"En lo que me concierne, no soy un escritor, soy alguien que escribe…" (Thomas Bernhard)
lunes, marzo 31, 2014
Ardimiento, de Baco [Esteban Gutiérrez Gómez]
HAMBRE
He tardado en darme cuenta
y ahora sé porqué
en todos los órdenes de la vida
....los que llegan a la cumbre del poder,
....los que coronan la cima,
no son
....los mejores, ni
....los más sabios, ni
....los más fuertes, ni
....los más honrados.
Ahora sé que
....los que nos dominan son
....los más hambrientos,
....los que lo quieren todo y
no les importa
qué hacer
para conseguirlo,
ahora sé que son
....los más egoístas,
....los que más determinación tienen
para lograr sus objetivos,
....los que jamás ponen en su alma
una pizca de corazón,
....los que falsean sus sonrisas,
....los que mienten con sus palabras,
....los de las miradas feroces
....los egoístas
solitarios
de la cúspide,
....los que olfatean el dinero y el poder
en busca de la próxima presa.
Y ahora sé
que ellos son
....los lobos
y nosotros,
....los conformistas,
....las ovejas,
y que somos su alimento
y que siempre
tendrán
hambre.
**
AMÉN
Que os follen
marranos....vividores....sanguijuelas,
especuladores de lo absurdo,
que os den por el puto culo
y que todas vuestras ganancias
os las tengáis que gastar
en medicinas,
hijos de la gran puta
nos vais a joder el futuro
cabrones....usureros
miserables cucarachas
pequeños seres humanos
que no obráis más que
por el vil metal.
Ojalá
todo lo vuestro
se convierta
en mierda.
**
LA RAYA
A aquellos
que abusan
de mi confianza
les hago
la raya
la raya
nunca imaginé
que fuese capaz de levantar
tantas
fronteras.
[Zoográfico]
domingo, marzo 30, 2014
Con pecado concebido, de Sergi Escolano
La música de ascensor en el Cielo era más aburrida, incluso, que la más aburrida música de ascensor de la Creación, y los Aleluyas por minuto eran prácticamente infinitos. Bechamel se preguntó quién sería el compositor de semejante aberración y si realmente complacía al Altísimo. Pensó que el Altísimo no necesitaba ascensores, porque ya estaba en el lugar adonde éstos se dirigían. Era omnipresente, pero si estaba en todas partes también estaba en los ascensores... La omnipresencia de Dios solía superar los razonamientos de los ángeles inferiores, y en particular les creaba una psicosis y un sentimiento de falta de intimidad que les producía una gran inseguridad. Intentó no pensar en la omnipresencia y volvió a pensar en la música. En el Cielo estaba prohibida cualquier música que no fuera celestial. Bechamel sabía de la existencia de otras músicas en la Tierra, se lo había contado un Ángel de la Guarda retirado que había pasado muchas centurias entre los humanos, pero en el Cielo la SGAE (Sólo Gozaremos de Aquello Excelso) se encargaba de controlar que la música humana no llegara a corromper a los moradores celestiales.
[Editorial Pez de Plata]
viernes, marzo 28, 2014
Hoy, en Madrid
Esta tarde, a las 19:00 h., en la Machado Libros del Círculo de Bellas Artes, presentaremos El descrédito, libro en el que se ama y se odia, se respeta y se ataca a Céline. Si nada falla (si no hay adhesiones ni deserciones de última hora), la lista de quienes participaremos en el acto es la siguiente: Julio César Álvarez, Álex Portero, Choche, Esteban Gutiérrez Gómez, Gsús Bonilla, Mario Crespo, Óscar Esquivias y yo. En este link puedes leer el inicio de mi texto.
Doctor Sax, de Jack Kerouac
Este año voy con un retraso considerable de lecturas. Y voy con mucho retraso en cuanto a los libros que se van publicando o reeditando (en nuevas traducciones) de Jack Kerouac, del que procuro leer todo. Aún me faltan por leer Viajero solitario, por ejemplo. Y, aprovechando que Escalera acaba de sacar Visiones de Cody, hace algunas semanas leí por fin Doctor Sax. Se trata de un libro extraño, onírico, complejo (quizá el más complejo de los que he leído del autor). De hecho, es una obra que genera opiniones muy diversas. Para el propio autor, según se apunta en Kerouac y la generación beat (de Jean-François Duval, ya comentado aquí), era su mejor libro. A mí es el que menos me gusta. Luego sondeé la opinión de algunos escritores colegas: a Francesco Spinoglio y a Vicente Muñoz Álvarez les encantó; a David González, no tanto. Pero ambos opinamos que hay que leerlo, si eres fanático de Kerouac. Porque he de aclarar una cosa: Doctor Sax, una mezcla de ficción, memorias y sueños con toques góticos, es un buen libro; pero no es lo que yo esperaba, no es a lo que me había acostumbrado con Kerouac. Pronto me pondré con Visiones de Cody; mientras tanto, aquí va un fragmento de Doctor Sax:
Había anocheceres tristes en vacaciones, época de Navidad, la ciudad entera chisporroteaba a lo largo y ancho de lo que yo alcanzaba a ver desde los aledaños traseros del Instituto Textil, tras la feria dominical y por la tarde, a la hora de cenar, el rosbif me esperaba, o ragout d’boulette, inolvidable la totalidad del cielo, realzado por el hielo seco al brillar en el aire enrarecido de puro azul, triste, igual que los callejones de ladrillos rojos y el mármol del auditorio de Lowell, con bancos de nieve en las calles sonrojadas de tristeza, bajo el vuelo de los pájaros a la deriva de un domingo en Lowell; hora de almorzar, vuelo hasta una cerca Pulcra, rastreando migas de pan –ningún rastro allí del Lowell que vendría después, el Lowell de pesadillas locas bajo los pinos demacrados y la luna vertiginosa resoplando tras un velo, una linterna, un entierro inmundo, un desentierro inmundo, gnomos, ejes llenos de grasa, abandonados en las aguas del río y la luna reflejada en el ojo de una rata –ése sería el Lowell, el Mundo, aún por llegar.
Doctor Sax se esconde en los rincones de mi imaginación.
[Ediciones Escalera. Traducción de Martín Abadía]
jueves, marzo 27, 2014
David González: Gira 2014
Hoy empieza el tour de presentaciones del volumen 1 de la obra El lenguaje de los puños. Antología crítica de la poesía de David González, que le llevará durante 10 días por varias localidades de España. Empieza en Valladolid y participará en 2 actos. Sé que debería estar junto a él porque es un proyecto conjunto, pero las servidumbres de la paternidad me lo impiden. David lo sabe. Lo acepta. No hay problema. Yo estaré al final del camino, en Madrid: en la última presentación, el sábado 5 de abril, en La Central de Callao, donde también nos acompañará otro crack: Álex Portero. Quienes no conozcan aún a David González, deberían aprovechar para escuchar cómo recita, para verlo en persona, para comprobar que no es tan temible como parece, sino que tiene un gran corazón. Desde aquí le deseo suerte.
El largo invierno chino, de Carlos Palacios
Así fue como empezó el famoso fin del mundo. En 2012, el otoño llegó de un día para otro. De repente, las calles se llenaron de montones de hojas amarillas y marrones que los barrenderos apartaban con feroces escobazos y rácano resultado; de densos charcos del color del plomo y la consistencia del cristal y de un rugoso barro que al pisarlo inmortalizaba las huellas de los zapatos como cemento fresco. Al pasar los autobuses dejaban en las calzadas dos líneas paralelas de efímera limpieza que los coches que llegaban después volvían a ensuciar sin pudor alguno. Los días se repetían grises, como prisioneros de un cielo color ceniza sin fisuras, que dominaba desde el amanecer y que solo en las primeras horas de la tarde daba paso a una noche de violentos colores anaranjados. Algunas noches, un viento frío y poderoso balanceaba las farolas que pendían solitarias en mitad de los hilos de acero situados entre las fachadas de los edificios. A veces, cuando la fuerza del viento era mayor, se escuchaba un solitario portazo de alguna contraventana de madera mal cerrada. Las luces de las casas se encendían con las primeras oscuridades de la tarde y se apagaban muy pronto, nada más acabar el último programa televisivo. Las familias se quedaban poco tiempo a la mesa alegando las razones más extrañas y las cenas duraban apenas unos minutos, nada más que para hablar de la crisis y de los problemas del trabajo. En toda la ciudad flotaba una desconfiada atmósfera de toque de queda y calles desiertas, de pasos apresurados por las escaleras y de puertas cerradas tras un golpe seco y ruido de cerrojos echados.
**
-Yo no me acostumbro a ser pobre, aunque me gusta. ¿Sabe cómo se hace uno pobre? Pues poco a poco, con el pasar de los días. Es que no te das ni cuenta. Un día te despiden, no tienes dinero para pagar el teléfono, luego la luz, luego el alquiler del piso. Amenazan con echarte, no haces caso porque estás muy liado buscando trabajo. Hasta que sucede y entonces te ves en la calle. Por un tiempo los amigos te acogen en sus casas. Es casi divertido; es casi como volver al instituto o a la universidad. Pero se cansan y te buscan una pensión. Es barata, te dicen, estarás más cómodo porque vas a tener más independencia. Aguantas un mes, dos, no te sale nada, el traje está cada vez más sucio y más viejo, la gente empieza a mirarte cuando pasa a tu lado. Comienzas a no ser uno de ellos. Un día no tienes ni un euro para el café. Te jodes y no desayunas, vas a las entrevistas andando porque tampoco tienes que pagarte el tranvía. Luego dices: joder, y si pido aunque sea nada más que un euro para el tranvía. Cuando empiezas a pedir no puedes después parar, es como el vino. Y ya empiezas a convertirte en el loco del barrio, te conocen porque eres el que todos los días pide para ir a buscar trabajo y el bocadillo. Entonces debes mucho dinero a la señora de la pensión y te echa. ¿Dónde vas? No puedes presentarte así a los amigos, mucho menos a la familia. Te dices: la primera y la única vez que duermo en la calle. Al principio lo que hacía era pasear toda la noche, con mi maleta a cuestas. Cuando empezaba a amanecer me sentaba en un banco, con la maleta bien cogida, y echaba una cabezadita. Pero llega la lluvia y el frío y ya no puedes estar andando toda la noche; te dices que bueno, tendré que repararme en algún sitio. Y ves a otros que lo hacen, te acercas y al principio te tratan mal, luego se hacen amigos tuyos y ya estás dentro, buscando cartones y mantas, extendiendo la mano cuando pasa alguien para que te dé algo.
**
-[…] Lo único que puedo contarles es que todo sucedió en el Duomo: lo quemaron por dentro, ya no existe. Y hace unos minutos leí un bando con las nuevas disposiciones. Por lo que había escrito, hemos sido conquistados por los chinos… –y cuando lo dije, cuando expresé con palabras y escuché lo que hasta entonces había sido nada más que un pensamiento apenas articulado, fue cuando me derrumbé y comprendí todo. Conquistado por los chinos, repetí varias veces con la voz temblorosa y sabor de lágrimas en la boca.
[Editorial Eutelequia]
Algo que declarar
“Hoy te dejo ser quien resultas a mi vista
pero tranquilo, no se lo diré a nadie.”
Daniel G. Sanguino.
A menudo el mundo me hace temblar,
me aterra la frialdad,
las mentiras intencionadas,
la maldad sin matices,
la crueldad de la materia gris que cubre las calles,
la nada cotidiana,
el silencio ensordecedor de cada día,
mi propia imagen.
Miro a las nubes más a menudo de lo que debería
como si en su abismo blanco se encontraran las respuestas
a preguntas que aún no soy capaz de formular,
porque también me dan miedo.
Otra vez llega el Otoño a destiempo,
siempre me sorprende a medio vestir,
con la carne de gallina
no sé si por pudor,
por vergüenza,
o porque tengo frío.
Una conversación cara a cara que no termina
esa que nos coloca enfrente de nosotros mismos
tan cerca,
y tan claramente,
que vemos nuestros defectos
por encima de cualquier otra impresión,
–porque sabemos dónde mirar–.
Voy aprendiendo mi propio idioma,
aunque aún no soy capaz
de entender perfectamente lo que quiero decirme,
–irónico tratándose de alguien
que podría rivalizar con Champollion–.
Quizá esa es la clave,
aprendí una ingente cantidad de lenguas muertas
porque mi capacidad para expresarme también lo está,
o yo mismo,
y aún no soy consciente.
Esta noche, decido firmemente y por poeta,
entregar mi vida a las emociones,
sabiendo de antemano
que caminaré de tormenta en tormenta,
y que desde fuera pareceré un muñeco
errático, patético, ridículo,
lástima que la piel sea opaca,
y que las palabras,
de este y otros tiempos,
sean incapaces de reflejar precisamente mi poesía.
Álex Portero, La próxima tormenta
pero tranquilo, no se lo diré a nadie.”
Daniel G. Sanguino.
A menudo el mundo me hace temblar,
me aterra la frialdad,
las mentiras intencionadas,
la maldad sin matices,
la crueldad de la materia gris que cubre las calles,
la nada cotidiana,
el silencio ensordecedor de cada día,
mi propia imagen.
Miro a las nubes más a menudo de lo que debería
como si en su abismo blanco se encontraran las respuestas
a preguntas que aún no soy capaz de formular,
porque también me dan miedo.
Otra vez llega el Otoño a destiempo,
siempre me sorprende a medio vestir,
con la carne de gallina
no sé si por pudor,
por vergüenza,
o porque tengo frío.
Una conversación cara a cara que no termina
esa que nos coloca enfrente de nosotros mismos
tan cerca,
y tan claramente,
que vemos nuestros defectos
por encima de cualquier otra impresión,
–porque sabemos dónde mirar–.
Voy aprendiendo mi propio idioma,
aunque aún no soy capaz
de entender perfectamente lo que quiero decirme,
–irónico tratándose de alguien
que podría rivalizar con Champollion–.
Quizá esa es la clave,
aprendí una ingente cantidad de lenguas muertas
porque mi capacidad para expresarme también lo está,
o yo mismo,
y aún no soy consciente.
Esta noche, decido firmemente y por poeta,
entregar mi vida a las emociones,
sabiendo de antemano
que caminaré de tormenta en tormenta,
y que desde fuera pareceré un muñeco
errático, patético, ridículo,
lástima que la piel sea opaca,
y que las palabras,
de este y otros tiempos,
sean incapaces de reflejar precisamente mi poesía.
Álex Portero, La próxima tormenta
miércoles, marzo 26, 2014
El Gran Hotel Budapest
Empecemos por una declaración: todas las películas de Wes Anderson (salvo, quizá, la primera: Bottle Rockett) me parecen perfectas, al menos en términos estrictamente técnicos. Su técnica cinematográfica, su planificación, su trabajo con los actores, sus guiones y su estilo visual alcanzan siempre la perfección. Mi preferida (por diversos motivos) sigue siendo Los Tenenbaum. Pero tal vez El Gran Hotel Budapest sea su obra más lograda en ese sentido técnico que apuntaba antes: cada plano es perfecto, está medido al milímetro, cada toma está trazada y pensada como si el director nos estuviera mostrando cuadros, pinturas antiguas a las que, sin embargo, ha dotado de un tono pop.
En El Gran Hotel Budapest ha logrado el más difícil todavía: inspirándose en diversos escritos (memorias, cuentos, novelas) de Stefan Zweig, ha logrado adaptarlo sin perder su espíritu pero añadiéndole su propio estilo, ese toque pop y con un toque de humor propio de los cartoons que ya le caracteriza. Esta proeza sólo podría lograrla alguien como Wes Anderson.
Narrativamente, y aunque continúa con sus obsesiones y sus señas de identidad, no ha perdido de vista el estilo de Stefan Zweig, quien a menudo empezaba sus relatos con el encuentro entre un autor y un segundo narrador que le cuenta al primero la historia que éste acaba escribiendo. En la película tenemos a un Autor ya maduro que se remonta a su juventud (en seguida otro actor lo encarna como Joven Escritor), cuando conoció a un hombre viejo que acepta contarle la historia del antiguo conserje del hotel en tiempo de entreguerras, conserje que instruyó a ese hombre cuando entró a su servicio como mozo de portería. Es en el meollo de esa historia donde los personajes empiezan a cruzarse, y donde el testamento de una antigua clienta del edificio juega un papel fundamental para activar la trama.
Wes Anderson suele trabajar casi siempre con los mismos actores, a los que se van sumando otros intérpretes que repiten en sus últimas películas (pienso en Edward Norton, Harvey Keitel o Tilda Swinton). Si en una película plagada de estrellas como Nymphomaniac casi todos los actores secundarios estaban desaprovechados (salvo Uma Thurman y algún otro), Wes Anderson arranca de su reparto interpretaciones equilibradas y magníficas. Cada actor y cada actriz brillan, incluso aunque sea en brevísimos cameos. Todos están bien. Todos nos impactan cuando aparecen. Aunque se lleva la palma Ralph Fiennes, que es el protagonista absoluto del largometraje.
Y, por si fuera poco, de manera sutil, casi oculta, el filme también es una reflexión sobre cómo las guerras arrastran a los hombres, sobre cómo el panorama y las situaciones van cambiando con el tiempo: pienso en dos escenas miméticas que vemos, una al principio y otra al final, y en cómo el planteamiento de la situación es idéntico… pero su desenlace es distinto. Y no puedo decir más.
En fin: una película maravillosa, que además nos actualiza a Stefan Zweig (autor cuyas huellas seguí en Salzburgo, hace años: el pequeño museo que cobija algunos de sus objetos personales, la finca donde vivió, la horrible escultura que le dedicaron, etc), y que confirma a Wes Anderson como un maestro indiscutible del cine (y de la literatura, dado que sus guiones son como pequeñas novelas).
Solo de viola, de Antoine Volodine
Tenía ganas de leer algo de Antoine Volodine, un autor nacido en los 50 con una extensísima bibliografía (que aquí apenas conocemos) y un sinfín de pseudónimos. Y he empezado por Solo de viola, que es una obra breve (106 páginas) en la que el autor plantea una distopía en la que las ciudades son dominadas por el partido frondista, invento que nos remite a los totalitarismos. No conocemos el año y el argumento se desarrolla a lo largo de un día (una tarde y una noche de mayo, una mañana de junio) y empieza con tres presos que salen de un penal y acaban acudiendo al concierto de un cuarteto de cuerda, pero también nos relata la historia de un escritor que pretende acudir a ese mismo concierto. No quiero extenderme más porque es mejor concentrarse en su prosa, en su potencia narrativa, y os dejo con el inicio del libro:
Es la historia de un hombre. De dos hombres. En realidad, son tres. Aram, Matko y Will MacGrodno. Las puertas del penal se cierran detrás de ellos. Golpean. El choque entre las articulaciones de hierro produce el mismo chirrido estruendoso de costumbre; como vagones que descarrilan de repente y se encastran entre sí. El mismo estrépito ensordecedor que de costumbre. Aunque con una diferencia. En lugar de escuchar los ecos que se pierden por los corredores, las escaleras, el tragaluz, hoy están los tres parados en una calle tibia. Altas murallas se alzan por encima de ellos, tan repulsivas como las que delimitaron su universo durante cuatro años. Pero, sobre el cemento que conocen bien, el sol ya no está enrejado.
[Adriana Hidalgo Editora. Traducción de Ana Becciú]
martes, marzo 25, 2014
Hoy, en Madrid
Hoy se presenta al público La próxima tormenta (Editorial Origami), el nuevo poemario de Álex Portero. Será él mismo quien se encargue de hablar de su obra, a las 20:30 h. en La Paca Café Bar (Malasaña). Algunos amigos leeremos poemas del libro, para el que he tenido el honor de escribir un prólogo (puedes leerlo aquí); David González se encargó del epílogo (puedes leerlo en este enlace). Y os dejo con un poema de Álex:
INSOMNIO
“Yace el lirio roto y pasa la tormenta”
Percy Bysshe Shelley.
Qué hago con mi respiración después de ti.
De qué voy a alimentarme.
Qué asideros me sostendrán
mientras camino torpe por el borde del acantilado de mi vida.
Es lejanía esto que se me ha instalado en los bronquios,
una densidad irrespirable
cuyas bocanadas tienen tu maldita silueta.
Apenas al alcance de mi mano
y alejándote como un barco ingobernable
por un mar callado.
Cómo puedo explicar que el amor es lo único que entiendo,
que lo busco famélico
desde que las mareas encontraron la cadencia,
que nada me importa si no late,
que apenas conservo la capacidad del lenguaje articulado en esta isla.
Todo se transforma en tierra estéril.
Vuelvo la vista atrás,
y nos veo sumergidos en aguas heladas,
sonrientes como dos niños salvajes.
Paseo por las épocas agarrado a tu mano,
las vírgenes nos colocan pendientes hechos con crótalos
y nos trenzan el cabello,
nos cubren de seda y arrojan pétalos a nuestro paso.
Quedan las ruinas de lo que fuimos, arena paciente, oscuridad.
Que hago con mi respiración después de ti.
Cómo reaprendo a caminar.
Solamente veo fosas que se abren a mi paso,
tierra que me abre los brazos,
silencios tan elocuentes como un primer beso.
No esperaba tener que abrirme el pecho de nuevo,
ni ser pasto de las llamas,
confiaba en haberme librado de los espejos para siempre,
tenía tus ojos,
su reflejo era la mejor imagen que jamás obtendré de mí.
Las prostitutas se han transformado en plañideras por nosotros,
las palomas se visten de golondrinas y fingen no vernos,
los mendigos nos siguen en fila y cabizbajos,
un cortejo fúnebre de desarrapados que huelen a alcohol
y tienen facilidad para el llanto.
Las farolas se apagan,
los muertos nos hacen reverencias
y nos dicen adiós agitando las manos como despidiéndose.
Qué diablos haré con mi respiración después de ti.
A quién pediré que dibuje corazones en los calendarios,
como sabré que es hora de dormir.
El espíritu de la escalera me lanza una sonrisa sardónica,
se burla desde la esquina de la habitación,
-ahora parece que nieva sobre el escritorio-
abro la ventana buscando la ráfaga de aire limpio
que debería mantenerme despierto una hora más.
Han empezado las alucinaciones propias
de la privación de sueño prolongada,
parece que la demencia
abre la puerta a determinado tipo de esperanza.
Me encuentro a gusto en este tic-tac aterrador,
esos crujidos de mi encéfalo suenan a música infantil.
Por el momento permaneceré inmóvil en el desván de mi memoria.
Donde nadie tiene acceso,
ni siquiera el dolor de la pérdida,
aquí la soledad no es un factor determinante,
las leyes de la física y la razón son puestas en ridículo,
ni siquiera se ríe o se llora,
ni se recuerda,
se escapan los nombres propios por las rendijas de la madera podrida,
y lo más importante:
no hace falta respirar.
“Yace el lirio roto y pasa la tormenta”
Percy Bysshe Shelley.
Qué hago con mi respiración después de ti.
De qué voy a alimentarme.
Qué asideros me sostendrán
mientras camino torpe por el borde del acantilado de mi vida.
Es lejanía esto que se me ha instalado en los bronquios,
una densidad irrespirable
cuyas bocanadas tienen tu maldita silueta.
Apenas al alcance de mi mano
y alejándote como un barco ingobernable
por un mar callado.
Cómo puedo explicar que el amor es lo único que entiendo,
que lo busco famélico
desde que las mareas encontraron la cadencia,
que nada me importa si no late,
que apenas conservo la capacidad del lenguaje articulado en esta isla.
Todo se transforma en tierra estéril.
Vuelvo la vista atrás,
y nos veo sumergidos en aguas heladas,
sonrientes como dos niños salvajes.
Paseo por las épocas agarrado a tu mano,
las vírgenes nos colocan pendientes hechos con crótalos
y nos trenzan el cabello,
nos cubren de seda y arrojan pétalos a nuestro paso.
Quedan las ruinas de lo que fuimos, arena paciente, oscuridad.
Que hago con mi respiración después de ti.
Cómo reaprendo a caminar.
Solamente veo fosas que se abren a mi paso,
tierra que me abre los brazos,
silencios tan elocuentes como un primer beso.
No esperaba tener que abrirme el pecho de nuevo,
ni ser pasto de las llamas,
confiaba en haberme librado de los espejos para siempre,
tenía tus ojos,
su reflejo era la mejor imagen que jamás obtendré de mí.
Las prostitutas se han transformado en plañideras por nosotros,
las palomas se visten de golondrinas y fingen no vernos,
los mendigos nos siguen en fila y cabizbajos,
un cortejo fúnebre de desarrapados que huelen a alcohol
y tienen facilidad para el llanto.
Las farolas se apagan,
los muertos nos hacen reverencias
y nos dicen adiós agitando las manos como despidiéndose.
Qué diablos haré con mi respiración después de ti.
A quién pediré que dibuje corazones en los calendarios,
como sabré que es hora de dormir.
El espíritu de la escalera me lanza una sonrisa sardónica,
se burla desde la esquina de la habitación,
-ahora parece que nieva sobre el escritorio-
abro la ventana buscando la ráfaga de aire limpio
que debería mantenerme despierto una hora más.
Han empezado las alucinaciones propias
de la privación de sueño prolongada,
parece que la demencia
abre la puerta a determinado tipo de esperanza.
Me encuentro a gusto en este tic-tac aterrador,
esos crujidos de mi encéfalo suenan a música infantil.
Por el momento permaneceré inmóvil en el desván de mi memoria.
Donde nadie tiene acceso,
ni siquiera el dolor de la pérdida,
aquí la soledad no es un factor determinante,
las leyes de la física y la razón son puestas en ridículo,
ni siquiera se ríe o se llora,
ni se recuerda,
se escapan los nombres propios por las rendijas de la madera podrida,
y lo más importante:
no hace falta respirar.
domingo, marzo 23, 2014
El Trabajo. Entrevistas con William Burroughs, de Daniel Odier
Ya hablé de este libro en otro post, hace tiempo, así que no me voy a extender mucho. Sólo quiero apuntar que esta reedición, y nueva traducción, era totalmente necesaria. El texto, que en la versión antigua resultaba un poco farragoso, ha mejorado notablemente. La edición y el diseño son magníficos, y además cuenta con un texto de presentación de Luis Navarro y un prólogo de Giuseppe Maio (editor y librero de Enclave). En este volumen de conversaciones, en el que también se introducen viejos textos hechos con cut-ups, William S. Burroughs demuestra de nuevo su genialidad. Todo lo que ahora leemos y escuchamos en las columnas de opinión, en los debates y en los ensayos filosóficos, en las consignas de las revueltas, ya lo había dicho él. Dado que la traducción ha mejorado, esta vez he tomado un montón de apuntes. Os dejo con la palabra del maestro:
Para competir con la televisión y las revistas ilustradas, los escritores tendrán que desarrollar técnicas especiales capaces de producir en el lector el mismo efecto que una fotografía de acción sensacionalista.
**
Lo que vemos está determinado en gran medida por lo que oímos.
**
El control de la palabra tal como lo ejerce la prensa es, por supuesto, uno de los instrumentos de control más poderosos; el de la imagen también, y, claro está, la prensa contiene ambas… Ahora bien, si usted hace un cut-up con ellas y las reorganiza, está deshaciendo el sistema de control. Es el sistema de control quien dicta el miedo y los prejuicios, del mismo modo en que la Iglesia fomentó los prejuicios contra los herejes. No se trataba de algo inherente a la población, sino que los dictó la Iglesia, que en aquel entonces detentaba el poder. Esto pone en tela de juicio la posición de la clase dirigente de cualquier sistema parecido y, por lo tanto, esta se opondrá a él y manipulará a la gente para que lo tema, lo rechace, o lo ridiculice.
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Todos los sistemas de control están basados en el binomio castigo-recompensa. Cuando los castigos son desproporcionados en relación con las recompensas y cuando a los amos ya no les quedan recompensas que otorgar, se producen revueltas.
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Personalmente, creo que las discusiones literarias son una pérdida de tiempo tremenda. No me interesa meterme en polémicas, manifiestos y condenas de otros escritores y otras escuelas literarias.
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La policía tiene intereses creados en la criminalidad. El Departamento de Narcóticos tiene intereses creados en la adicción. Los políticos tienen intereses creados en la existencia de las naciones. Los militares tienen intereses creados en la guerra. Los intereses creados, sean privados, del capital u oficiales, suprimen cualquier descubrimiento, producto o forma de pensar que amenace su coto de monopolio. Tanto en Estados Unidos como en Rusia, la guerra fría sirve de pretexto para ocultar y monopolizar la investigación, y limitar así el conocimiento a los organismos oficiales. No es exagerado decir que en la actualidad toda investigación importante es de alto secreto, hasta que alguien se va de la lengua.
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Las leyes antidroga son un pretexto para ampliar el poder de la policía, aumentar el número de agentes y organizar un Estado policíaco con la colaboración de una prensa controlada. La legislación antidroga es un pretexto para difamar a cualquiera que se oponga al Estado policíaco. En primera página: fulano de tal detenido por drogas en una redada. Ciertas sustancias –lacre, hierbas aromáticas, jabón– han pasado a disposición del laboratorio forense para su posterior análisis. Dos semanas después, en la última página: no se ha presentado ningún cargo contra fulano de tal. Mientras tanto fulano de tal ha perdido su empleo, ha sido desnudado y registrado en siete aeropuertos, y cada uno de esos registros ha salido en primera plana. Jamás se ha aplicado tan vergonzosamente el principio macartista de culpabilidad por asociación como en la prensa inglesa actual.
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Las cosas han llegado a un punto en el que expresar cualquier opinión sensata es poco menos que un delito. Si usted expresa una opinión moderada acerca de las drogas, se le acusa de fomentar su uso y se le denuncia como criminal. Insinúe que hay alguna cosa fundamental en la sociedad que anda mal, y lo tacharán de anarquista que amenaza los cimientos mismos del orden civilizado.
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La disculpa alegada para censurar la literatura narrativa, según la cual esta induce a la gente a delinquir, es absolutamente ridícula en vista de los crímenes cometidos a diario por personas que se inspiran en lo que leen en la prensa. Y la televisión viene a ser igual de nefasta, porque este medio mezcla noticiarios sobre cosas que están ocurriendo en la actualidad con ficción. Situada en esa yuxtaposición, la ficción parece ejercer más influencia: hay cuatro o cinco casos recientes de jóvenes que se han ahorcado después de ver un western por la televisión. Un factor añadido son los telediarios, las cosas que están sucediendo realmente, a diferencia de la ficción, que todo el mundo entiende que es fantasía. La gente no sale corriendo a cometer asesinatos después de haber leído a Agatha Christie, pero sí que comete asesinatos después de haber leído acerca de otros asesinatos en la prensa.
**
Creo que alguien ha escrito hace poco un libro en el que señalaba que la guerra es absolutamente esencial para el mantenimiento de la sociedad contemporánea, y que siempre tiene que haber alguna en marcha en alguna parte. Son necesarias tanto psicológica como económicamente, porque el concepto mismo de nación reposa sobre la hostilidad de otra nación al otro lado de una línea. Si no existiera ese factor de hostilidad, si no hubiera conflictos de intereses y los políticos no fueran capaces de crear conflictos, las fronteras se desmoronarían y los políticos se encontrarían sin naciones que gobernar.
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La juventud es la única que plantea un desafío efectivo a las autoridades establecidas. La autoridad establecida es muy consciente del reto que representa. La autoridad establecida ataca a la juventud en todas partes. Hoy día ser joven es poco menos que un delito.
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Otra propuesta, hecha por el señor Brion Gysin, es que se pague a los niños por ir a la escuela. En otras palabras, que cuanto más avancen en sus estudios más dinero obtendrán. Si esto se hiciera desde una edad muy temprana, empezaría a socavar su dependencia económica de los padres, y cuando el niño se licenciase de la universidad, por ejemplo, tendría dinero suficiente para iniciar su carrera sin recurrir a los padres. Lo que realmente mantiene a los hijos atados a sus padres es la dependencia económica, y hay que acabar con ella.
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Un virus tiene que parasitar a un huésped para sobrevivir. Utiliza el material celular del huésped para reproducirse. En la mayoría de los casos eso perjudica al huésped. El virus consigue entrar mediante el fraude y se mantiene mediante la fuerza. Un huésped no deseado que hace que mirarle provoque náuseas nunca podría ser bueno o hermoso. Además, es un huésped que se repite a sí mismo palabra por palabra toma por toma.
Recuerde el ciclo vital de un virus… penetración en la célula o activación en ella, reproducción dentro de la célula, salida de la célula para invadir otras células, salida del huésped para infectar un nuevo huésped. La infección puede producirse de muchas formas, y quienes descubren que soportan la carga de un nuevo virus, suelen utilizar una técnica de choque para cubrir una amplia gama de vías de contaminación… tosan, estornuden, escupan y tírense pedos cada vez que puedan.
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La palabra podría ser un virus que ha alcanzado un estatus permanente dentro del huésped.
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A menudo he hablado de la palabra y de la imagen como un virus o que actúan como los virus, y no se trata de una comparación alegórica. Se comprobará que las falsificaciones en las lenguas silábicas occidentales son en realidad mecanismos víricos. El ES de la identidad es de hecho el mecanismo vírico. Si cabe deducir los objetivos a partir del comportamiento, entonces el objetico de un virus es SOBREVIVIR. Sobrevivir como sea a costa del huésped invadido.
[Enclave de Libros. Traducción de Federico Corrientes]