De David Sedaris. En Random House.
"En lo que me concierne, no soy un escritor, soy alguien que escribe…" (Thomas Bernhard)
sábado, febrero 28, 2015
viernes, febrero 27, 2015
Atlas de islas remotas, de Judith Schalansky
Como la oferta editorial es cada vez más amplia y también hay mucha calidad (si el lector sabe buscar bien o si cuenta con un librero que sepa aconsejarle), uno no puede comprar todo y tampoco dispone de tiempo para leer todo lo que a priori le interesa. Por eso estuve a punto de dejar pasar este atlas, subtitulado "Cincuenta islas en las que nunca estuve y en las que nunca estaré", de la escritora alemana Judith Schalansky. Hasta que Hilario J. Rodríguez, que es uno de los grandes gourmets de la literatura, me aconsejó comprarlo, añadiendo que era una maravilla o algo por el estilo. Y lo es.
Lo es, tanto por su manera de contar (cada texto asociado a una isla es, a veces, como un cuento, otras es como una crónica, o como un pequeño anecdotario, o como otro mapa para saber algo del islote en cuestión, aunque nunca para conocer todos los pormenores) como por el diseño de cada página (de lo que se ha encargado la propia autora).
A cada isla le dedica dos caras:
-en una consta la localización del lugar, los nombres que tiene, la extensión en kilómetros cuadrados, el número de habitantes o si está deshabitada, la distancia con los puntos más próximos, su situación en el globo terráqueo y dos o tres datos sobre su historia (cuándo la descubrieron, o si un volcán hizo evacuar a toda la población y dejarla desierta…); y, después, el texto breve en el que relata algunas anécdotas de la isla, lo que a ella le ha parecido más sugerente o interesante.
-en la otra, el mapa de la isla en cuestión, con los nombres de los puertos, de los ríos, de los cabos, de los cerros…
En fin, una delicia: tanto narrativa como estéticamente, una pieza de coleccionista… No os dejo con ningún pasaje porque creo que hay que ver el libro en su conjunto, la disposición de las páginas y el trazado y el diseño de la autora. No obstante, en el blog de Santos Domínguez pueden leerse algunos fragmentos: en este link.
[Capitán Swing & Nórdica Libros. Traducción de Isabel G. Gamero]
jueves, febrero 26, 2015
Angustia: presentación en Madrid & más fragmentos
Esta tarde, a las 19:00 horas, y como consta en el cartel, presentaré Angustia junto a Álex Portero y Esteban Gutiérrez Gómez en la Librería Machado del Círculo de Bellas Artes. Aquí van algunos fragmentos del libro:
La química abrasaba tanto la piel que, en esas zonas, siempre se veía reseca, lastimada, endurecida. Vi un repertorio de postillas y de heridas que parecían estar pudriéndose. Vi regiones sombreadas por una gama casi hermosa de colores, como cuando los cardenales admiten todas las tonalidades del arco iris. Vi una amalgama de úlceras, descamaciones, arrugas y enrojecimientos. Era un paisaje atroz, al mismo tiempo horrible y natural, que conjugaba el símbolo de la maternidad (el pecho que alimenta al bebé) con la furia del virus (las lesiones externas), todo ello tamizado por un caleidoscopio de colores enfermos. Fue como si mirase al abismo, y desde luego éste me devolvió la mirada.
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En el Monte Kapuzinerberg pasamos junto a una verja que nos llamó la atención. Le hice una foto sin saber que la valla marcaba los límites de la antigua propiedad de Zweig. Me atrajo por el buzón de suburbio norteamericano, con las letras U.S. MAIL escritas en la puertecita. Al fondo, bosques frondosos y entre sombras. De regreso al hotel supe que se trataba de la casa donde viviera el escritor.
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Cuando la encontramos, por fin, nos decepcionó profundamente. Es una calle horrible y pequeña, absurda y deprimente. Con un diminuto parquecillo, varias casas idénticas y una docena de coches aparcados. Una calle aislada y espantosa en un suburbio lejano, tétrico y nefasto. Quizá fuese el castigo impuesto a Bernhard por ser tan crítico con la ciudad y sus habitantes.
A la calle la precede una placa o letrero que indica, con letras blancas sobre fondo azul, que llegamos a la Thomas-Bernhard-Straße. Un letrero atornillado a una señal de tráfico advierte que ese tramo es paseo habitual de escolares. Hicimos fotos y las miro ahora y el paisaje desprende un aura de tristeza que retuerce las tripas: al fondo se divisa un edificio en obras, con grúas, y un autobús interurbano, y el cielo gris.
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Durante un año habíamos soportado varias alarmas. Los médicos creían que estaba invadida y luego no lo estaba. Primero sí, luego no. Como esos personajes beckettianos. Sí. No. No sé.
miércoles, febrero 25, 2015
La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera
Si no me equivoco, hacía un montón de años que no leía a Kundera. La insoportable levedad del ser (uno de los pocos que leí entonces) fue un arma de doble filo: es su libro más famoso y más celebrado, pero al mismo tiempo es el libro en el que se ha quedado la gente. Después de aquella novela yo leí otras obras, no muchas, pero seguía atrapado en La insoportable levedad… Y es que hay autores que siempre quedarán marcados por un solo libro (y también cineastas, aunque menos).
No sé si La fiesta de la insignificancia es un paso adelante en su trayectoria o un paso atrás o más de lo mismo. Por lo que dicen, aquí Milan Kundera abandona su solemnidad y decide utilizar el humor, reírse de todo, decirnos que la vida es demasiado seria y que nos falta la risa, porque la risa nos da otra dimensión de las cosas, logra que afrontemos los problemas con menos amargura. A ratos no sabía muy bien qué nos estaba planteando Kundera con su teatro de marionetas por el que desfilan ángeles, chicas con ombligo al aire, amigos que mienten e incluso Stalin… Lo que sé es que me he divertido (no hasta el punto de llegar a la carcajada, como han señalado algunos críticos), que me ha parecido una especie de gamberrada con toques filosóficos, y que además me ha hecho copiar algunos extractos dignos del subrayado. Como, por ejemplo, éstos:
-El tiempo corre. Gracias a él, primero vivimos, lo cual quiere decir que ya hemos sido acusados y juzgados por la gente. Luego morimos y permanecemos aún unos años entre los que nos han conocido, pero muy pronto se produce otro cambio: los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy, muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un solo recuerdo real, pasan a ser marionetas…
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-Sentirse o no sentirse culpable. Creo que todo radica en eso. La vida es una lucha de todos contra todos. Es sabido. Pero ¿cómo puede darse esa lucha en una sociedad más o menos civilizada? No deberíamos tirarnos unos contra otros a primera vista. En cambio, intentamos proyectar en los demás el oprobio de la culpabilidad. Vencerá el que consiga hacer que el otro se sienta culpable. Perderá el que confiese su culpa. Vas por la calle inmerso en tus pensamientos. Caminando hacia ti, viene una chica que, como si estuviera sola en el mundo, sin mirar a los lados, camina recto hacia delante. Chocáis. Éste es el momento de la verdad. ¿Quién insultará al otro, y quién pedirá perdón? Esa situación me sirve de ejemplo: en realidad, los dos son a la vez el embestido y el que embiste. No obstante, los hay que, inmediata y espontáneamente, se consideran los causantes del choque y, por tanto, culpables. Y los hay también que siempre se consideran, inmediata y espontáneamente, las víctimas del choque y, por tanto, en su derecho de acusar en el acto al otro y de hacer que lo castiguen. Tú, en esa situación, ¿pedirías perdón o acusarías?
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Sólo desde lo alto del infinito buen humor puedes observar debajo de ti la eterna estupidez de los hombres, y reírte de ella.
[Tusquets Editores. Traducción de Beatriz de Moura]
martes, febrero 24, 2015
lunes, febrero 23, 2015
Sesión de cine, de Robert Coover
Siendo un autor divertidísimo y muy dado a los juegos, no obstante Robert Coover no es un escritor con el que todo el mundo conecte. Y no es porque sus libros puedan ser más o menos complejos, sino porque su deconstrucción de las historias clásicas (cuentos infantiles, películas de Hollywood, etc) desconcierta totalmente al lector. Pero lo explicaré con algunos ejemplos:
Leí Noir cuando salió a la venta. Disfruté de la novela, pero me desorientó por completo. Me costó entender que no era una novela negra que siguiera las reglas, sino que parodiaba al género. Un tiempo después supe que Pálido Fuego iba a editar su obra magna, La hoguera pública, y releí Noir, sabiendo un poco más del autor, y sabiendo que lo suyo no era homenaje, sino deconstrucción, quiebra de normas, fuga de modelos. Y Noir, entonces, me gustó mucho más.
Con La hoguera pública, en cambio, conecté de inmediato. Ya estaba preparado para la burla, para la sátira, para esos laberintos narrativos en los que Coover maquilla un poco la Historia y además mezcla a los personajes reales con figuras míticas de la cultura popular.
Días atrás me acordé de algo: tenía un ejemplar de Sesión de cine por ahí, perdido en el lío de mi biblioteca. Contiene unos 12 relatos que giran en torno a las películas, especialmente las de Hollywood. Por sus páginas desfilan Charlot, los pistoleros del western, los protagonistas de Casablanca e incluso los dibujos animados que se mezclan con las personas de carne y hueso. Y reconozco que me ha costado conectar con algunos de los textos. El dedicado a Charlot, por ejemplo, es muy brillante porque va convirtiendo los habituales gags (caídas, persecuciones, golpes) en un festival de sangre, alcohol y humillaciones, pero es cierto que cansa un poco porque es una descripción de las acciones del personaje (el autor nos está narrando un corto) a lo largo de 30 páginas.
Sin embargo, hay tres textos que me parecen grandiosos: en uno de ellos, "Duelo en Gentry's Junction", Coover realiza su particular parodia-homenaje al western, con paralelismos entre dicho relato y Solo ante el peligro; en otro, "Dibujos animados", se juntan esos cartoons con hombres de verdad, algo que recuerda bastante a las peripecias de Roger Rabbit; y, por último, "Tócala de nuevo, Sam", donde el autor coloca a Rick y a Ilsa en un interludio sexual que es como dinamitar la imagen de los clásicos: echan un polvo, beben y fuman, se lo comen el uno al otro… Por estos tres relatos, ya digo, merece la pena. En los otros me costó entrar (salvo en el de Charlot). Y acaba de salir traducida su novela Ciudad fantasma, que espero leer pronto.
[Anagrama. Traducción de Mariano Antolín Rato]
viernes, febrero 20, 2015
El amor en los sanatorios: ejemplares en venta
Sé que muchas personas están teniendo problemas para encontrar El amor en los sanatorios, el poemario que, de alguna manera, sirve de complemento a mi novela Angustia: bien porque está distribuido en pocas librerías, bien por algunos problemas con los pedidos en la web.
Así que los editores me han pasado varios ejemplares para que los venda yo mismo por aquí. El precio del libro es de 10 euros + gastos de envío (que, en modo normal, sale en torno a los 3 euros). Si a alguien le interesa comprar alguno, que me escriba a mi correo.
En Playtime: Noah Cicero
Tras varios días con la web en mantenimiento, ya está en la red mi siguiente colaboración en It's Playtime, el suplemento digital del diario El Plural. Esta semana toca Pórtate bien: aquí.
jueves, febrero 19, 2015
Una vía para la insubordinación, de Henri Michaux
Una vía para la insubordinación es un brevísimo ensayo de Henri Michaux que publica Alpha Decay. Si descontamos la introducción de Javier Calvo, lo que nos queda es un texto de unas 60 páginas. Pero 60 páginas escritas con una prosa sutil, la propia de un artesano de las letras, repleta de pequeños estallidos que forman imágenes inolvidables en nuestra cabeza (Ahí donde se esperaban "ángeles", acampan demonios. / Lo que ha descubierto y llevado a cabo sería una física de la insubordinación y de la horripilación. / Quien se adentre lo bastante en sí mismo a duras penas logrará sortear al demonio…).
Dividido en cuatro partes, en la primera Michaux nos adentra en el poltergeist y sus manifestaciones: las víctimas habituales suelen ser muchachas que sirven de instrumento para una rabia que acaba explotando contra el entorno del hogar, que carecen de tensión en la cara aunque sean capaces de mover muebles sin pestañear, que ven la casa como una prisión autoritaria contra la que rebelarse desde dentro, desde la insubordinación interna; en la segunda, conocemos casos sobre lo que el autor llama "el adversario interior", esto es, una especie de doble (también denominada "demonio") empeñado en doblegar y maltratar a la personalidad dominante de un individuo; la tercera y la cuarta parte, que no llevan título, exploran algunos casos de hombres y mujeres que alcanzaron la santidad, pero pagando el precio de los demonios que acampaban a su alrededor.
Lo que el autor se pregunta es si todas esas exteriorizaciones, esos vínculos con un poder blasfemo y agresivo y violento, no serán sino desdoblamientos del propio individuo, huellas exteriores de una cólera irreprimible. Y por eso, y por la belleza de su escritura exacta, estamos ante un ensayo que motiva a la relectura. Algunos extractos:
No sabemos con exactitud qué es el poltergeist, tan sólo cómo se presenta: en una casa apartada, la mayoría de las veces en el campo, de repente algunos objetos empiezan a moverse solos, cajones que se abren, herramientas que se levantan, pesados arcones que cambian de sitio, no sólo los muebles pesados sino también los otros, potes, vasijas, calderos llenos que se desplazan varios metros por el aire sin que se derrame una sola gota, o bien una taza quieta que se parte en mil pedazos, en cambio una garrafa rueda escaleras abajo sin mellarse siquiera. Llueven piedras lanzadas desde no se sabe dónde, pedazos de teja que dibujan una trayectoria absurda, imprevisibles hasta el último momento. Las piedras pueden ir dirigidas contra uno u otro de los ocupantes, pero asimismo contra algún curioso, un vecino que se acercaba para ver: parece que lo van a golpear, pero frenan su marcha antes de alcanzarlo y apenas lo rozan.
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En la vivienda existe un reino de objetos preciosos, seleccionados por y para el adulto, que hay que respetar, algunos fabricados, construidos para el señor.
El niño, por naturaleza, no está para eso, no aprueba "sus" elecciones y "sus" muebles de lujo. No está hecho para construir sino para destruir, no para erigir sino para derribar, no para el canto sino para el berrido, la algarabía, el jaleo, para trastornar, para la estridencia, para dislocar, para revolver, para importunar, para arrancar, para romper. Tobogán, columpio: para él son el descanso, y no la butaca.
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Ahí donde se esperaban "ángeles", acampan demonios.
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En conjunto, los santos maltratados tuvieron sobre todo que hacer frente a la Violencia, mientras que las santas (legas o religiosas) lo hicieron al asco, el espanto y el horror. Más habitual era que se vieran atacadas por la repugnancia. Las forzaban a respirar miasmas y olores fétidos, hedores que les revolvían el estómago. Les arrojaban sustancias repugnantes, pringosas, pegajosas, excrementos. La suciedad era su drama, su punto flaco.
Tenían que soportar la presencia de inmundicias, de podredumbre, de estiércol.
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Quien se adentre lo bastante en sí mismo a duras penas logrará sortear al demonio; concebir sin demonio lo angélico o lo divino es carecer de experiencia.
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El "demonio" es una formación, una idealización casi siempre vaga que cada uno compone sin darse cuenta, con su tendencia característica a la oposición, sin percatarse de ello más que en momentos sumamente raros, causantes de grandes trastornos.
[Alpha Decay. Traducción de Alex Gibert y Jordi Terré]
martes, febrero 17, 2015
Tomás Sánchez Santiago en El Cuaderno
En el número 65 de El Cuaderno (de pago en digital, gratuito en papel en algunas librerías) se publican mis comentarios sobre dos libros de Tomás Sánchez Santiago: la reedición de la novela Calle Feria y los apuntes, relatos y variedades de La vida mitigada (del que, además, se incluyen 3 textos): aquí.
lunes, febrero 16, 2015
La verde luz de las estepas, de Brigitte Reimann
Anoche llamó Kurt: "Haz la maleta, el martes volamos para Siberia. Una delegación del Consejo Central, tú escribirás. Ni excusas, ni plazo para pensárselo. Ruta: Moscú, Tselinogrado, Novosibirsk, Irkutsk, Bratsk, Moscú. Lleva un par de jerséis, en Siberia puede hacer frío. (Lo primero que se me viene a la cabeza al pensar en Siberia es frío). Y para que lo sepas desde ya: tienes que trabajar hasta caer rendida…".
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Comienzo a impacientarme, siento que estoy perdiendo el tiempo. Cortés y medio dormida, mordisqueando mi pollo, me quejé a mi estricto profe: me prometió "trabajo hasta caer rendida", y nos pasamos el día comiendo hasta caer rendidos. Reunió todas sus reservas de energía en una mirada. "La guardia muere, pero no se rinde". No sirvo para una carrera en el cuerpo diplomático. Sencillamente carezco del ánimo para cierto tipo de disciplina. ¿Por qué demonios he de pasarme cinco horas a la mesa, echando a perder mi estómago y sonriendo a diestro y siniestro? Y ahí fuera está Asia… Además, me hago reproches: si en su día no hubiese ido sorteando de mala gana la clase de ruso con un escueto aprobado, ahora podría charlar con Nikara o con el camarada Goz, que es tan humilde y discreto, pero que quizá, quién sabe, tenga una fragosa vida aventurera.
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Dormimos sólo cuatro horas, luego había que irse ya al aeródromo. Nos esperan dos días duros. Hoy por la noche sólo nos quedarán tres horas en un vagón litera, luego sigue el programa. No me extraña que a veces pierda los nervios. Me han llenado hasta tal punto de impresiones que por momentos siento algo parecido al embotamiento, como si estuviera colmada la medida, agotada la capacidad de asimilar. Ya apenas logro asombrarme. Ayer sólo tuve un instante de emoción cuando los obreros del aluminio en Chérejov nos entregaron una barra del primer aluminio fundido en Siberia. Detrás hay un trabajo inmenso, y es que aquí, donde ahora están la fábrica de aluminio y la ciudad, hace seis o siete años sólo había taiga, no hollada por pie humano alguno, y esos jóvenes vivían en tiendas de campaña y construían a cuarenta grados bajo cero. Hoy Siberia aportará un tercio de la producción mundial de aluminio. ("Misiles", me susurró Kurt).
[Errata Naturae. Traducción de Ibon Zubiaur]
viernes, febrero 13, 2015
Hollywood maldito, de Jesús Palacios
La idea de crear imágenes cinematográficas que influyan en quienes las ven es tan antigua, en realidad, como el propio cine. De una forma tácita e incluso, si se quiere, banal, esa es la propia naturaleza del cine y, en cierta medida, de todas las artes. Y si una película cambia la vida de sus espectadores –o de uno solo de ellos–, no cabe duda de que se trata de una buena película, nos guste subjetivamente o no. Sin embargo, hay un gran trecho entre esta función "natural" del cine y la de influir ocultamente, de forma sutil y malévola, en el público, llevándole a tomar decisiones, adoptar ideas e incluso llevar a cabo acciones concretas, opuestas a su carácter o que nunca habría desarrollado, de no estar bajo el influjo de estas películas. La capacidad de las imágenes en movimiento, especialmente las denominadas subliminales, para penetrar en las capas más profundas del cerebro y de la mente, alojando en ellas mensajes y conceptos que no podemos reconocer conscientemente, pero puede manipular tarde o temprano nuestro comportamiento, es bien conocida por todos.
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Pero si las películas de las que hablamos son filmes como Nosferatu, La semilla del diablo, El exorcista, La profecía, Poltergeist o El Cuervo, obras que tratan sobre el diablo, los vampiros, el Anticristo, los espíritus de los muertos o los fenómenos psíquicos, entonces su maldición resulta estar en plena y perfecta sintonía con su propio contenido. Se constituyen en películas malditas quintaesenciadas, pues son portadoras de una "auténtica" maldición sobrenatural, si creemos que tal cosa existe.
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Los filmes de los que vamos a hablar aquí conformar un grupo selecto en el que se funden y confunden realidad y ficción, mito contemporáneo y publicidad, maniobra comercial y desastre económico, creando un legado único dentro de la historia del cine.
[Valdemar]