City, una ciudad de ciencia-ficción, y que tiene una obsesión consistente en cortar y sanar, operar y abrir cuerpos, ya sean de animales o de personas. En lo que no parece reparar es en que esas operaciones de cirugía hacen más daño que bien, causan más perjuicio que reparación. Al principio de la novela encuentra a un bebé al que iban a matar y se lo queda. Lo convierte en su hijo. Como ella tiene "la enfermedad de las posibilidades infinitas", cree que el hijo podría contraer enfermedades, que podría tener cáncer, y cree que todo el exterior tiene cáncer (no sólo las personas, también los coches, las calles, los edificios…). Y por eso, una y otra vez, lo somete a cautiverio y a largas y difíciles operaciones, convirtiéndolo de paso en una especie de freak, de monstruo de Frankenstein, una criatura pequeña y cosida y llena de cicatrices por todas partes, una imagen que sería terrorífica en una película, y que también es terrorífica cuando se la imagina el lector.

Se ha citado a Kafka para etiquetar y encajar en algún lado esta obra de Orly Castel-Bloom. Los críticos siempre necesitan algo a lo que aferrarse. Pero el universo de esta autora es algo distinto, así como, aunque yo he citado a Lynch y a Cronenberg, ella tiene su propio mundo de ficción. En su entorno de ficción nunca hay respuestas, pasan cosas tan extrañas que el lector no sabe si ella las ha soñado o si ocurren de verdad: por ejemplo, todas las veces en que la narradora mata y continúa adelante sin problemas, o el día en que le pide a alguien que le pegue el niño a su espalda (espalda contra espalda), como si fuera una mochila de carne, para que pueda llevarlo por la calle sin separarse. A veces la internan en un manicomio porque su madre y su hermana saben que está como un cencerro. Esta novela encierra mucho poder de seducción, te atrapa y te horroriza al mismo tiempo. Unos extractos:

¿Cuánto tiempo puedes dejar que los ojos trabajen horas extras pasando de una imagen a otra hasta que ya no sabes lo que estás viendo?

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El miedo al cáncer es el más terrible de todos. Creo que es la enfermedad más sombría que el ángel de la muerte haya podido inventar. Esa enfermedad es una gran trampa, tanto para el médico como para el paciente, porque nunca se puede saber con absoluta certeza si ha empezado ya a florecer en las profundidades del cuerpo de una persona. Localizar el brote incipiente es tan difícil como atrapar un pájaro en pleno vuelo. Aunque lograras atraparlo, en el mejor de los casos te caerías de bruces y te romperías la mandíbula.

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Por las noches no podía dormir. En primer lugar, debido a los trenes y a la autopista, que me volvían loca. Con el transcurso de los años, la población de Dolly City había ido en aumento y la ciudad se había llenado de toda suerte de infraseres e infrahombres que pedían cada vez más vehículos, más y más carreteras y vías férreas. No hubo más remedio que construir esas carreteras y vías férreas unas encima de las otras, y ahora el horroroso estrépito de los trenes era más fuerte que nunca. El ruido estaba tan integrado en mi ser que a veces pensaba que era fruto de mi imaginación.

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Hasta entonces mi hijo no había traspasado el umbral de casa, no había más niños que los que salían en la televisión, aparato que él detestaba. Cuando muy de vez en cuando yo salía unas horas, lo dormía. Como responsable de su educación, no le había enseñado a hablar. ¿Para qué? ¿Para que dijera "mamá"?

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No conocía el reposo. Mi cerebro trabajaba con igual rapidez que un tren sin frenos. Mi vocación médica me destruía por completo. Me tomaba la profesión demasiado en serio.


[Turner Libros. Traducción de Eulàlia Sariola]

Próximamente: Todos deberíamos ser feministas


De Chimamanda Ngozi Adichie. En Random House.

viernes, agosto 21, 2015

Próximamente: Revival


De Stephen King. En Plaza & Janés.